La muerte, en la madrugada del domingo, de un vecino de La Reina a manos de un grupo de pistoleros provocó que, horas después, las distintas formaciones políticas se lanzaran a una carrera de comunicados sin pies ni cabeza solo explicables por una tempranera campaña electoral.
Desde los ataques facilones al delegado del Gobierno hasta quienes veían en lo que está ocurriendo en Ceuta algo nuevo... cada valoración era tan digna de una mezcla de torpeza e hipocresía que hubiera pasado por alto si no se tratara de algo tan serio como la seguridad. Hasta el propio presidente Vivas fue torpe ayer hablando del tema. Cuántas veces nos ha hablado el Partido Popular de la inseguridad subjetiva y cuántas veces nos han negado la existencia de delitos, para que ahora venga el mandamás del Ayuntamiento a hablarnos de mafias y de lucha estratégica de España contra los malos. En fin.
La muerte del pasado fin de semana se suma a años de violencia enquistada en una ciudad que comenzó a albergar una delincuencia nunca atajada como se debiera a finales de los noventa. Los muertos superan los dedos de ambas manos, los heridos son ya incontables y lo peor es que ahora ni se sabe quiénes son los que integran las ramificaciones de grupos con acceso a armas capaces de erigirse en autoridad para quitar la vida a otra persona, sea o no delincuente.
Esta misma clase política que ahora se rasga las vestiduras por lo que está sucediendo, la misma que guarda un minuto de silencio por alguna muerte cuando le da la gana (¡que incongruencia más malsana!), la misma que ha sido incapaz de ponerle el cascabel al gato cuando debía en vez de estar jugando a otros menesteres... es la que ahora, porque interesa, envía comunicados solo porque toca.
Se han hecho tan mal las cosas que hoy tenemos una auténtica mafia enquistada en la ciudad. Ha habido tal buenismo (mira, ahí coincido, qué raro, con Pacoantonio) que esta Ceuta de cúpula torpe ha regalado subvenciones a quienes no debía y ahora, asustada, se esconde cual avestruz porque ya ni se atreve a sacar su cabeza amedrentada por el monstruo cuyo crecimiento ella misma ha alimentado. Se ha llegado incluso a buscar un pacto con la mafia, sin tapujos, porque interesa tener las calles tranquilas y los votantes atontados con el pan y circo de cada día. Ahora resulta que cuando el pan escasea la gente mata, los chavales se drogan y se hacen con armas, y hay quien impone sus normas paseándose por las calles tras bajarse de la semirrígida.
Eso pasa aquí, ante la mirada de una clase política que solo sabe decir las mismas gilipolleces de turno; hablar de una colaboración con unas Fuerzas de Seguridad a las que no dota ni de medios ni de personal para que puedan investigar y a la que ha utilizado para fines políticos cuantas veces ha querido. Analicen lo hecho y lo permitido, en vez de hacer precampaña con asuntos de este tipo.