Opinión

Los datos de la tragedia

Caminando Fronteras publicaba ayer su informe con los datos de muertes ocurridas este 2020, muertes encuadradas en las rutas migratorias, muertes de personas cuya única intención era llegar a España. Un total de 2.170 inmigrantes han fallecido. Es la cifra de los cadáveres recuperados pero no la real, puesto que las desapariciones son cada vez más. 26 de esas víctimas murieron intentando cruzar el Estrecho. En este periódico contamos demasiadas historias de marroquíes que dijeron a sus familias que marchaban a Ceuta pero nunca aparecieron. No son casos aislados, al contrario, son demasiados con desapariciones focalizadas en los espigones fronterizos. Adultos y menores de los que nunca nada más se supo. Y eso es lo peor, lo más grave, que haya una madre llorando a su hijo sin saber siquiera si está vivo o muerto. Nadie es capaz de calmar esa inquietud, esa falta de noticias, de datos... nadie es capaz de poner un fin a una historia perdida en un periplo clandestino repleto de tragedias.
Los naufragios se siguen produciendo, pero se habla de ellos como estadística pura. La labor de los medios de comunicación es cada vez más complicada. No dejan informar en primera línea, se ocultan las llegadas, se cierran puertas, se convierte todo en algo más oscuro y complicado. Con eso solo tenemos datos más o menos aproximados a una situación que debería avergonzarnos como sociedad. Pero nos faltan las historias, las de los supervivientes, las de aquellos que pueden contar realmente lo que pasó y cómo pasó.
Leer la mayoría de los medios de comunicación supone empaparse de crónicas sin vida, de datos, de tantos por ciento, de interpretaciones fiscalizadas previamente por los gabinetes de prensa. Esto no ayuda a humanizar lo que está pasando en unas rutas que siguen siendo igual de peligrosas, aunque el Ministerio de Interior maquille la realidad. Lo hace también en Ceuta, en donde quita las concertinas que matan y sangran mientras que Marruecos sigue haciendo sus obras sanguinarias, sigue llevando a cabo redadas y sigue desmantelando asentamientos sin que la Europa de la vergüenza diga algo. España, menos.
Las vidas perdidas en el mar son las de argelinos, marroquíes, subsaharianos... Las de hombres, mujeres, adultos, niños e incluso bebés. Son las de aquellos que solo querían tener una oportunidad y que ahora han conseguido ser una estadística que no ayuda a cambiar las políticas, que solo entristece a unos pocos y que sigue causando la indiferencia de ese sector social al que estos dramas no interesa. Nunca hablarán de catástrofe humanitaria, pero lo es. Y pasa a diario, y engorda una lastimosa situación de la que no aprendemos, de la que no sacamos siquiera lecciones de vida.

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