La movilización ciudadana para exigir soluciones al caos fronterizo, impulsada desde hace un año por los agentes sociales mayoritarios, se encuentra en periodo de reflexión tras la manifestación del pasado día veintidós de mayo.
El inesperado cambio de Gobierno introduce un obligado paréntesis. La nueva administración dispone de un plazo razonable para ofrecer a la ciudadanía el inventario de actuaciones que tenga previstas para conseguir que esta Ciudad recobre el pulso.
Lo que los responsables del PSOE deberían tener en cuenta, a este respecto, es que la fase de las palabras (vacías), las excusas (vanas), las promesas (falsas) y las apelaciones al futuro (evasivas), ya está amortizada y finiquitada. Y que la urgencia es clave. La adopción de decisiones no se puede demorar eternamente.
La difícil coyuntura (tantas veces diagnosticada) demanda concreción e inmediatez. Sólo las medidas tangibles y a corto plazo harán recuperar la confianza perdida. Este ineludible replanteamiento (y aplazamiento) no es óbice para continuar el inconcluso proceso de valoración de la manifestación. Que debe servir de base para futuras decisiones.
Aportaremos algunas ideas. A pesar de que asistieron en torno a mil personas, lo cierto es que la participación quedo muy lejos de las expectativas albergadas por los convocantes
Máxime teniendo en cuenta que se había planteado en términos de ultimátum a las administraciones públicas (se trataba de demostrara que “toda” la Ciudad estaba volcada en librar la batalla definitiva). Sobre la justificación de la movilización no existen muchas discrepancias.
El ambiente de desánimo y pesimismo es indisimulable y compartido incluso por quienes apoyaban ciegamente al Gobierno. Y la convicción de que el desesperante funcionamiento de la frontera es uno de los vectores principales (acaso el más determinante) de cuantos nos han conducido a esta fatigosa depresión, también está fuera de toda duda.
Si esto es así, como demuestra el apoyo generalizado de todas las entidades públicas que operan en la Ciudad (con la lógica excepción del PP) ¿por qué los ceutíes no quisieron salir a la calle masivamente ese día? Sólo existen cuatro causas, aunque resulta imposible cuantificar con rigor y exactitud la incidencia de cada una de ellas en el resultado final. Una.
Un sector de la población piensa que el “problema no es tan grave” como se dice. Colas hay en todos los sitios. Y el descenso del volumen de los negocios (e incluso los cierres) no deja de ser una circunstancia más de la vida empresarial. Dos. Otros, a pesar de coincidir en la importancia del asunto, piensan que la actuación de los gobernantes es la correcta (se hace todo lo posible, y ya irán llegando las soluciones).
Tres. Están quienes no se sienten concernidos por esta situación. Sus nóminas no pasan por la frontera, sino que viajan directamente desde Madrid a sus cuentas corrientes.
Por último están los que aún estando de acuerdo con los motivos de la convocatoria, y renegando de la gestión de las administraciones competentes, están convencidos de que “esto (Ceuta) no tiene solución, hagamos lo que hagamos”, lo que convierte la movilización en innecesaria. Más allá de los porcentajes asignables a cada opción, sí podemos concluir que el veintidós de mayo Ceuta protagonizo una exhibición de abatimiento e insolidaridad.
El exiguo sentimiento de “pertenencia al grupo” que a duras penas conservábamos, indispensable para adquirir la categoría de sujeto político, ha devenido en inexistente. Sencillamente no nos reconocemos como miembros de la misma comunidad. Poco o nada nos queda en común. No nos gusta Ceuta.
No creemos en su futuro. Y no queremos luchar por él. Vivimos como extraños que murmuran su resquemor y desasosiego, mientras maldicen su suerte por no poder escapar en condiciones suficientemente ventajosas
Por ello, toda acción reivindicativa relativa a Ceuta como concepto histórico (y no a intereses individuales o sectoriales) está condenada a la condición de testimonial.
Los ceutíes concienciados y comprometidos con esta Ciudad se han convertido en una especie minoritaria y en peligro de extinción. A los que sólo nos queda echar el resto.
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