Un gran galardón va siempre ligado a una acogedora ciudad, a una gran obra social y a una interesante persona. Siguiendo estos cánones, el jurado designado por la Fundación Premio Convivencia optó, por mayoría el pasado 22 de septiembre de 2007 en Ceuta, conceder el galardón en su novena edición al músico argentino de familia judía de origen ruso Daniel Barenboim, por su aportación a la convivencia y a la fraternidad entre dos pueblos en un contexto de conflicto, a través de la actividad musical.
La entrega del premio se hará efectiva el próximo jueves a partir de las 19:30 horas en el Salón del Trono del Palacio Autonómico. Barenboim, aunque reconoció en una entrevista en exclusiva concedida a ‘El Faro’ no conocer Ceuta, aseguró estar “deseando” pisar tierras caballas para “saber cómo es la convivencia en la ciudad”. Bromeó sobre la belleza de las mujeres ceutíes -algo que dice haber escuchado varias veces- y se interesó por la comunidad hebrea, para lo cual pidió a este medio ponerse en contacto con los miembros de la misma y trasladarles el deseo de conocerles y visitar, junto a su esposa, la nueva sinagoga de la calle Sargento Coriat.
Se sabe que no es fácil encontrar un renglón libre en la agotadora agenda de Barenboim. A favor de las personas que tienen interés por intercambiar unas palabras con el director de orquesta obran, sin embargo, la amabilidad, la simpatía, la energía y la concentración que caracteriza a los músicos en temas tan importantes, en este caso, el conflicto en Oriente Medio. El músico conversó con este medio de los temas que más le apasionan: cómo encontrar una solución al problema palestino-israelí y el papel que en ello puede representar el verdadero sentido de la música.
El compromiso de Daniel Barenboim con la paz social es un dato del que pronto se hicieron eco todos los medios de comunicación del mundo. Varios premios relacionados con la convivencia, que lucen en la vitrina del músico, también le avalan, como el Príncipe de Asturias de la Concordia (2002), concedido a aquella persona o institución cuya labor haya contribuido de forma ejemplar y relevante al entendimiento y a la convivencia en paz entre los hombres, a la lucha contra la injusticia, la pobreza, la enfermedad, la ignorancia o la defensa de la libertad. En la entrevista con este medio, Barenboim habló de su deseo: que en Oriente Medio llegue pronto la paz.
–¿Qué sintió cuando le comunicaron que había sido elegido Premio Convivencia en su novena edición?
–Naturalmente sentí alegría. Es un gran honor, ya que es para mí un motivo de satisfacción cada vez que reconocen mi trabajo. Yo recibo los premios no solamente como un reconocimiento de lo que he hecho hasta ahora, sino como un impulso para seguir haciendo cosas importantes en el futuro. Un premio no es para mirarse en el espejo y decir que soy magnífico, sino para pensar que han reconocido lo que he hecho y que hay que seguir trabajando para hacer grandes cosas.
–Cada vez son más personas e instituciones que valoran su trabajo por la convivencia.
–Sí, y lo valoro muchísimo porque es lo que me da fuerzas y ganas para seguir.
–En Ceuta conviven personas que pertenecen a distintas confesiones religiosas, ¿piensa que es un entorno idóneo para la entrega de este tipo de premios?
–Ceuta, por ser un lugar donde viven personas de distinta religión, es percibida como una ciudad de colaboración, cooperación, paz y reflexión, y esto es muy importante ya que existen pocas ciudades que tengan esta fama.
–¿Qué relación encuentra entre las palabras convivencia y música?
–La música nos enseña, no sólo la posibilidad, sino también la necesidad de convivir. La música permite a las personas expresarse y, a la vez, estar pendiente de lo que está tocando el compañero. Si hay dos músicos que tocan juntos y uno lo hace demasiado fuerte, al otro ni se le oye. La idea de convivencia en la música es la interdependencia. Siempre se habla de que el ser humano no tiene que depender de nadie, es decir, que tiene que ser independiente. Sin embargo, la independencia no existe, porque vivimos en sociedad. De esta manera, la música nos enseña que hay una especie de interdependencia, es decir, que tenemos un grado de independencia como individuo, región o estado, pero que vivimos los unos con los otros.
–¿Puede la música fomentar el diálogo y el entendimiento?
–Depende de cómo se observe. La música es capaz de todo, ya que está al mismo tiempo dentro y fuera del mundo. Si escuchamos una obra podemos perdernos con ella, sin embargo, a través de ella podemos entender y comprender muchas cosas del mundo y de nosotros mismos.
–Su orquesta parece un espacio apropiado para que germinen estos valores y ser posteriormente extrapolados a la sociedad... ¿Cómo nació la idea de unir a jóvenes de distinta religión en una misma formación musical?
–La idea nació cuando Weimar (Alemania) era capital cultural de Europa, en el año 1999. El objetivo fue crear un taller para jóvenes músicos de Oriente Medio. Fue una enorme sorpresa para mí y Edwar Said cuando recibimos tantas peticiones de músicos, más de 200, para entrar en la orquesta, ya que pensábamos que sólo íbamos a tener unos 12 ó 15. En verdad, la orquesta se creó por casualidad, es decir, que no salimos con la intención de crear una formación musical para tal propósito, sino que una vez que conseguimos los músicos nos dimos cuenta de que habíamos hecho algo importante.
–¿Cómo fue su relación con Edward Said?
–Fue mi amigo más íntimo. Trabajamos juntos por esta orquesta y por muchas más cosas. Incluso escribimos un libro que está traducido al español. Su nombre es ‘Paralelas y paradojas’.
–¿Para cuándo una actuación de la Orquesta West-Eastern Divan en la ciudad autónoma?
–Me encantaría, ya lo hablaremos la semana que viene cuando llegue a Ceuta.
–Ha trasladado el poder de reflexión de la música al conflicto palestino-israelí, pensará entonces que la militar es la última solución a este problema...
–Es que no existe una solución militar. Hay soluciones militares solamente para conflictos políticos, de frontera, de agua, petróleo o gas, pero ésto no es un conflicto político, sino humano, puesto que hay dos pueblos que están convencidos de que tienen el derecho de vivir en el mismo pedazo de tierra. De esta manera, no hay solución militar ni diplomática, sino humana.
–Muchos países han intentado buscar una solución militar a muchos conflictos y no lo han conseguido.
–Se tratan de situaciones bastante distintas. El conflicto palestino-israelí es local, pero lamentablemente pasó a ser parte de un problema global. No debemos olvidar que este conflicto no se va a resolver ampliando su espacio, sino reduciéndolo en lo que es: un problema por un pequeño pedazo de tierra.
–¿Entonces sólo deben intervenir los dos países interesados o es necesaria la cooperación internacional?
–Pienso que va a necesitar un empuje europeo, pero la verdadera esencia del conflicto se puede resolver solamente entre las partes implicadas.
–Debido a su capacidad de unir a personas de distinta religión, cultura y nacionalidad, ¿se ha planteado en alguna ocasión comprometerse en la vida política?
–No soy un hombre político. Mi orquesta está muy lejos de una idea política; es humana.
–¿Cuál es su nacionalidad?
–Tengo cuatro: española, argentina, israelí y palestina.
–¿Cuál fue la reacción de los israelíes cuando usted obtuvo, en 2007, el pasaporte palestino?
–Algunos de ellos muy bien, porque vieron que era justamente la demostración de que lo que estoy diciendo tiene sentido. Sin embargo, hay otros que sólo ven a los palestinos como enemigos y no se mostraron contentos cuando obtuve la nacionalidad palestina.
El director de orquesta se interesó por la comunidad hebrea de Ceuta, y expresó su deseo de conocer a los dirigentes de la misma. Aunque es consciente de su apretada agenda, dijo que le encantaría entablar una conversación con los miembros de la comunidad e incluso comunicó que estaría dispuesto a visitar la sinagoga ceutí. Pidió un favor a este medio, ponerse en contacto con la junta directiva de la comunidad hebrea y expresarle su deseo de conocerles. Tras una conversación de Jacob Hachuel, miembro de la junta directiva, con los organizadores, el músico será informado del interés de los hebreos ceutíes por conocerles, dato que incluso podría conseguir que Barenboim llegara horas antes a la ciudad para conocer la sinagoga ceutí.
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