Da Nang es una ciudad joven, cosmopolita y llena de vida. Construida en suave pendiente que muere a orillas del rio Han que atraviesa la ciudad por el sur. Es una ciudad pequeña, poco más grande que Ceuta, que dispone de un aeropuerto pequeño donde llegan vuelos nacionales.
Es una ciudad acogedora por sus largas avenidas que se cruzan con las manzanas que, ordenadamente, forman sus calles. Lo más llamativo es el Downtown, la parte baja de la ciudad que colinda con el rio y está escoltada por un largo paseo donde los vietnamitas hacen ejercicio, pasean con la familia y se quedan contemplando el rio. Por la noche los rascacielos se iluminan y hacen juego de luces con corazones y la bandera vietnamita y rivalizan en belleza con el puente Dragón, que une ambas orillas de la ciudad, y por la noche aparece iluminado dando la sensación de que un inmenso dragón sirve de puente para que los nativos puedan cruzar de un lado al otro de la ciudad. Barcos fluviales fletados, para que los turistas puedan cenar paseando por el rio, van atravesando la ciudad a lo largo del rio. De noche todo se llena de luces, con cierta armonía entre las luces y la oscuridad.
La vida en Da Nang varía entre el día y la noche. Por el día el ajetreo llena las calles, infinidad de motos y pequeñas furgonetas atraviesan la ciudad como en un hormiguero donde el destino es el inmenso mercado que hay en el Downtown. Los pequeños puestos de comida se adivinan a lo lejos por el humo de sus cacerolas llenas de comida y hacen competencia con los restaurantes, mas cómodos pero extrañamente menos concurridos. Me hago partidario de los primeros, el trato con la gente es más cercano, compartes mesa con desconocidos, puede llegar a incomodar a algunos pero a mí me aviva mi curiosidad y me da la oportunidad de charlar con desconocidos y reírme un rato con ellos mientras espero a que llegue la comida.
De noche las cafeterías, los bares de copas y los locales con música en vivo toman el relevo. La gente pasea por entre las calles en dirección al paseo del rio Han o a los locales donde se escucha cantar a alguien que se anima a coger el micrófono. El clima más suave invita a llegar tarde a casa. Tomar café es el deporte nacional en Vietnam, incluso por la noche, cualquier ciudad vietnamita arrastra el aroma a café en la mayoría de sus calles. Vietnam huele a café hasta que sales de sus ciudades, entonces los arrozales y la tierra húmeda toma el relevo.
A pocos kilómetros en bus de Da Nang se encuentra su hermana pequeña Hoi An, es más pequeña y más caótica que su hermana mayor pero en su corazón guarda un tesoro hecho de luces y casas ancestrales, atravesada por un pequeño riachuelo que da encanto a la parte vieja de Hoi An. El punto negativo es la masificación del turismo, sobre todo por la noche, cuando las pequeñas barcas con luces de colores invaden todo el rio y dan ese encanto nocturno a la vieja villa. Puestos de comida por doquier, los olores de los platos se mezclan entre las calles. Cuando anochece cuesta andar entre sus estrechas callejuelas, atestadas de turistas y de comerciantes que intentan, con mucho o poco éxito, hacer las ventas necesarias.
Hago amistad con Hannah, la recepcionista del hostel donde me alojo, me aconseja visitar la vieja villa temprano en la tarde, me expongo al calor pero lo gano en tranquilidad a la hora de visitar los museos y los lugares pintorescos sin apenas presencia de turistas. Tenía razón, encontré una Hoi An diferente a la del día anterior, anochecía cuando ya me marchaba, pude cenar tranquilo con vistas al rio, y al salir volvían, como vampiros, los turistas volviendo a llenar sus pequeñas calles e inundando los arqueados puentes para robar una instantánea a la encantadora villa.
Hoi An no es solo un pueblo de cuento de hada, los alrededores aunque con construcciones más contemporáneas, tenía la magia de los hoianeses, un cuenco de sopa en una pequeña butaca de plástico y en breve había una conversación o algún chascarrillo que te robaba una sonrisa. Su curiosidad es innata y siempre surgía una oportunidad para recibir una lección gratuita de sabiduría popular o de lógica, de esas que se aprenden cuando vives despacio. Pasé cuatro días en Hoi An y me supieron a poco, porque a pesar de que es un pueblo pequeño, el cariño que recibes es inmenso.
