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Cyrille Blade Atangana: “Querían a alguien fuerte para remar y me dijeron que subiera a la barca”

Rezó antes de zarpar de Beliones junto a otros seis o siete subsaharianos. La Guardia Civil les rescató hace un año.

Un periplo que, el sábado pasado, cumplió su primer aniversario. Cyrille Blade Atangana, residente desde entonces en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes, CETI, atravesó las fronteras de varios países desde su Camerún natal, de cuya capital partió en 2007, huyendo de la represión del Gobierno, recuerda entre anécdotas sucedidas en un tiempo en el que se encontraba junto a su familia y amigos.
Su trayecto colisionó con el Estrecho de Gibraltar después de tres años en los que sufrió las amenazas de los nigerianos así como la falta de víveres en Tizawathi y de dinero en Magma, ambas en Argelia, para financiar su viaje a Europa. Tras recalar en Rabat, Tetuán y Castillejos en el último tramo, Blade rememora aquel 5 de junio de 2009. “Salimos al mar aprovechando el buen tiempo. Parecido a estos días en los que también han llegado barcas”, describe. Precisamente, este subsahariano ocupó plaza en una de estas balsas clandestinas.
Beliones. Oculto en la vegetación se encuentra un grupo de inmigrantes que ya disponen de una embarcación neumática para echarse al mar. Blade es la última persona en llegar a los bosques, sin embargo, su complexión fuerte y ser positivo resulta un aval para conseguir su objetivo común: cruzar al otro lado. El camerunés relata que conoció a seis o siete personas que, después de conversar sobre sus posibilidades, le invitaron a sumarse a este intento desesperado por prosperar.
“Yo no pagué a la mafia. Allí había varias personas que guardaban una balsa con la que habían intentado pasar otras veces sin éxito”, explica el actual residente en el centro del Jaral, quien señala que todos rezaron antes de iniciar su aventura. “Necesitaban a alguien fuerte para remar y me dijeron que subiera a la barca; era la primera vez que lo intentaba”, comenta. No es la única ocasión en la que salva la piel por su corpulencia: reunió el dinero necesario para su traslado a Argelia trabajando como agente de seguridad de una mujer poderosa en Benin.
A pesar de que uno de sus compañeros aseguró contar con los conocimientos necesarios para alcanzar la costa recortada en el horizonte, pronto se encontraban desorientados y la exposición prolongada al agua comenzó a hacer mella en sus fuerzas. “Cuando estás en el mar das tu vida; todo queda en manos de dios”, señala este subsahariano que accedió a la ciudad en su primer intento.
Sobre las 5.00 de la madrugada, una patrullera de la Guardia Civil detecta a la balsa a varias millas de la costa ceutí, según estimó Blade, quien confesó que su alegría por pisar territorio español se vio truncada con la orden de expulsión decretada al desestimarse su solicitud de asilo.
Ansioso por recuperar su libertad, Blade lamenta no poder desplazarse por el territorio nacional y encontrar un empleo donde tenga oportunidad de ganarse la vida de forma honrada. “Sólo quiero tener una vida normal, una hogar y poder cambiar de aires; cuando imagino una cárcel, ésta es el CETI”, critica.
Blade también acudió hasta la ciudad autónoma de Melilla para saltar la valla. Subraya que la violencia de la policía marroquí disuadió a muchos de sus compañeros instalados en Uxda y Nador para no volver a intentarlo, pero el buscaba la “tranquilidad” que nunca conservó a lo largo de sus 29 años. Por este motivo, cruzó Marruecos para localizar aquel lugar llamado Beliones y desde el que, cuentan, se puede presenciar que sólo 14 kilómetros de mar le separa de su sueño.

“Hace un mes que no hago camiones”

A la crudeza del desarraigo y el desasosiego intrínsecos a la inmigración, Blade suma que ha experimentado dos de los fenómenos que definen en la actualidad estos flujos: la utilización de balsas de escaso coste para superar el Estrecho y el intento de cruzar en los ferrys a Algeciras escondido en los bajos de los camiones. “Lo he intentado varias veces, también con mi compañero de habitación Abdoulaye Koné”, el solicitante de asilo fallecido al ser aplastado por las ruedas del vehículo. Sin embargo, “hace más de un mes que no hago camiones”, confiesa el camerunés. “Es la única forma que tenemos de salir de aquí, así que ponemos nuestras vidas en juego para escapar”, indica. 

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