Opinión

La cultura y el noble afán de superación

Cuando escribo, tengo casi cumplidos 82 años. Y, aun cuando estoy en mi plena lucidez y razonablemente bien de salud, mi edad me está ya indicando que, cada vez más, se acerca la hora de ser llamado a capítulo al que llamamos "otro mundo". Y, eso, es ley natural de vida y a todos nos irá llegando la hora, aunque. Yo no tengo ninguna prisa y me gustaría que fuera cuanto más tarde mejor.

Pero tampoco es algo que me aterre; estoy preparado para ello, es un hecho normal que hay que asumir con entereza y resignación. Por eso, creo que es ya hora de ir dando un repaso a mi vida. Y lo primero que se me ocurre es aseverar que estoy muy agradecido a la Divina Providencia; cuántos de mi edad y más jóvenes tuvieron la mala suerte de irse quedando antes en el camino. Me considero un privilegiado por haber tenido la suerte de seguir resistiendo.

Vine a la vida con "una mano delante y otra detrás", como se suele decir. Tuve que hacerme a mí mismo. En las escuelas de mi pueblo, sólo aprendí las llamadas "cuatro reglas elementales", sumar, restar, multiplicar y dividir.

Y nunca tuve afán de ser, ni apetencias de tener, ni protagonismo de figurar, aunque sí sabía que, con tan escasa formación cultural mía, nunca lograría lo que me propusiera, por lo que tendría que esforzarme mucho en mejorarla. Pero lo que sí tuve fue "afán noble de superación", y digo "noble afán", porque lo tuve con mucha ilusión siempre acariciada por mí, con la esperanza de que me ayudara a forjarme un porvenir digno que en los pueblos no suele encontrarse.

Allí. entonces, o se era rico para que los padres pudieran pagar los estudios fuera, o se era pobre y se estaba condenado a no poder cursarlos, y a mí me tocó lo segundo. Hoy, de verdad que hasta me alegro de que así fuera, entonces, pero para que cambiara mi suerte me las tuve que ver e ingeniar.

Con sólo 16 años, en 1958 emigré voluntario en el Ejército en Ceuta, que no conocía, para hacer la vieja "mili". Con mi trabajo y estudios posteriores, unidos a mi constancia, esfuerzo y sacrificio, pude hacer variar mi situación por mí mismo, sin apoyo ni ayuda otra alguna que no fueran mi propia entrega y dedicación. En mi vida, nunca tuve ambición desmedida, sólo me tracé como meta, un futuro en el que pudiera vivir digna y honradamente, tanto para mí como para la familia que sabía que algún día tendría que formar.

La cultura, que tan deficiente fue en mis orígenes, más mi afán de superación, me ayudaron a conseguirlo por mí mismo. De manera que a nadie le debo nada, lo poco que en la vida he sido lo conseguí con mi propia entrega y tesón.

Llegué a Ceuta como el típico pueblerino, con aspecto y porte rural. Éramos seis los voluntarios que ingresamos, cinco ceutíes y, en mi caso, nacido en Mérida, pero criado en MIRANDILLA (Badajoz), mi pueblo. Todos tenían una formación cultural mucho más elevada que la mía. Enseguida me di cuenta que tendría que hacer frente a tal deficiencia cultural que llegó a crearme cierto estigma personal que tendría que quitarme de encima a base de mucho trabajo, estudio, esfuerzo y sacrificio para ponerme a su nivel y no desmerecer de ellos, que amistosamente me llamaban "belloto", por ser extremeño, y "cateto", por mi exigua cultura.

Pero para nada me arredré, pensando en que en la vida nadie es más que nadie mientras no se demuestre lo contrario. A partir de ese momento, me prometí a mí mismo hacer todo lo que estuviese en mi mano para quitármelo de encima, que luego también me sirvió de revulsivo para crecerme y superar todas las dificultades.

Me inscribía en todos los cursos que se convocaban y que pudiera asistir y, sucesivamente, fui obteniendo las especialidades técnicas de Radiotelegrafista de segunda y de primera, Teletipista, Celador de líneas permanentes y Jefe de Centro de Transmisiones, que los demás compañeros voluntarios no cursaron.

En mérito a tales especialidades técnicas, me destinaron a la emisora radiotelegráfica central, donde ya estuve rebajado de toda clase de los demás servicios, como instrucción. guardias, retenes, cocinas, limpieza, etc, que los demás compañeros voluntarios tuvieron que continuar haciendo. Paralelamente, me fui promocionando a las categorías de clase de tropa, obteniendo el número uno de cada promoción en ambos empleos. A partir de entonces, ya nunca más me volvieron a llamar "cateto" ni "belloto" y hasta fuimos luego muy buenos amigos.

En el cuartel, a veces, incluso tuve que pasar hambre, que antes en casa de mis padres jamás me había ocurrido y nunca se lo hice saber a ellos, porque era yo el que había elegido mi destino.

De soldado se ganaba una peseta diaria, que con ella no tenía ni para comprar betún para limpiar los zapatos y el correaje. Y, al estar insuficientemente alimentado, con mi temprana edad de adolescente, en pleno crecimiento y desarrollo, casi siempre haciendo instrucción, gimnasia, guardias, retenes y otros servicios duros, pues enfermé con infiltración pulmonar debido a inanición, que me obligó a estar un mes tratándome en el Hospital Militar de Ceuta.

Cuando ascendí fui ascendiendo y comencé a ganar 200 pesetas al mes, con las primeras que cobré, a pesar de las perentorias necesidades por las que estaba atravesando, salí corriendo a gastármelas todas en la matrícula en el Instituto de Ceuta, para poder comenzar a cursar el Bachiller, ya que hasta antes no había tenido la oportunidad de cursarlo por falta de medios, y lo inicié cuando ya tenía 18 años.

Por cierto, que para poder hacer compatibles los estudios con el trabajo y servicios en el cuartel, tenía que irme al Instituto a las seis de la tarde y no regresaba hasta pasadas las doce de la noche, ya que tenía que ir y regresar andando a muy larga distancia, al no poderme pagar el billete de autobús.

La cena, se servía en el cuartel a las ocho de la noche; casi todos los días solía repetirse la misma, cuyo menú se llamaba "empedrado de judías pintas con arroz", que desde que la servían hasta que yo después de las doce de la noche la degustaba, aquel rancho parecía de verdad un "empedrado" de frío y duro que estaba, pero no tenía más remedio que comérmelo.

Después, ya en la vida civil, comencé a opositar. Preparé y estudié para la Administración Civil del Estado hasta cinco oposiciones, todas ganadas al primer intento, desde el nivel más bajo hasta alcanzar el más alto en un Cuerpo Superior.

Pero, como sólo para poder participar en cada una de las sucesivas oposición, se exigía hallarse previamente en posesión del título académico correspondiente, así fui estudiando y finalizando los estudios de Bachiller y, después, las dos carreras de Graduado Social y de Licenciado en Derecho, que finalicé sin tampoco haber tenido ningún suspenso, a pesar de que tuve que alternar los estudios con el trabajo.

"Con la cultura se consiguen mejor los éxitos personales, se ponen más cerca ilusiones y anhelos, y se logra antes la realización personal y la propia autoestima. La cultura, a mi modo de ver, es el mejor capital y la mejor inversión que los seres humanos podemos hacer y tener"

Una vez obtenido el título de licenciado, ya me pude presentar a las oposiciones que, tras haberlas aprobado, luego, me fueron designando, sucesivamente, para los puestos de dirección y de especial responsabilidad siguientes: Jefe de la Brigada Móvil Regional de Investigación fiscal del Organismo al que pertenecí, para Andalucía Oriental que antes estaba segregada y era autónoma de la occidental, con sede en Málaga. Jefe Provincial de Málaga y Jefe Regional de Andalucía Oriental, simultáneamente. Jefe Regional de Galicia, con sede en La Coruña.

Presidente del Tribunal Económico-Administrativo de Ceuta y, también, Presidente del Tribunal de Melilla. En los dos últimos puestos tuve nivel orgánico N-29, asimilado a Subdirector General Adjunto, pero, a efectos económicos, era Nivel-30, que era el máximo a que podía accederse como funcionario y al que todos los Presidentes de Tribunales Económico-Admnistrativos estaban incluidos en dicho Primer Grupo funcionarial.

Lo anterior, no lo expreso como presunción de mérito o capacidad por mi parte, pues nadie mejor que yo conoce mis orígenes modestos y mis limitaciones, teniéndome también por persona corriente y sencilla; sino que lo resalto, exclusivamente, para hacer ver la importancia que para las personas tienen dos de las armas que estimo son más idóneas y eficaces para poder triunfar en la vida y abrirse paso en ella, frente a los numerosos escollos y dificultades que para ello hay que ir removiendo y superando.

Así, la "cultura", entiendo que es un instrumento eficaz de cara a obtener el progreso, la evolución, y la propia realización personal. Igualmente, lo es el "noble afán de superación". Ese es el único motivo por el que escribo este artículo, para llevar al ánimo de los jóvenes que son estudiosos y responsables, con sanas inquietudes, que tienen en su mano dos instrumentos poderosos para conseguir triunfar en la vida, que son la cultura y el noble afán de superación.

Es decir, en mi caso concreto, jamás tuve ambición ni fantasía alguna; pero lo que sí he tenido siempre es mucha inquietud, mucha ilusión, mucho amor propio y mucho pundonor personal y profesional, entendido todo ello, en el sentido de no dejar jamás de hacer nunca lo que pudiera o debiera hacer para no quedarme atrás de los de mi mismo nivel; pero no por personalismo, ni por egoísmo, sino por obligación personal que siempre me he impuesto a mí mismo; algo así como "el deber por el deber", que decía el gran pensador y filósofo que fue y se llamó Inmanuel Kant en su Ética del Entendimiento y la Razón.

En definitiva, la cultura creo que es el arma más poderosa que las personas pueden esgrimir para ganar la guerra contra la ignorancia y contra el infortunio de origen y que, además, suele ser muy eficaz para poder triunfar en la vida. El saber y la formación integral del individuo, es uno de los mayores bienes que se pueden tener. Nos lo decía muy claro Santo Tomás de Aquino, conocido como "El sabio doctor angélico", al afirmar: "Entre todos los trabajos, el estudio de la sabiduría es el más perfecto, el más sublime, el más útil y el más agradable". Y es que un individuo que carezca de cultura o que tenga por tara la barrera opresora de la ignorancia, será un ser disminuido, limitado, o incluso de alguna forma un ser deprimido.

La cultura es el motor que más mueve a los pueblos y a los individuos; es el medio que más abre el abanico de posibilidades para el que la posee; el que más y mejor promueve y hace posible la igualdad, la que reduce distancias, elimina barreras, remueve obstáculos, hace a las personas más libres, más seguras de sí mismo, y hasta las hace también más "persona" todavía.

Con la cultura se consiguen mejor los éxitos personales, se ponen más cerca ilusiones y anhelos, y se logra antes la realización personal y la propia autoestima. La cultura, a mi modo de ver, es el mejor capital y la mejor inversión que los seres humanos podemos hacer y tener.

Para mí, no hay inversión más rentable que esa. Lo he visto por mí mismo al promocionarme en la vida funcionarial desde lo más bajo hasta lo más alto.

Eso me hace sentirme hoy muy feliz porque, para mí, lo que cada uno consiga por sus propios méritos, comenzando a subir desde abajo, eso creo que es bastante más digno de encomio y merece mayor estima y consideración que si se comienza a subir desde lo más alto hacia una nueva cima; ya que subir mucho empezando desde arriba no es lo difícil, lo verdaderamente meritorio creo que es subir peldaño a peldaño, cuesta arriba durante todo el recorrido, llegando hasta donde se pueda desde lo más bajo, con el único apoyo y sostén de la propia valía, el particular coraje, el mérito y la capacidad de cada uno para conseguirlo.

Como en mi pueblo se dice, "partiendo de la nada y teniendo sólo una mano atrás y otra delante". ¡Ánimo, por ello, a los jóvenes que empiecen y me lean!

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