Indiana Jones no sólo es un icono del cine de varias generaciones, sino que a buen seguro resulta innumerable la cantidad de personas que han elegido la arqueología (a algunos conozco personalmente) como opción profesional, y que han encontrado su gran inspiración y su vocación desde bien jóvenes en el héroe de aventuras por antonomasia del cine.
Estamos, pues, seguramente, ante el final de una trayectoria que acaba con el personaje ya anciano y en su quinta película, mejorando la infamia que lo arrastró por la cuarta entrega, y adecentando un broche que bien iba mereciendo la franquicia, puesto que su protagonista, nuevamente y ya octogenario Harrison Ford, reconoce que hasta aquí ha llegado el asunto y que esta película supone un punto y final, un cerrar el círculo de uno de los grandes alter egos de su dilatada andanza por las pantallas de cine.
Indiana Jones y el dial del destino es una notable cinta de aventuras y acción que no viene a pretender lo que no puede ser y además es imposible, aunque en los pasajes en los que se muestra a Indy de joven se le queda a uno la mandíbula desencajada de lo que la tecnología y un buen presupuesto en efectos técnicos pueden llegar a lograr en la actualidad; realmente impresionante. Sin embargo, más allá de los alardes estéticos que aderezan el producto, el protagonismo recae en un Henry Jones (arqueólogo)/Indiana Jones (aventurero), que no oculta ni puede ocultar su edad de jubilado, y que se muestra con las limitaciones físicas de alguien de su edad pero que no arrastra en absoluto el sombrero y el látigo, y que deja claro que no sólo es un señor mayor, sino también Indiana Jones, casi pensionista ya, pero Indiana Jones, quien tuvo retuvo, y ese nombre se ha ganado un respeto por algo…
Viene todo esto a decir que Ford ha acertado pidiendo no utilizar un doble en las acciones de acción, y que se le vea la cara de cerca en las mismas, que no pasa nada porque los espectadores vean a un señor mayor en muy buena forma cabalgando con naturalidad como un señor mayor en muy buena forma, y que la película brilla manteniendo el espíritu de la franquicia (acertijos, nazis, gotas de humor socarrón, héroe perseguido en apuros, viajes por todo el mundo con localizaciones espectaculares, trampas, jugarse el tipo de inicio a fin… y música de John Williams que reverencia a una de las sintonías más reconocidas de la banda sonora del cine de nuestra vida. Se trata no sólo de un viaje que hurga en lo más bonito de la palabra nostalgia, sino un interesante ejemplo de película de las que ya no se hacen, espectacularmente ambientada, y que deja la sonrisa puesta hasta el final tras un estupendo giro de guión en su última media hora, de un total de 154 minutos de metraje que no llegan a hacerse largos y que sólo a la mitad del mismo hace tendencia al despiporre y el caos que desconecte al respetable con lo que está viendo. Indiana Jones ha vuelto, se ha despedido con dignidad y se ha marchado dejándonos a fans clásicos y también a nuevos adeptos con ganas de más. Como debe ser.
Puntuación: 7
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