Que apasionante es visitar los espacios que ocultan las cavernas sumergidas, nada más pasar el umbral de estas maravillas, penetramos en espacios ignotos en muchos de los campos de la zoología de invertebrados. Con los ojos pegados a las paredes, voy recorriendo este pequeño universo aislado, donde se pueden encontrar organismos de las profundidades y especies relictas acantonadas desde tiempos inmemoriales. Sin duda que las cuevas encienden la emoción de la investigación científica, y nos alumbran el intelecto con sorprendentes adaptaciones biológicas.
Hay cuevas de muchos tipos, algunas son pequeñas y angostas, muy posiblemente estresantes para un neófito en estas lides, y otras son enormes y espaciosas, con salas que recuerdan a las catacumbas cristianas de los primeros siglos, pero la mayoría tienen un tamaño medio. Las hay largas y peligrosas por sus muchos recovecos laberínticos y muchas otras, quizá la mayoría de las que conozco, son simples oquedades que profundizan en la roca horadada, y donde nunca se pierde de vista la entrada. Quizá las más famosas entre los buceadores son los túneles que presentan el gran atractivo de tener dos entradas y dos salidas simultáneamente según por donde se penetre a ellas. Si estos espacios comunicados por dos aberturas son muy largos, suelen tener una zona totalmente a oscuras en medio, como le ocurre a un lugar muy conocido en la preciosa costa de Beirut que tuve la oportunidad de explorar hace años. En el Mediterráneo hay zonas con cuevas muy bellas y sorprendentes. Casi todas ellas asociadas a las dorsales calizas y forman parte de los típicos “karst” de disolución. En Granada, se pueden visitar algunas muy bellas e interesantes, sobre todo, porque conservan, alguna de ellas, poblaciones de especies relictas, que muy posiblemente provengan de la época jurásica. Además, se concentran grandes recubrimientos de esponjas y corales que con su variedad y colorido, incrementan las ganas por el conocimiento de todo este variadísimos mundo de especies amantes de la oscuridad y luminosidad reducida. En la región de Ceuta, las cuevas a cierta profundidad tienen el gran atractivo de encontrarse colonizadas por colonias de la gorgonia Corallium rubrum, conocida por el gran público como coral rojo. Las cuevas del Líbano, no son menos interesantes y recuerdo un par de ellas ciertamente increíbles. Cerca de la costa libanesa, se producen pérdidas de agua dulce considerables, y dentro de estos ambientes someros, se encuentran acantonadas esponjas relictas que suelen encontrarse a mayores cotas batimétricas, y que se ven favorecidas debido a la oscuridad. Sin embargo, las cuevas volcánicas son también abundantes en los océanos, en el Mediterráneo son bastante raras, con la salvedad de la región de las islas Eolias, en Italia, que tiene algunas cavernas memorables en la isla de Vulcano. Allí tuvimos la oportunidad de describir una freza veraniega del raro coral Cladopsammia rolandi, un endemismo mediterráneo, que cubría todos los techos de esta antigua “catedral” volcánica. El lugar era tan relevante y bello entre los buceadores de la zona, que llevados por la devoción, habían colocado una Virgen para que custodiara la entrada de este hermoso lugar. En las islas del Atlántico macaronésico las cuevas se ven favorecidas por las erupciones volcánicas y hay de muchos tipos y tamaños; muchas de ellas todavía sin conocer y explorar. Las he visitado y las visito siempre que puedo en las misiones y campañas cientíifcas en las que participo, y siempre he tenido encuentros sorprendentes con organismos relictos y desconocidos para la ciencia. En Canarias, recientemente, la cueva llamada de la catedral en Puerto del Carmen, hemos descubierto poblaciones relictas de zoantídeos parasíticos (anémonas incrustantes) de esponjas y corales. En las Cuevas de Agua Dulce en Tenerife, también apareció una rara especie diminuta de anémona viviendo en el interior de los ósculos y canales de una esponja de grandes dimensiones; con este descubrimiento, se inauguraba en Canarias la investigación de este tipo de miniaturas zoológicas en el grupo de los actiniarios. Sin duda, las islas de Sal y Sao Vicente, en el archipiélago de Cabo Verde, me han proporcionado descubrimientos científicos en techos de cuevas bellísimas. Una nueva especie de coral de intenso color amarillo y anaranjado, Morabeza benitae ya descrita hace algunos años, y otras dos nuevas que esperan ser descritas, están acantonadas en los techos de varias cuevas. De las cosas que más me apasionan de las cuevas macaronésicas, es la decoración con corales negros que suelen estar en la entrada de estos hábitats, y esto hace, que mirando a contra luz desde el interior de las cavernas, uno tenga la sensación de estar en un sueño irreal de singular belleza, pasmado, y como embelesado por las formas de los antipatarios que caen en chorreras, y los contraluces con el color azul intenso del mar al fondo. En esos momentos, es mejor encender un foco que ilumine el techo un poco, para que el cuadro y la experiencia cobren vida y queden eternamente grabada en nuestra alma como una de los grandes tesoros que nos ofrece la mano de artista divino.
Es importante saber que las condiciones de las cuevas son muy distintas, si el fondo es sedimentario, o si por el contrario, está solo formado por rocas o cantos de piedra limpia. Esto será decisivo en la ecología del lugar, pues si hay sedimento fino, se producirán plumas de turbidez y fenómenos de abrasión, cuando el viento y el oleaje se recrudecen en el mar. En una cueva de cierto tamaño, se concitan zonas con una influencia de luminosidad y zonas completamente a oscuras, donde nunca llega la luz del sol. De esta manera, según la distancia a la que se encuentran de la entrada, vamos descubriendo una variación ecológica que va seleccionando a los diferentes organismos. Así, típicamente, encontramos a la entrada de las cuevas organismos con cierta tolerancia a la luz, pero que prefieren habitar en la penumbra. De esta forma muchos corales, algunas esponjas y otros muchos organismos pueden desarrollarse en estos enclaves, que muchas veces tienen una gran demanda. Las zonas interiores con la luz ya casi extinguida, suelen tener organismos más exigentes con las condiciones de oscuridad permanente, pero también a aquellos más tolerantes con la falta de luz que encontrábamos en la entrada. En los fondos de las cuevas donde no llega la luz, ya son pocos los que pueden habitar, y normalmente nos encontramos con especies muy especialistas en colonizar estos entornos.
"Al borde de la extinción. Las langostas herreñas o pintadas es uno de los no pocos tesoros de las cuevas someras de Canarias. Su exceso de pesca la ha llevado al filo de la desaparición"
Aquí la vida es más difícil, no por la falta de luz, sino por la ausencia de posibilidades alimenticias, suele ser el reino oculto de especies de filtradores muy especializados en explotar ambientes con escasos recursos nutritivos. A ciertas esponjas sin pigmentos, o con colores blancos, no le va nada mal en los fondos de algunas cavernas, y de la misma forma, también a algunas especies de corales, briozoos, moluscos, a los raros braquiópodos, y sobre todo a los crustáceos. Estos seres de apéndices articulados, patas largas y antenas prominentes, son muy hábiles para comer todo tipo de restos biológicos que traen las mareas al interior de las cuevas. Como sumideros de carroña, estos espacios de oscuridad y penumbra, guardan restos orgánicos en lenta descomposición, y son aprovechados, sobre todo, por los artrópodos. Las cuevas someras de Canarias guardan no pocos tesoros y entre ellos deseo destacar en este artículo, las langostas herreñas o pintadas (Panulirus echinatus). Con una distribución restringidísima a las islas de Cabo Verde, Canarias y algunas islas cercanas al continente americano, no se sabe mucho sobre su origen ni repartición geográfica actual. No se encuentra a mayores cotas batimétricas, y por ello, ha sido muy pescada para fines comerciales, y llevada al borde de la extinción; en la actualidad hay un intenso trabajo científico en la búsqueda de nuevos enclaves y escondites secretos naturales. Esta protegida de la pesca y se quiere desarrollar un programa de conservación más amplio para preservar estos pequeños santuarios someros habitados por la bella langosta. Todos los artrópodos marchadores suelen danzar ante las cámaras, y es una gozada verlos en acción dentro de las grietas y paredes oscuras en las que habitan. Pero cuando se está en presencia de un animal en serio riesgo, y peligro de extinción, se desarrollan sentimientos especiales de admiración y compasión. Primero, por ser un superviviente de otras épocas que ha sabido llegar vivo hasta nuestros días, después de haber superado todos los avatares geológicos, cambios climáticos naturales, y subidas y bajadas del nivel del mar. Para una especie de fondos someros, no ha tenido que ser nada fácil afrontar tantos retos. Después de todo esto, tiene que sufrir la sobrepesca del predador más implacable y cruel que existe en este planeta, nuestra propia especie, y esto aparece el sentimiento de piedad y compasión. Por todo esto, observar su danza frente a nuestras cámaras, su enorme curiosidad unida a su precaución, muestra una gran confianza en la propia vida. Se acerca y se aleja con sus elongadas patas teñidas de blanco y rojo, todo el conjunto rematado por botitas de pelusa amarillenta. Un auténtico alienígena, ¡quien podría decir lo contrario!, me vienen a la mente todas las maquinaciones y odiseas sangrientas ideadas por guionistas del cine, basadas en seres alienígenas con patas articuladas y feroces apéndices. Su fuente de inspiración, fue como casi siempre, los ecosistemas y las especies de nuestro maltratado planeta. La langosta pintada, vive al margen del hombre y su crueldad perenne en su mundo escondido, no necesita mucho más para existir que su espacio secreto; su hogar construido por el fluido telúrico del interior de la tierra. Se alimenta de lo que puede y cuando se lo permiten las corrientes que le traen comida, y de aquellos organismos que puede cazar.
Las cuevas someras son el refugio de la langosta canaria, de origen antiguo y futuro incierto. Penetrar en su reino de silencio y oscuridad es visitar un lugar perdido, somos extraños visitantes a sus ojos telescópicos capacitados para captar las mínimas trazas de luz, nos quieren escrutar pero no se atreven del todo, danzan para nosotros mientras nos movemos torpemente con nuestros trajes y los muchos artilugios del equipo, que deber ser llamativamente incomprensibles para estas criaturas. La ausencia de luz hace percibir de otra manera, y la luminosidad artificial obligada para observar a los seres que pueblan estos dominios fuera del tiempo. Quiero tocarlas, acercarme a ellas en son de paz, deseo hacer amistades, hacerles comprender que no voy a devorarlas en una suculenta barbacoa. Ruego para que capten mi intrusismo pacífico, que sepan que estoy de su lado y que lucharé para ayudar a que sigan animando los colores y las formas sublimes que nos elevan por encima de tanta mediocridad economicista.