Cuando salen a cubierta, en la mirada transparente del primer y del segundo capitán, se refleja todo el azul de ultramar, esa frialdad inabarcable que cala hasta los huesos y desconcierta al más insolente. Falsa impresión: unas explicaciones en inglés bastan para que atiendan, en exclusiva, a El Faro, y para que enseñen las entrañas del coqueto y veloz remolcador ruso ‘Shakhter’, atracado ayer en el muelle de Levante del puerto de Ceuta –por la tarde se trasladó al muelle de España– y que permanecerá en la ciudad hasta el mediodía del próximo lunes: “Estábamos acercándonos y no dejaba de observar el paisaje, así que lo único que he visto por ahora de Ceuta, me parece precioso”, dice, con cortesía, no exenta de sinceridad, el capitán Guryev Yuriy.
Bajo su mando, viajan treinta y nueve tripulantes; diez soldados y diversos rangos militares del Ejército de Rusia que, en un abrir y cerrar de ojos, se desperdigan, estirando piernas, por cubierta, popa, proa y, cómo no, por la tienda ‘Shop Ship’, abierta hace un mes en el interior del puerto, de donde salen bolsas en cuyo interior viajan botellas de vino español, queso o chocolates.
“Tengo muchas ganas de comida española”, dice el capitán, en un ruso que cambia al inglés el segundo capitán Oleksandr Gayvoronyuk para que el periodista lo anote en español en su libreta. Comida española que, no obstante, ya han degustado en los últimos días, concretamente en Cartagena, de donde vienen y donde hicieron un alto en el camino; la siguiente parada marcada es EEUU, a donde llegarán en dos semanas y razón por la cual llenaron ayer el depósito de gasoil, bajo la supervisión de eficaces mangueristas de Ducar, compañía provisionadora de los 100.000 litros de gasoil –“para ello, se tarda una hora y media”, indica uno de los operarios– que precisa el remolcador para saciar el hambre del depósito y llegar con garantías a América.
“Para un viaje tan largo, es preciso un equipamiento completo y de calidad”, dice Gayvoronyuk, mientras va mostrando departamento por departamento, habitaciones en las que están montadas una práctica cocina, un espacioso comedor, despachos funcionales e incluso una sauna de madera bien cuidada. Pero más allá de la necesidad o del lujo relativo, cobra importancia los “cuartos básicos”, como remarca el capitán. Se refiere al espacio donde están dos cámaras hiperbáricas, ordenador desde el que se detecta el mundo que habita “hasta cien metros de profundidad”, trajes específicos de buzo, salvavidas y un largo etcétera que posibilita, y casi garantiza, que surcar el mundo, de Rusia a América, pasando por Ceuta, resulte un viaje cómodo.