Se han cumplido en 2016 sesenta años de la independencia del vecino reino de Marruecos, un acontecimiento que tuvo su inevitable repercusión en la vida de nuestra ciudad. De tal suerte, desaparecía así la dependencia administrativa de la Alta Comisaría de Tetuán en la figura de su titular, el último el general García Valiño, en su condición de gobernador general de Ceuta y Melilla. Una inoportuna dependencia que generó no pocas controversias e interpretaciones erróneas cuando no interesadas en el plano político o en las propias reivindicaciones marroquíes sobre ambas. En las dos ciudades se vivieron de forma directa y con cierto grado de inquietud los acontecimientos, por su inevitable ligazón en tantos aspectos con el vecino Protectorado y por el propio temor de que Marruecos pretendiera anexionárselas en medio del clima de gran exaltación y ambición soberanista que se vivía.
El grave error de Francia de haber destronado a Mohamed V en agosto de 1953, contribuyó en poco tiempo a que el nacionalismo marroquí lograra la independencia. Tras su destierro a Madagascar, la violencia se fue cobrando cada día más víctimas y los nacionalistas vieron cómo su causa salía reforzada. El pueblo en masa pedía el regreso del sultán legítimo, lo que sucedió a finales de 1955, precipitando, como decimos, quizá antes de lo previsto, la emancipación del país.
El dos de marzo y tras diez días de negociaciones, Francia y Marruecos materializaban un acuerdo por el que el país africano se convertía en una nación independiente. Quedaba excluida la zona española que, momentáneamente, seguiría con su estatus tras la política del gobierno de Madrid de mantener alejada la región de las sacudidas que se habían producido en lado francés. “El necio error de Franco consistía en creer que la zona española escaparía a la independencia lograda en el resto del imperio cherifiano”, escribió Indalecio Prieto en su libro ‘Las convulsiones de España’, de forma que el general no tuvo más opción que mostrarse “caballeroso y generoso", como apunta el investigador francés Ignace Dalle en su libro Les trois rois.
Todos los intentos resultaron estériles. La política de hechos consumados de París propició que, treinta y siete días después, a las seis de la madrugada del 7 de abril, España reconociera también la independencia total y absoluta del país vecino, mediante la firma de una declaración conjunta y un protocolo adicional entre el ministro español de Asuntos Exteriores y el presidente del gobierno del Sultán. En los acuerdos se establecía un régimen transitorio, durante el que continuaba el estatuto vigente del Ejército español.
Ante la nueva situación, la postura de Madrid era de que si otras naciones disponían de bases militares en Marruecos, España también podía tenerlas. “La alianza hispano marroquí debe estar respaldada por un tratado de seguridad mutua”, decía el diario ‘Ya’ por aquellas fechas, y advertía también que “el gobierno de la zona es deudor de diez mil millones de pesetas”.
El caso de Tánger
Entre tanto Tánger conservaba momentáneamente su Estatuto de ciudad internacional, pero fue abolido, ocho meses después, por acuerdo de las potencias europeas, incorporándose, así también, al reino de Marruecos. Previamente y nada más conocerse de que Francia había decidido dar la independencia a su zona, comenzó de inmediato la fuga hacia Ginebra de capitales y del oro depositado en los bancos ante el temor de que la ciudad internacional dejase de ser refugio de dichas riquezas. Valga un ejemplo: de unas 30 toneladas de oro que existían en enero, tres meses después se veían reducidas a 8. La misma suerte corrieron toda clase de bienes, al tiempo que las viviendas sufrieron una drástica devaluación, cerrándose muchas de ellas. Desaparecieron los contrabandistas, los aventureros, los famosos, el próspero comercio se hundió y Tánger perdió para siempre, en poquísimo tiempo, su mito y su inigualable glamour que tan famosa la hizo en todo el mundo.
Los meses inmediatos a la independencia fueron muy difíciles para la población europea. Mientras el cuatro de marzo Mohamed V era recibido clamorosamente en Madrid, donde comenzaron las conversaciones hispano marroquíes, en la zona francesa venían produciéndose inquietantes atentados y asesinatos múltiples durante aquella primavera, incidentes que los ciudadanos franceses también sufrieron en sus carnes en Tánger. En Marraquech más de 25 personas fueron asesinadas vilmente y las tropas tenían la orden de disparar contra la multitud enfurecida.
Dos zonas, dos situaciones distintas
En septiembre se produjo la expulsión en masa de ciudadanos galos por sus actividades propagandísticas contra el gobierno marroquí, agravándose al mes siguiente los serios disturbios que venían produciéndose en la zona. 31 franceses fueron vilmente asesinados y otros 25 resultaron heridos, tras una revuelta provocada por la reciente detención de miembros del Frente de Liberación Nacional argelino. Mientras tanto en la zona española la situación seguía siendo más tranquila, y se iniciaba el paulatino e imparable éxodo de españoles tras 44 años de Protectorado español.
Sesenta años después de la independencia la huella española parece haberse borrado lamentablemente del norte marroquí. Poco o nada hicieron los sucesivos gobiernos para evitarlo, resultando en este sentido de especial importancia la magnífica labor que desarrolla el Instituto Cervantes. Las nuevas generaciones desconocen el castellano, reemplazado desde un primer momento por el francés, el segundo idioma nacional, la lengua del comercio y en la que se imparte la enseñanza superior, al tiempo que Al Yasira se ha hecho con la audiencia de la que gozaba en la zona la Televisión Española.
Relevos en la administración y el papel de Ceuta
A primeros de julio comenzaron en Tetuán las negociaciones para la entrega de poderes en la zona Norte del Protectorado. Las distintas delegaciones de la Administración continuaron con sus mismos nombres bajo la dirección de delegados marroquíes asesorados por técnicos españoles. Por otro lado militares marroquíes marchaban a España para formarse en las academias castrenses y los funcionarios del cuerpo general administrativo del Protectorado pasaban a integrarse en la administración española tras solicitar los destinos correspondientes en la Península o en Ceuta y Melilla.
En la vecina Tetuán los primeros servicios transferidos fueron los de Seguridad, Orden Público y Mejaznía Armada. Les siguieron los de la delegación de Cultura y Hacienda y, ya a finales de julio, las Mehal – las, al frente de las cuales quedaba el general Mizzian, jefe del Ejército Real en la zona norte, el que con anterioridad había sido comandante general de Ceuta entre 1950 y 1953.
En agosto se nombraban los nuevos gobernadores civiles de Tetuán y de Xauen, cesando a finales de dicho mes los delegados de servicio de la Alta Comisaría. También dimitía ante las autoridades marroquíes el Jefe Superior de Policía de la zona norte, Eduardo Comas Añino, renuncia que le era aceptada.
La única representación oficial de España en Marruecos quedó en manos del embajador en Rabat, y para el mando de las fuerzas militares españolas en la zona norte se nombraba, el 6 de agosto, a un general con residencia en Ceuta, el teniente general Alfredo Galera Paniagua, mediante un decreto de Presidencia del Gobierno por el que se cesaba también al último Alto Comisario, Rafael García Valiño. Al general Galera correspondería posteriormente la delicada dirección de la retirada de nuestras fuerzas en Marruecos que paulatinamente se fue llevando a cabo hasta culminar en 1962.
De inmediato varias ciudades veían cambiar sus nombres. Villa Sanjurjo pasaba a llamarse Alhoceima; Puerto Capaz, Yebba; Castillejos, Fnideq o Rincón, Mdiq.