Cuando los ojos fallan, el olfato es la mejor de las armas

Trotsky, Kacer o Negro. Son de los mejores perros de todo el Ejército, en parte por el intenso trabajo al que se ven sometidos.

“El año pasado se realizó la evaluación y quedaron de los mejores. Entre otros motivos, porque aquí tenemos medios para ejercitarnos todos los días y trabajo que hacer, en otros lugares no tienen esa suerte”, explicaba el cabo 1º Barea.
Pertenecen a una de las más recientes unidades de Ceuta, el Batallón de Cuartel General. La Policía Militar dispone de diez canes adiestrados para realizar algunas de las tareas más peligrosas, como manipular explosivos. “Un perro tiene cuatro millones de células olfativas más que un humano, hay que fiarse de él. A veces no se encuentra nada en el registro, pero es, casi siempre, porque el registro falla”.
Entre los diez perros del núcleo cinológico de la Policía Militar se encuentran de tres tipos: dos de detección de explosivos y minas, otro de seguridad, y la mayoría de ellos, siete, de detección de drogas y estupefacientes: heroína, cocaína, hachís y todos sus derivados.
La rutina, la de siempre: llegada al cuartel, la hora de ejercicio, y después el adiestramiento para quienes son los verdaderos soldados, los perros. “Perro y guía son indisolubles,un guía puede tener varios perros, pero siempre que salga un perro será con su guía”, explica el brigada Díaz, el jefe de la sección de la Policía Militar en la cual se enmarca el servicio cinológico, y además instructor nacional de estos animales.
Es miércoles por la mañana y empieza el adiestramiento, como sucede casi todos los días. “Charlie Charlie, comience el ejercicio”, se oye por el walkie talkie, y da inicio la primera parte, la demostración de cómo actúa un perro de seguridad y combate. Un intruso en las instalaciones que ha dejado un explosivo bajo un coche, es detectado y huye lanzando disparos al aire a pesar de los gritos de “¡Alto Policía Militar!”. Trotsky se lanza directo, guiado por su olfato, a la búsqueda de quien permanece escondido. No ataca, pero no pierde de vista al intruso que es cacheado por el Policía Militar. Cuando va a ser introducido en el furgón, intenta huir de nuevo. De nada sirve la orden que se le da de detenerse; justo después, a la orden de su guía, Trotsky no tiene dificultades en lanzarse sobre el fugitivo y atacar. Esta vez era una simulación, y el ladrón un figurante, por eso el pesado traje de protección evita heridas. “Aun así hay que tener cuidado, son perros con mucha fuerza”.
Algunos de estos animales han prestado servicio en misiones internacionales, como Líbano. Se enfrentan a las situaciones más arriesgadas, como detección de hombres armados o explosivos. “Siempre va primero el perro, a cierta distancia. Para empezar, es mucho mejor para detectar a alguien escondido, y mueve menos medios que si tuvieran que ir varias unidades con sus patrullas. Además, en estas situaciones, siempre es mejor arriesgar la vida del animal que la de una persona”, explica el cabo Barea.
Se suelen utilizar razas del estilo pastor alemán, pastor belga o similares. “Cualquier perro vale si lo adiestras bien. A veces falla el animal, a veces es el guía quien es malo”. Cinco meses y ya está operativo, tras lo que comienza a operar. “La edad en la que, se supone, es mejor un perro, es en torno a los 9 años,pero depende. Algunos, sin embargo, duran mucho más operativos”, apunta Barea.
Si es importante enfrentarse a un intruso armado, no menos arriesgado puede ser enfrentarse a un explosivo desconocido. Hooby es uno de los canes adiestrados para localizar todo tipo de este material, que está cuidadosamente guardado en el maletín del guía (personal e intransferible) con objeto de instruir. En este caso, el elegido es goma 2, oculto en un coche.
El intruso ya está detenido, pero se sospecha que haya escondido explosivos. Por eso, Hooby se introduce en el aparcamiento y busca con su olfato el explosivo hasta que detecta el coche, a la primera. En este caso se sienta. “Ahora, por ejemplo, acordonaríamos la zona. Después llamaríamos a los desactivadores de explosivos, de Ingenieros, y ellos se encargarían del explosivo”, añade el cabo primero que coordina el ejercicio.
Los perros del servicio cinológico reciben también cuidados para lograr que se encuentren lo mejor posible. Tres militares del Batallón de Cuartel General se encargan de mantener en estado óptimo las perreras, y dos tenientes veterinarios de la ULOG 23 se encargan de su estado de salud, al igual que el del resto de animales de la plaza. Cada perro dispone de un pequeño espacio al aire libre y otro cubierto, y es alimentado con pienso. “Cuando ya no son operativos, es posible pedir el perro y quedártelo como mascota, siempre después de cerciorarse que no es apto para el servicio. Algunos, por ejemplo, siguen siendo útiles para las alambradas, donde cumplen una función disuasoria e intimidatoria”, según apunta Barea.
La mañana termina con dos ejercicios de detección de drogas, que al igual que los explosivos, van en maletines en un recipiente de aluminio herméticamente cerrado. Primero, se deja en una de las mochilas. El cabo José María Barea introduce la sustancia en: “Normalmente hay que dejar pasar unos minutos antes de empezar, para hacerlo más realista y se extienda más el olor”. Esta vez da igual, porque aunque apenas se dejen pasar dos minutos, el can, Kacer, acierta a la primera.