El próximo fin de semana comienzan las fiestas. ‘Feria y Fiestas en honor de Santa María de África’, quede clara la denominación como históricamente sigue rezando su nombre oficial, hasta que, como sucedió en los años de la II República, los laicos de turno u otros no precisamente ateos, nos salgan diciendo más pronto o más tarde que hay que borrar cualquier referencia a la Patrona. Ojalá me equivoque.
Ferias un año más sin pregón ni pregonero. Erre que erre. Pero eso sí, ferias con ruido, con el ensordecedor ruido de siempre. En pleno centro, a pie de las viviendas de la Marina y alrededores. Guerra sin cuartel de watios y decibelios. A ver quien da más. Menos mal que el Hospital ya no está cerca del ferial. Aquello era para sufrirlo y soportarlo, especialmente si el viento soplaba de poniente.
¿Es que no es posible una feria sin ese atronador escándalo de equipos de sonido? ¿Es preciso tanto ruido para hacerla brillante y animada?
Dicen que por encima de los 90 decibelios y en función del tiempo de exposición, las personas pueden sufrir lesiones degenerativas en el oído e incluso pérdida de audición, además de propiciar irritabilidad, neurosis depresivas y estrés. Me gustaría saber hasta cuanto se dispararían esos niveles una cualquiera de estas locas noches en el parque de La Marina.
Pues eso, pensemos ya en un recinto ferial sin tan insoportable contaminación acústica, algo que, al menos en Ceuta, parece poco menos que una utopía, y no hablo ya sólo de la Feria. Para eso, me imagino, debería existir una normativa específica para el Real y proceder en consecuencia.
Se precisarían sonómetros, claro. Pero resulta que la Policía Local carece de ellos según hemos sabido esta semana, porque sus dos aparatos estaban averiados, vaya usted a saber desde cuando. Vamos, que para poder controlar la escandalera de las manifestaciones de los parados, tuvieron que pedir prestado expresamente uno y, con él en mano, controlar el dislate que traía en jaque a tantas personas. Digo yo, que de la misma forma y diligencia con la que se ha actuado contra tal algarada, ¿no podría hacerse lo mismo con el estruendo que irradia nuestro Real de la Feria.
Llámenme aguafiestas si quieren, pero atención a la sentencia de un juez de Alcorcón, que ha dado la razón a una asociación de vecinos, obligando al Consistorio al traslado del ferial “a donde no se alteren las condiciones de vida de los vecinos, dado que no es posible adoptar respecto a estos eventos medidas eficaces que impidan la contaminación acústica”, según leíamos en ‘El País’.
De nada han valido los argumentos del ayuntamiento de que las actividades feriales que se celebran en esos terrenos sean excepcionales y fruto del arraigo. Además, según se pone de manifiesto también en dicha información y para demostrar que los ruidos ocasionados por las fiestas “son difícilmente tolerables”, el magistrado destacaba que estudios encargados al efecto por el propio consistorio así lo manifestaban ya que “los niveles registrados son significativamente superiores a los máximos establecidos por la normativa ambiental”, concluía dicho estudio.
Total que si no se cambia de ubicación, el juez obliga al Consistorio de Alcorcón “a adoptar medidas eficaces para que no se superen los límites de contaminación acústica permitidos”.
Sobran más comentarios. Nadie dice que tengamos que ir pensando en abandonar ese extraordinario recinto ferial de la Marina, orgullo de propios y admiración de extraños. Ni hay terrenos para ello ni tampoco los encontraríamos mejor ubicados y con tan precioso escaparate.
Acábese aquí también, sí, con tan infernal problemática. Que podamos hablar, gozar de la fiesta, bailar o disfrutar de una atracción sin que nos martillee los oídos el bronco y estrepitoso rugir de los bafles en una especie de desenfrenada y loca competición de a ver quien puede más.
Atentos al parche. La sentencia no ha podido ser más clara. Y por lo que a mí respecta, cuando comience el estruendo ya estaré en un oasis de silencio, lejos de aquí. Este año paso de Feria. Y vaya mi solidaridad con ustedes, vecinos de la Marina, las principales víctimas diarias de ese torrente desenfrenado de decibelios.
Stribor Kuric, doctor en Sociología y técnico de investigación del Centro Reina Sofía de FAD…
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