Hace veintiséis años y en un camión especial de la compañía de transportes ‘Macarrón’, la imagen de la Virgen de África llegaba a la plaza de su nombre, aparcando a las puertas del templo.
En su interior, impecablemente embalada, se encontraba la talla de la Virgen, una vez concluido el proceso de restauración en el laboratorio del Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales (ICRBC).
Previamente, el citado vehículo había llegado a la ciudad aquella misma mañana quedando, en principio, estacionado frente a la delegación de Gobierno, donde permaneció, debidamente custodiado, hasta el momento de dirigirse al santuario.
De esta manera y después de diez meses y tres días de interminable y triste ausencia, nuestra Excelsa Patrona regresaba a su templo para reencontrarse, al día siguiente, con los ceutíes en medio del mayor fervor popular.
El privilegiado y reducido número de personas que tuvimos la dicha de estar presentes aquel 12 de diciembre de 1991 en el templo parroquial, difícilmente podremos olvidar el emotivo desarrollo del proceso de desembalaje y posterior colocación de la imagen sobre su peana, también restaurada, al pie del altar mayor, justo debajo de su camerino. Eran las 22.15 horas cuando comenzó la operación.
Cada paso del meticuloso desembalaje era seguido en medio de un impresionante silencio tan sólo roto por las labores de los operarios encargados de llevar adelante las faenas propias del caso.
Mientras, a quienes éramos testigos de aquellos momentos parecía entrecortársenos la respiración. Hasta se derramaba alguna que otra incontenible lágrima, no disimulada, cuando comenzaba a descubrirse el rostro de la Madre o la cabeza de su amadísimo Hijo.
Y es que, desde el delegado del Gobierno de entonces, Pedro M. González Márquez, hasta el último curioso que logró colarse en el templo a través de la sacristía después de cerrarse las puertas, permanecíamos presos de una especie de prolongado éxtasis de sorpresa y admiración ante esa nueva imagen de la Patrona que ahora contemplaban nuestros sorprendidos ojos.
Precisamente la que había quedado oculta entre vestimentas, adornos y serios deterioros por el paso del tiempo o por desafortunadas intervenciones para la conservación de la talla, desde tiempo inmemorial. Allí estaba ahora la imagen, tal y como la concibió haría unos seis siglos en su mente el artista para esculpirla y ser colocada en un retablo.
La misma que con idéntico aspecto nos trajeron los portugueses, la que habían venido contemplando tantos defensores de la plaza y los ceutíes de tiempos inmemoriales cuando se postraran a sus pies solicitando su protección.
Sinceramente y doy fe de ello, un reencuentro impresionante como de imperecedero recuerdo para todos cuantos tuvimos la dicha de vivirlo y los que pudimos contarlo en nuestros respectivos medios, en mi caso, y en directo, para COPE – CEUTA.
Aspectos inéditos
Transcurridos los instantes iniciales de estupor y curiosidad, las miradas inevitablemente se quedaban clavadas fijamente en la efigie de esa ‘nueva’ Virgen que aquella noche comenzábamos a descubrir con esos matices inéditos que la restauración había conseguido desvelar hasta para los más profanos en la materia.
Y así, unos y otros, con un entusiasmo latente, se aprestaban a señalar con especial ternura cualquiera de los detalles que la curiosidad les iba acercando.
- ¡Fíjate en su mirada cómo le ha desaparecido esa especie de estrabismo! - ¿Has observado la vestimenta que ofrece la propia talla?
- ¡Qué maravilla de imagen hemos recuperado y con todas las garantías propias del caso! Entretanto, el director del equipo de restauración, Raimundo Solís, era tajante con sus recomendaciones, algunas de especial dureza para la sensibilidad de la mayoría de quienes nos habíamos dado cita en el santuario: - La imagen no debería salir en procesión.
Ni vestida ni ornamentada, si se quiere preservar su conservación. Además de recuperarse la policromía original, se habían eliminado de la talla una serie de impurezas y deterioros de todo tipo. Incluso hasta se le habían descubierto unas lágrimas, algo que se desconocía desde el siglo XVIII, detalle que se pudo verificar al hacer desaparecer los repintados de los que había sido objeto. Como la propia llaga sangrante que el Cristo mostraba en su costado o las mismas manchas también de sangre del paño de pureza…
Primeras impresiones
Con mi micrófono de COPE cubrí aquella noche el acontecimiento. Conservo como un preciado tesoro la grabación de la retransmisión de la que me he permitido rescatar determinadas citas, a guisa de titulares, con algunas opiniones de determinadas personas que en aquella memorable noche de diciembre se encontraban en el santuario. Impresiones en caliente, a los pocos instantes de que la talla de la Virgen era mostrada, debidamente colocada ya sobre su peana.
“Estoy muy satisfecho. La imagen ha ganado en belleza y expresión, sin perder la suya propia”. (Pedro M. González Márquez, delegado del Gobierno). “Vestir a la Virgen de África sería como vestir a la Piedad de Miguel Ángel, que ya está vestida”. (Dorado Soto, obispo de la Diócesis).
“El mayor milagro realizado por la Virgen ha sido el de mantener intacta su talla. De haber recibido un golpe en cualquiera de las manipulaciones que sufrió podría haber quedado destruida por completo dado su estado de deterioro.” (Raimundo Solís, director del equipo de restauración del (ICRBC).
“Cuando el pueblo de Ceuta se acostumbre, a partir de mañana, a ver así a su Virgen de África se irá habituando también a identificarla de esta manera”. (Eduardo Gallardo, hermano mayor de la Cofradía) “Después de la restauración la imagen ha ganado un cien por cien de cómo la conocíamos.
Es una maravilla”. (Francisco Fernández Amador, vice hermano mayor) “Ha sido algo emocionantísimo, impresionante. Una labor de la Comisión de Patrimonio, y después de todos”. (José Abad, director provincial de Cultura) “Hemos asistido a un verdadero descubrimiento, y lo que más me ha sorprendido ha sido el Cristo, que es de una perfección que no podía yo entrever”.
(Manuel Abad, director provincial del Ministerio de Educación) “La Virgen da una mejor impresión en su silueta original que cuando está arropada por vestidos, pelucas, mantos o alhajas, que han impedido que generaciones anteriores disfrutasen de una imagen maravillosa”. (José Luis Gómez Barceló, investigador y actual Cronista Oficial de la Ciudad).
Y tras la polémica, la sensatez y la “verdadera” restauración
Pero la verdad sea dicha, los ceutíes no terminábamos de sentirnos identificados con el nuevo aspecto de la imagen de la Patrona. Además, machaconamente se nos quería imponer una visión de ella que no se correspondía con la que teníamos en nuestra mente desde siempre. Vestida y coronada. Inevitablemente afloró la polémica.
El Obispo, el párroco, autoridades, restauradores, artistas y algún que otro miembro de la propia Hermandad mantenían una cerrazón absoluta en que la imagen, para su conservación, por su belleza y origen, debería permanecer ‘desnuda’ y sin el menor atuendo.
En su estado original y fría. Tal y como salió de las gubias y pinceles del anónimo artista luso. Pero la fe y los sentimientos de un pueblo pudieron más que el capricho, la obstinación o las insistentes recomendaciones de los restauradores, quienes, incluso, rechazaban que pudiera salir de nuevo.
No fue fácil la lucha, pese a los razonamientos y a las pruebas presentadas por personas autorizadas en la materia, de que la Virgen podría perfectamente volver a presentársenos como siempre la conocimos, sin el mínimo menoscabo para su integridad.
De tal suerte, cada cinco de Agosto sin nuestra Excelsa Patrona procesionando se había convertido en un día muy triste. El pueblo no se resignaba a esta situación hasta que, por fin, decidió lanzarse masivamente a la calle ese mismo día de 1995 para exigir su salida ‘vestida y coronada’, tal y como debería también permanecer para siempre en su templo. Afortunadamente la razón terminó imponiéndose y todo volvió a la normalidad. Tras años de diálogo, sacrificios, protestas, ríos de tinta y debates en los medios de comunicación, los cambios políticos del momento y el propio reconocimiento de una realidad sin vuelta de hoja, determinaron que, felizmente, triunfara la sensatez y todos saliéramos ganando.
Pero como quiere dejar bien claro Paco Buades, un gran valedor de aquellos movimientos, “la verdadera Restauración y Consolidación de la Sagrada Imagen, tras el intento fallido de un ‘lavado de cara que duró nueve meses en el I.R.C.B.C. de Madrid’, se llevó a cabo con posterioridad, durante quince días de intensa actividad en el mes de julio de 1996, en una de las propias dependencias de su santuario”.
Un detalle digno de recordar ese excelente trabajo que llevaron a cabo los hermanos Solís, Joaquín y Raimundo, y la mujer de este último, Isabel Pozas Villacañas. “Ellos hicieron posible el definitivo forjado y consolidación para que la Virgen pudiera volver a salir con las máximas garantías”. El tiempo lo ha demostrado y les ha dado plenamente la razón a todos. Pero el relato de esta otra historia de la Patrona quedará también para su efeméride en una próxima ocasión.