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Un joven quemado y otro herido, carente de una extremidad, reflejos del drama migratorio
Dijeron ser de Guinea Conakry. Jóvenes, demasiado jóvenes y víctimas de un modo de pase que no tiene tanta repercusión en los medios de comunicación pero que conlleva consecuencias graves. En un simple cruce de frontera pueden perder la vida, atrapados en amasijos de hierro, expuestos a quemaduras o a abandonos cuando hay miedo a una actuación policial.
Dos subsaharianos de poco más de 20 años han vuelto a nacer. A los dos se les atendió ayer en el Hospital, presentando cuadros de absoluta pobreza, reflejo de la inmoralidad de quienes han traficado con sus vidas. Ambos han entrado en Ceuta previsiblemente ocultos en dobles fondos de vehículos y abandonados a su suerte. Uno, minusválido, al que le habían amputado una de sus piernas, llevaba consigo una prótesis. Fue atendido en el Hospital al presentar heridas en el muñón después de haber cruzado a Ceuta. Llevaba consigo la misma prótesis que le ha acompañado durante su periplo clandestino.
Otro compatriota tuvo que recibir asistencia médica al presentar quemaduras y erosiones por distintas partes del cuerpo, producidas al haber estado expuesto al motor de algún vehículo que terminó causándole quemaduras de segundo grado por las que tuvo que ser asistido en el clínico.
Son dos casos extremos de la inmigración, dos historias de hasta dónde se puede llegar para cruzar la frontera, con tal de pisar este lado, entregando sus vidas a quienes son meros traficantes de personas que encuentran su mejor negocio en un paso fronterizo controlado por pequeñas redes y flotas de vehículos patera.
Ambos, una vez recuperados, dispondrán de las atenciones debidas en el CETI, a donde han llegado otros compatriotas en condiciones extremas, aferrados a la única posibilidad que les queda. Cruzar.