El Papa Francisco ha dicho que hay que respetar el medio ambiente, que su protección es responsabilidad de todos. Ha dicho que hay que tender la mano a las personas que sufren, a los inmigrantes, refugiados, desplazados, víctimas de la trata y abandonados. Ha dicho que hay que pensar en un salario universal para los que no tienen un salario estable, porque es una consigna humana y cristiana. Ha dicho cosas peores, como permitir a los católicos divorciados y casados por segunda vez, que puedan comulgar.
Estas reflexiones y otros posicionamientos del Papa Francisco han provocado una especie de levantamiento terrenal –que no celestial- de líderes católicos conservadores, medios de comunicación y católicos de medio pelaje. No les gusta que el Papa se preocupe por los que no pueden llevar un plato de comida a su casa, por el medio ambiente, los refugiados y, mucho menos, que la Iglesia le dé cobijo espiritual a los divorciados.
Le han colocado el cartel de populista por decir que hay que pensar en un salario universal para que todo el mundo pueda comer. Una pretensión que no es un invento del Papa, porque antes alguien dijo: “Dad de beber al sediento”. Tampoco se ha inventado el Papa esta frase: “Amaréis al emigrante, porque emigrantes fuisteis en Egipto”. Palabras que deben conocer los líderes conservadores de la Iglesia, porque son palabras del JEFE del Papa Francisco. Tildar de populista al Papa por hacer un alegato sobre la protección del medio ambiente, tampoco cuela, porque no son tachados de populistas los democristianos europeos y llevan en su agenda política la protección del planeta.
El Papa Francisco no es populista. Es un plagiador de su JEFE. Ese que crucificaron por decir lo que él repite. Frases que no gustan a los líderes conservadores del clero y a sus voceros profesionales. ¿Por qué será?