Los recuerdos siempre brillan más en Navidad y en la Residencia Nazaret 68 velas alumbran ahora más que nunca los corazones de los ancianos que viven camino del pantano en compañía de las monjas y los cuidadores que les acompañan. Ya es Navidad y en sus pensamientos se amontonan los recuerdos y “unos viven las fiestas con alegría pero otros muchos con tristeza porque ni siquiera sus hijos vienen a verles aunque vivan cerca”, explica sor Paula, una de las seis monjas de la congregación guatemalteca Marta y María que se ocupan de la residencia desde hace seis años. Explican que “hoy se les ve a todos muy animados y sonriendo”. Hoy ha sido el gran día. Han demostrado el trabajo realizado desde hace un tiempo. Ya no están tan solos. Un proyecto de dinamización puesto en marcha por técnicos en Integración Social en prácticas de la Cruz Roja se ha encargado de ello. “Se trata de uno de los colectivos que más atención requiere y los grandes olvidados”, explican Virginia y Rubén mientras reparten la merienda entre los ancianos. “Hemos querido dinamizar el centro, que no se quedaran durmiendo todas las horas del día frente a la televisión en sus sillas, que siguieran viviendo y disfrutando”. Lo han conseguido. El Centro de Mayores ha hecho los trajes, voluntarios de la entidad han montado el decorado y los propios ancianos de Nazaret han protagonizado un belén viviente donde no ha faltado detalle. Ángela ha sido la Virgen María. “Nos lo hemos pasado bien y estamos contentos, pero es mucho trabajo y la verdad...me encanta que nos visite gente”. Todos piensan lo mismo. Una de las residentes baila animadamente los villancicos que el Coro del Valle interpreta. Nunca falta a la cita con los mayores. Ayer por la tarde coincidieron varias actividades. Representación, reparto de regalos por parte de Cruz Roja a cada uno de los mayores, merendola y música. “Ha coincidido pero están mucho tiempo solos y simplemente hablar con alguien les hace un poquito más felices y hay que pensar eso y ayudar lo que podamos”, comenta Preeti, una de las voluntarias de la entidad. Las monjas también lo agradecen pero les recuerdan cada día que no están solos. Que “el ser humano podrá abandonarles pero Dios nunca lo hará”. Pero a ellos nadie les quita de la cabeza que es Navidad, el mes de la paz, la generosidad y las buenas acciones. Y que a veces, son entidades para ellos desconocidas las que les ofrecen el cariño que ni siquiera sus propios hijos se molestan en hacerles llegar. “Algunos se ocupan, otros sólo por dinero y muchos otros nunca más vienen a verles”, dice una de las monjas. La Navidad no ablanda a todos por igual. A ellos el paso del tiempo les ha enseñado a seguir riendo pese a las tristezas y pese a ser Navidad o Cuaresma.