Crónica de un rescate

En la madrugada del 10 de febrero, la gabarra Sea Dweller, de 87 metros de eslora y 3,4 toneladas de peso, encallaba tras colisionar con los isleros de Calamocarro.

La embarcación, especializada en el suministro de combustible a las naves fondeadas en la bahía de Ceuta, quedó a la deriva por una avería en la sala de máquinas tras el impacto y fue finalmente trasladada al Muelle España de madrugada sin lamentar daños entre la tripulación ni fugas de fuel. La web Naucher Global, que recoge noticias del sector naval, reconstruye los hechos a partir de datos y testimonios de aquella noche. “El práctico de guardia en el puerto de Ceuta, Federico Larrea Barturen, recibe una llamada telefónica del capitán marítimo de Ceuta, Jesús Fernández, que le informa de la situación crítica de un buque en las proximidades de Calamocarro y le pide que acuda para llevar a cabo la maniobra de aproximación”, recuerda el inicio del relato. También detalla el nombre del capitán, Oleg, un joven ucraniano, y añade que los tripulantes eran todos filipinos. El buque, de bandera chipriota, está registrado a nombre de un armador domiciliado en Atenas. Naucher Global asegura en su crónica que el petrolero no pudo trabajar aquella jornada por el fuerte temporal de levante y decidió poner rumbo a Algeciras, pero poco después se vio obligado a regresar a Ceuta. “Los controladores de tráfico del Estrecho, en el Centro Zonal de Coordinación de Salvamento de Tarifa, llamaron con insistencia al petrolero, al que veían en sus pantallas comportarse como un barco a la deriva. Pero el capitán Oleg les aseguró que no pasaba nada”, asegura el relato. Poco después acabaría encallando y con la sala de máquinas inundada. “Cuando el práctico Larrea se prepara para atender la llamada del capitán marítimo Jesús Fernández, las condiciones meteorológicas, noche oscura y fría, eran extremas, con vientos de fuerza 8 a 10 y oleaje de 3,5 a 4 metros de altura, lo que convertía las operaciones de dar un remolque de emergencia al buque y el embarque del práctico en trabajos de extraordinario peligro y complejidad”, añade. La crónica de Ricardo Enebros sitúa a los Los tripulantes del Sea Dweller “congregados en la proa del buque, el lugar que parece menos inseguro, esperando el rescate, alguien que llegara a ayudarles”, y desde allí observaron cómo la lancha de prácticos avanzaba penosamente hacia ellos entre el fuerte oleaje.

Le recibieron “alborozados” al ver al práctico Larrea, al que conocían por las veces que había embarcado para asesorar en las maniobras. El experimentado patrón del remolcador Bulldog colaboró en el rescate, así como el Luz de Mar, de Salvamento Marítimo. Tras batallar contra las olas, la gabarra quedaba amarrada a la cara de poniente del Muelle España. En el punto y final a su crónica, Naucher Global lanza la pregunta de si realmente el buque estaba en condiciones de continuar prestando labores de suministro de combustible en la bahía.

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