Categorías: Opinión

Crónica agosteña

Dce el refrán que agosto lleva la culpa y septiembre la pulpa. Valga la paráfrasis: la culpa de lo que se nos avecina se trama este mes y la pulpa de la realidad comenzará a fructificar en septiembre. En medio de esta crisis demoledora, Agosto, aparentemente, parece marcar una tregua en la convulsión. Es como un bálsamo anestésico en el que cada cual, según sus posibilidades, trata de olvidarse de lo que, a buen seguro, nos espera para el otoño.
Sumido en esta tétrica situación, a uno le viene a la mente aquel río de oro que, especialmente en este mes, inundaba la economía ceutí con sus comercios y calles abarrotados por un turismo de compras para el que el precio de los barcos no era un factor disuasorio, por lo que la marca Ceuta ofrecía entonces a los comprador peninsular.
Aquello pasó y nuestros agostos, concluida la feria, paulatinamente nos fueron dejando una ciudad triste y semivacía, que ahora parece querer mejorar su semblante. Hay cierta animación en calles principales y terrazas, de la que no son ajenos algunos comercios. Se perciben los foráneos, especialmente los ceutíes de la diáspora con sus respectivas familias, aunque no en el número que desearíamos. La corriente hay que buscarla en el turismo de Marruecos. La Fiesta del Trono alegró la caja de bastantes establecimientos y, del mismo modo, el fin del Ramadán se presenta también prometedor. La emergente y cada vez más numerosa clase media marroquí está llamada a ser el balón de oxígeno que tanto necesita nuestra economía. Los hechos van demostrándolo.
Pensar en la opción del turismo peninsular sigue siendo una quimera. Son de agradecer las promociones existentes, pero si las tarifas de las navieras no dan el menor respiro es imposible generar esa corriente de visitantes que los atractivos de la ciudad podrían propiciar. Atractivos reales. Cualquiera de nosotros somos testigos del grado de sorpresa y satisfacción que se llevan familiares, amigos y conocidos cada vez que les hacemos de cicerones. Gastronomía, playas, actividades marinas, panorámicas, clima, limpieza, patrimonio histórico, el incomparable Parque del Mediterráneo, un centro histórico y comercial bello y atractivo, tranquilidad o la misma opción del encanto del salto a Marruecos a tiro de piedra…
Lo oímos una y otra vez este mes por nuestras calles, pero siempre con el añadido lamento del precio de los billetes del barco. ¿Una naviera municipal, como sigue reivindicando Caballas? Utopías no, por favor. Menos aún en los dramáticos momentos por los que pasa la economía del país y la propia Ciudad Autónoma. Distinto es la iniciativa de una sola naviera en la línea que permitiese abaratar los costes, pero esto no parece encajar en el puzzle de la libre competencia de la UE.
Uno, que ha vivido en Ceuta toda su vida, ya en el tramo final de la misma no logra hacerse la idea del billete económico, como correspondería a una ciudad cuya única vía de comunicación con el resto de España pasa forzosamente por la conexión marítima. No se logró con el régimen anterior ni tampoco con los sucesivos gobiernos de la democracia. Es más, nuestra gran decepción fue cuando la tan deseada implantación de varias compañías ha venido a significar más de lo mismo.
Así es que a seguir pagando billetes caros, porque otras perspectivas no se vislumbran. Quienes efectivamente los pagamos, claro. Porque, incomprensiblemente, para el personal militar ese billete sigue siendo totalmente gratuito sin que los recortes les haya afectado en absoluto. Tal exención era comprensible cuando el servicio militar obligatorio arrancaba de sus trabajos y hogares a tantos jóvenes para servir a la Patria en nuestra ciudad. No es el caso actual tratándose de profesionales como cualquier otro trabajador público.
Además de billetes caros y tener que llevar el D.N.I. en mano al adquirirlos o al embarcar, ahora, desde el uno de septiembre, nos tocará también tirar de ese folio que acredita la vigencia de nuestra condición de residentes, so pena de tener que abonar la tarifa normal. Es de agradecer la gratuidad del certificado y la agilidad en su expedición por el Registro General, al menos en estos primeros días, hasta tanto se arbitre otra fórmula más operativa.
Pues nada, billetes caros, D.N.I. y certificado a la vista a la hora de embarcar. ¿Qué será lo próximo?

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