Todos sueñan con llegar a solista del ballet de Moscú pero pocos consiguen cumplir ese sueño. Cristina Terentiev lo está viviendo, pero mira al presente con humildad y, sobre todo, con pasión, base y esencia para dedicarse a una profesión sacrificada pero, de la que afirma que “no cambiaría nada”.
Con ocho años comenzó en la Escuela de Coreografía de Chisinau y desde entonces su carrera ha ido in crescendo hasta ser la cara principal de la famosa compañía moscovita con la que esta noche debuta en el Auditorio del Revellín, donde dará vida a Clara en la famosa obra del Cascanueces.
–¿Todas las niñas rusas sueñan con ser bailarinas?
–Al igual que aquí, no es un sueño de todas las niñas. Lo que sí que es cierto es que en Rusia la danza, el ballet clásico se vive de otra manera. La gestión educativa de un bailarín está mucho más regulada, hay mas opciones y alternativas de aprendizaje.
–¿Qué cualidades debe tener la primera bailarina de un ballet tan importante como el de Moscú?
–Has de entregarte al máximo, ser consciente de los rasgos de cada uno de los personajes que interpretas. Prepararlos muy bien tanto a nivel coreográfico como actoral.
–¿La compañía terminó siendo algo similar a lo que había soñado?
–Mejor aún, se recompensa mucho el esfuerzo ya desde dentro de la compañía. El hecho de poder compartir dudas, buenos ratos. Es muy fácil hacer crecer las funciones gracias a todo el equipo.
–¿Cuál ha sido su mayor sacrificio?
–No considero que el ballet me haya supuesto nunca un sacrificio. Cuando amas lo que haces todo te recompensa. Muchas horas, mucho sudor, muchos dolores musculares, pero todo esto te lleva adonde quieres ir.
–¿Cuál es su ballet preferido?
–Sin duda alguna, el ‘Lago de los Cisnes’. Aunque representa una gran complejidad interpretar a Odette y a Odile, supongo que es ese reto el que hace que me resulte tan interesante.
–¿La escuela rusa sigue siendo la más importante del mundo?
–Es un gran punto de partida, no sé si el mejor, pero la perfección técnica, el rigor físico que tan famosa la han hecho, te permite posteriormente añadir fluidez que tal vez estaría más relacionada con la escuela francesa o italiana.
–¿Considera que ha llegado a lo más alto de su profesión o todavía tiene camino por delante?
–Mi situación actual es muy buena. ¡Soy solista del Ballet de Moscú! Estoy muy bien aquí. No sé si es lo más alto a lo que puedo aspirar, pero si no lo es, estoy muy cerca.
–¿Cuáles definiría como sus mejores habilidades para haber alcanzado la posición que ocupa en la compañía?
–Tal vez no soy yo la que debería responder a esta pregunta. Sé que he trabajado duro. Y tanto la dirección de la compañía como el público creen en mí. Y, por mi parte, trabajar para seguir ofreciendo todo lo mejor que puedo en el escenario.
–¿Realiza algún tipo de ritual antes de salir a escena?
–Todos tenemos nuestros pequeños rituales o manías. Los ejercicios de concentración en el camerino me son de gran ayuda. Y como dato curioso le diré que siempre entro al escenario con la pierna derecha (risas).
–De los actos del Cascanueces. ¿Cuál es el que presenta mayor dificultad o técnica?
– El Pas de deux con Alexey (Cascanueces) tiene varios momentos complicados técnicamente. Afortunadamente al estar casados y vivir juntos hemos tenido la posibilidad de trabajarlo muchísimo, hasta dotar a esos pasos de fluidez, de limpieza, pese a necesitar de un gran esfuerzo físico
–¿Qué momento de la representación no se debe perder el público?
–Todos los momentos de la obra tienen algo especial. La historia en sí es muy bonita, mágica. Creo que es importante dejarse llevar por ella y disfrutar cada segundo de música y danza.