Creación sin límites

Hamadi Ananou suele recordar que la fotografía se cruzó en su vida siendo aún adolescente, con apenas 18 años, y que desde entonces ha sido incapaz de dejar de encuadrar, de disparar, de captar vida y plasmarla en papel. I

nstalado desde entonces en esa frontera difusa de la que sólo tienen la suerte de disfrutar los privilegiados que confunden profesión con devoción, su teléfono no deja de sonar desde hace años para que sus obras cuelguen en salas de exposiciones de cualquier rincón del mundo: Ceuta, Rabat, Londres, Buenos Aires, Nueva York, Manila, Messina... como si su creación trazase un mapa mundi particular, en blanco y negro o color. Reportero, fotoperiodista, freelance en viejos conflictos que asolaron las esquinas olvidadas del planeta, Ananou encontró en Ceuta hace ahora dos décadas un rincón en el que asentarse con sus cajas atiborradas de negativos e instantáneas. Y desde aquí, como alma inquieta que es, organiza exposiciones, una tras otra, para continuar alimentando esa pasión por encerrar para la posterior, tras su objetivo, fragmentos cotidianos. Esa producción incombustible ha tenido en febrero citas a ambos lados del Estrecho. El día 14 bajaba el telón de Bicefalia, una muestra que acogió el Instituto Cervantes de Tánger y que puede presumir de ser ya la que más afluencia de público ha registrado en toda la historia de la institución. Coincidencias del calendario, ese mismo día y unos cientos de kilómetros hacia el norte, inauguraba otra en el pequeño municipio de Ponte de Sôr, un auténtico reducto de la cultura europea en Portugal pese a sus escasos 8.800 habitantes. Hamadi Ananou reconoce su satisfacción al hacer balance de la primera, Bicefalia, que contó con el respaldo clave de la Ciudad Autónoma y de la Fundación Premio Convivencia. “Tuvo una acogida tremenda, con domingos de hasta 225 visitantes en una ciudad como Tánger”, celebra. Durante casi un mes los visitantes se toparon con una retrospectiva desdoblada en dos: imágenes captadas en otoño de 2011 en Ifitry y Essaouira (Marruecos), con retratos de pescadores curtidos, de zocos decadentes pero inmensos de vida, de atardeceres y medinas. Y como contrapeso, fotografías en color de su estudio del toreo, un clásico en su producción que derrocha movimiento, plasticidad y color. La nueva apuesta en tierras lusitanas, recién inaugurada, lleva por título Alcancía y es un encargo expreso del Centro ‘Sete Sóis, Sete Luas’. En el corazón del Alentejo portugués, donde Ananou ha aprovechado para impartir talleres, luce hasta el 9 de marzo una selección de imágenes que el autor concibe como “un homenaje a la mujer árabe, el colectivo con mayor peso pero menos relevancia en esos países”. La muestra viajará en noviembre a la Toscana italiana, penúltima etapa de su irrefrenable vocación creadora.