Hace cuatro años que se cruzaron los caminos de Clint Eastwood y Bradley Cooper con El francotirador. Aquello fue un golpe de destino clave para la carrera del segundo como realizador, cuyo estilo sobrio, clásico e intimista bebe claramente del maestro, y como es obvio, también para el devenir de la película que nos atañe.
Se comenta que la cuarta versión (cuatro ya) de Ha nacido una estrella estaba en el cajón de ideas de Eastwood, con Beyoncé en mente, pero dicho cruce de caminos acabó con el veterano director cediendo y también produciendo el proyecto a Cooper para, en un alarde de valentía, meterse en semejante lío; se reserva además mando en plaza con el guion y el papel (¿co?)protagonista de estrella de la canción en declive (drogadicto y alcohólico, como mandan los cánones) que descubre por casualidad, dichoso azar, un talento natural en la voz de una camarera cuya voz deja más que evidente que más temprano que tarde va a triunfar, y mucho.
Pero estas cosas del roce, es lo que tiene, que acaba convirtiéndose en cariño, en ocasiones más que eso, y las personas tienen la tendencia a complicarse la vida enamorándose… Otro alarde de valentía llevó a Cooper a contar para el otro papel protagonista con la universal Lady Gaga. Cuenta el propio director que coincidieron en una gala benéfica, la oyó cantar La vie en rose, nuevamente el destino, y casi como ocurre en la propia película fue un flechazo tan grande que tuvo que recrearlo en la ficción. Pues bien, la cantante se convirtió en estupenda actriz, destila química a destajo con el personaje de Cooper, que también está soberbio en un papel escrito para lucirse y que aprovecha con brillantez, y ambos soportan el peso emocional de un proyecto que, además, está dirigido con inesperada delicadeza y sensibilidad para un debutante, acariciando cada escena, cuidando cada pequeño detalle, rozando la fibra sensible del espectador en la primera hora de metraje y quizá recreándose en exceso hasta alargar el mismo de forma innecesaria.
Poco importan los clichés (algo sí, pero poco), ya sabes cómo ocurre todo y también el anunciadísimo final a poco que sepas de las tres versiones anteriores, poco importa incluso que se trate de un musical si no te gustan los musicales. Porque la banda sonora encaja en la historia y es brutal (Lady Gaga es una diva y Bradley Cooper canta muy pero que muy bien), está maravillosamente interpretada y se disfruta con todos los sentidos, latido a latido.
Estar rodeado de amapolas no nos hace olvidar que estamos en un descampado, y la cinta no es perfecta, pero si analizamos la razón de ser del cine, cumple muy, muy sobrada con su objetivo. El mío era ver sonreír a la persona que me acompañó, y lo conseguí con la incalculable ayuda de Bradley Cooper. Con ello me tiene ganado el voto de confianza y de momento el aplauso…
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