O no tan ilustres a tenor de sus actuaciones, pero la cuestión es que el año se está cerrando con el anuncio de imputaciones judiciales a dos insignes personajes de este país. El uno, confirmando la periodicidad de la historia, un ministro socialista saliente, y el otro, sorpresivo y sorprendido, un familiar directo del Rey.
Toda sospecha de delito e imputación, no tiene porque acabar en la culpabilidad de los actores principales. En este país somos muy dados a utilizar el dedo índice de forma acusadora, rauda y veloz, olvidando que, a quienes señalan nuestras inculpaciones son personas con un trasfondo social y humano parecido al nuestro, y que en el caso de ser inocentes, les costará carros y carretas borrar de su vida la llaga de la equívoca acusación.
El otrora adalid de los ejércitos del fácil dedo acusador, José Blanco, se ha visto arrojado a los pies de los caballos tras su incorrecta, y ojalá no sea delictiva, reunión en la sombra de una gasolinera en el interior de su fastuoso coche oficial. Es decir, nada de luz y taquígrafos, todo lo contrario de lo que deberían ser las premisas de cualquier ministro.
Esto era algo previsible, ya lo dice el refranero popular, “dime de que presumes y…”. No había más que verlo con que ímpetu y fogosidad se desgañitaba en púlpitos, estrados y pasillos exigiendo a los demás lo que no ha sido capaz de aplicarse a si mismo.
Es que en esto del doble rasero la progresía tiene mucha experiencia. Desde sus albores, el mismo partido, con las mismas siglas, gritaba libertad con la misma devoción con la que guardaba riguroso y cumplido velatorio a un asesino, según reflejan las hemerotecas.
Pero esto no es lo peor, porque errores cometemos todos. Lo peor viene cuando no rectifican. Ahora les ha dado por lo importante que es decir “violencia machista” en lugar de “violencia en el entorno familiar”, eso si, hay que llamar, por narices “matrimonio” a la unión entre personas del mismo sexo, en lugar de llamarlo, por ejemplo “homomonio”. Lo importante es confundir y confundir es engañar.
Es igual, es lo mismo, parecen decirse unos a otros. Este país lo aguanta todo, desde una guerra civil a crímenes de estado, de ministros iliteratos que acaban en prisión hasta cuotas ministeriales según sexo, desde rocambolescos directores de la guardia civil fugados en el exótico oriente hasta EREs que facilitan jubilaciones privilegiadas de una casta de oro andaluza. En esto del sufrimiento, los españoles estamos curtidos como cueros viejos. Hemos soportado, durante los más de 30 años de democracia 5 legislaturas socialistas, y la verdad, para soportar esto hay que tener temples y la piel muy endurecida.
Los progresistas, en su afán por parecer lo que no son, se meten codazos y dedos en el ojo cuales mouriños cualquiera, despreciando una y otra vez a quienes gozan y ejercen de mayor educación y formación entre ellos, dejando de lado a personas valiosas que bien pudieran aportar a este país, a esta ciudad, gran parte de sus ideas que, aunque para mi obtuso cerebro no son de agrado, comprendo que no tienen por qué ser malas.