Hace años cuando nos informaban de la violencia que ejercían los narcotraficantes en distintos países de América Latina pensábamos que eran situaciones más propias de películas que de la vida real. En nuestro país esas muestras de violencia extrema eran impensables, pero con el paso del tiempo las organizaciones criminales ejercen cada vez más la violencia para lograr sus objetivos criminales. No les importa el daño que pueden causar.
Una evolución muy preocupante, porque los ciudadanos sufren una violencia que les es ajena cuando estas organizaciones se enfrentan a otros grupos de delincuentes o intentan huir de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Sin embargo, no podemos olvidar que los primeros agraviados por estas organizaciones criminales son los guardias civiles y policías que día a día se enfrentan a ellos en inferioridad de condiciones y de medios. Guardias civiles y policías que en su inmensa mayoría hacen su trabajo con honradez, lealtad y dignidad, dando lo mejor de cada uno de ellos para proteger a los ciudadanos de esta lacra criminal.
Guardias civiles como los dos asesinados en Barbate, mientras una jauría de degenerados aplaudía y alentaba a los narcotraficantes. Narcos que, una vez detenidos, tratan de excusarse manifestando que eran meros pasajeros de la narcolancha o testigos de lo que pasaba y, por tanto, su responsabilidad es menor por no pilotar el arma criminal. Esa es la excusa en la que no debemos caer, porque cada miembro de estas organizaciones tiene un papel muy bien definido, una función en la que no pueden errar porque no conseguirían su propósito final y, por tanto, ningún objetivo se puede conseguir sin la ayuda de esos colaboradores necesarios.
En ese mundo de conseguir dinero sin importar el daño que provocan a las familias, a la sociedad que tiene que lidiar con estas adicciones y a los policías y guardias civiles, nos encontramos más de lo que nos gustaría a guardias civiles y policías que colaboran con estas organizaciones criminales.
Son guardias y policías que forman parte de ese eslabón criminal que no les importa pasar por encima de sus compañeros, de llevarse por delante el coche de una familia que disfrutaba de un domingo de ocio. Ellos son un eslabón de esa función bien definida de las que hablaba y, por tanto, no pueden mostrarnos una cara amable o hacernos ver que no tienen responsabilidad moral de ese daño que ejercen sus compañeros de fechorías. No son compañeros, porque nunca lo fueron y, por tanto, son los más despreciables de esa cadena, de esas organizaciones que no dudan en atentar contra los policías y guardias civiles, de atentar contra la salud de miles de jóvenes.
Ese es el sentir de los guardias y policías y debía ser el sentir de la sociedad hacia estas organizaciones e individuos que tanto daño nos hacen y tanto descrédito generan. Se puede decir más alto, pero no más claro y con este artículo de opinión quiero trasladar nuestra repulsa a los que de manera anónima se atreven a cuestionar la honorabilidad y profesionalidad de la inmensa mayoría de los guardias civiles y policías.
Efectivamente, como decía con sarna ese ciudadano anónimo en este mismo medio “otro caso aislado, seguido de risas”. Parecer que ha ido más de una ocasión en esa dirección junto a algún otro rencoroso de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Esto que escribo es nuestro sentir y el sentir de la gente honrada, que no es otro que el rechazo a la indecencia y el apoyo a los que se dejan la piel en defensa de la seguridad ciudadana y de los valores constitucionales, porque como decía, nosotros los guardias civiles y policías somos los primeros agraviados y también los primeros que denunciamos y despreciamos estos comportamientos.
Efectivamente “otro caso aislado”. Uno solo es mucho.
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Cuando los que tendrían que dar ejemplo de humanidad, honestidad, honradez etc etc etc, son los mayores supuestos DELINCUENTES, que es lo que hay en el gobierno español, cuando ya hace años que se perdió el PRINCIPIO DE AUTORIDAD.
Y si miramos a los altos mandos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, estamos en el mismo orden.