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Coronel 'Yoyo': “No podíamos imaginar que iba a suceder la Marcha Verde”

Le llaman ‘Yoyo’ desde la academia de oficiales. “Empezaron y ya siguieron por ahí... para siempre”, explica. Es un veterano del Sáhara, y veterano de la Legión. Coronel en la reserva, vive en San Fernando y participará en el encuentro nacional de legionarios en activo, antiguos legionarios y legionarios de honor. En su caso, desempeñó como legionario todos los empleos desde teniente hasta teniente coronel. Merece oír su historia, que es la de uno de los que permanecieron en el Sáhara hasta el último día.
–¿Comenzó siendo legionario?
–No, pero en cuanto pude, pedí un destino de teniente. Saliera donde saliera, fue en el Sáhara. Y a los seis días tuve mi bautismo de fuego. Después, estuve en la Legión en todos los empleos. En el Sáhara estuve 15 años, aunque bastantes de ellos en el Servicio de Inteligencia como director de la policía territorial (predecesor de lo que hoy día es el CNI).
–¿Recuerda ese bautismo de fuego del que habla? ¿Cómo sucedió?
–Iban unos carros delante de nosotros, y al subir una duna fueron atacados por los marroquíes. No llevaban el uniforme, pero estaba claro que eran del ejército. Y ahí iba un sargento con la cabeza fuera, y le dieron con una bala en la boca; tuvo la suerte de salirle por la mandíbula, y comenzó el enfrentamiento. Eran unos cobardes, creo que sólo presentaron batalla y no huyeron porque vieron que iban en camellos y nosotros en vehículos.  Al final ellos tuvieron dos bajas, que enterraron los nativos saharauis que iban con nosotros según los ritos islámicos.
–Es de imaginar que dejar el Sáhara sería una sensación amarga...
–Por supuesto. Y es curioso. En aquella época, estaba como director de la policía territorial en una de las zonas en las que se dividía el Sáhara. Estaba en el servicio de inteligencia, y vimos cómo estaban construyendo algunas estructuras de cemento un tiempo antes de la Marcha Verde. Nos llevamos una gran sorpresa cuando descubrimos que estaban construyendo unas plataformas de cemento en medio del desierto, aunque no sabíamos para qué era.
–¿Qué pensaron?
–Que estaban preparando un ataque. Y más el día en el que por fin descubrimos de qué se trataban aquellas plataformas. Nos enteramos de que se habían quedado ellos sin gasolina, y cogí el coche para ir hasta allí y hacer fotos. Resultó que eran depósitos de agua. Y claro, lo más importante para planificar una invasión en el Sáhara es el agua, así que es lo que pensamos.
–¿No se esperaban la Marcha Verde?
–¡Era imposible! Es que nunca se había hecho nada igual. Eso sí, esta marcha no tenía ninguna probabilidad de cruzar la frontera, tal y como estaba protegido y minado todo. Pero fue una decisión política. Ah, y eso sí, detrás de la Marcha Verde iba un ejército armado.
–¿Recuerda el último día? ¿Puede decir qué sintió?
–Lo recuerdo perfectamente. Habíamos llegado a un nivel de confianza con los nativos, que ellos mismos se llevaban las armas a su casa para guardarlas y cuidarlas. Aquel día les llamé para avisarles de que no vinieran, que el trago iba a ser muy duro. Pero de repente me vienen a mi oficina, y me dicen que están todos. Que iban a quedarse al último arriado de bandera. Y se quedaron. Tuve, entonces, que preguntarles qué iban a hacer. Tenían tres opciones: o integrarse con los marroquíes que iban a ocupar la zona, volverse a España o irse con el Polisario. Me pidieron consejo. Les dije que no podía dárselo. Decidieron irse con el Polisario, y les dije que yo habría hecho lo mismo. Entonces, dejaron las armas y emprendieron el camino con su pueblo.
–Tantos años después, ¿tiene solución el Sáhara?
–¡Por supuesto! Todavía no hay ningún país que haya reconocido la soberanía de Marruecos sobre ese territorio, y el Tribunal Internacional de La Haya ha determinado que los únicos que tienen derecho en ese territorio son los saharauis. Otra cosa es que no se haga nada a nivel internacional, pero se podría solucionar. Si es que, nunca nadie antes había habitado esa zona desértica hasta que llegaron los saharauis, gracias al comercio en África y a que alguien se atrevió a cruzar el desierto en camello.
–¿Qué aprendió en el Sáhara ?
–Por ejemplo, en cuanto llegamos, nos sirvió para aprender todo lo que no se puede aprender en la academia. Había allí muchos  tenientes que llevaban mucho tiempo que nos enseñaron. Algo tan sencillo como disponernos de noche de manera que en caso de ser atacados pudiéramos defendernos sin caer en el fuego cruzado, entre otras cosas. La verdad es que allí, en el Sáhara, lo pasé muy bien, porque lo que quería, como soldado, era acción, y la tuve. Y después, en el Servicio de Inteligencia, estaba muy a mi libre albedrío. Aprendí árabe, aunque luego no me sirvió como yo pensaba, al llegar a Ceuta y darme cuenta de que aquí se hablaba otra cosa.

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