Sociedad

En la piel del coronavirus: Crónica de una pandemia

Si África, Ahmed, Antonio, Beatriz, Begoña, Jesús, Julián, Marilin, Morad, Pascual, Pepi, Rosa o Sonia tienen la mirada cansada es porque han visto de cerca los estragos que llega a causar el coronavirus en la vida. Para unos, por su trabajo directo en la gestión y el freno de la expansión de esta pandemia, que fue declarada como tal por la Organización Mundial de la Salud (OMS) el pasado 11 de marzo. Para otros, porque ese mes se convirtió en un infierno: en Ceuta, la vida de Juan García Torres fue la primera que se cobró esta enfermedad.

Abril comenzó de luto: el viernes 4 vino la muerte de su gran amigo Juan García; el 5, a través de la familia se supo que la incombustible Carmen Raya dijo adiós; y por último, el 6, Samra Amar cerraba la semana más trágica que dejó todo el estado de alarma en nuestra ciudad. Tenía solo 27 años y dejaba a un marido hundido por la culpabilidad y a una niña de 3 años.

11 de marzo. Fue el día que la Organización Mundial de la Salud declaró oficialmente la pandemia

También cambió nuestra manera de hablar: las palabras confinamiento, distancia de seguridad o brotes se han introducido como parte de un vocabulario que parece que ha llegado para quedarse. Cambió nuestra manera de relacionarnos: los codos parecen más seguros que los besos y los abrazos y, aunque al final no se pueda evitar, el contacto en algunos reencuentros. Que se lo digan a Rosa Rodríguez, la enfermera de equipo de atención primaria en el centro de salud del Tarajal que lleva meses sin besar a su marido.

Para los profesionales sanitarios, esta pandemia se ha vivido desde distintos ángulos: los más veteranos, como el director territorial del Instituto de Gestión Sanitaria (Ingesa), Jesús Lopera, ya se habían enfrentado a otras situaciones extremas: “VIH, gripe A, ébola, Sars… todas”.

Esta pandemia también ha servido para tirar de refranero: y es que es mejor prevenir que curar. De hecho ahí es donde la Medicina Preventiva se ha convertido en esencial: “Hemos estado en el filo de la navaja bastante tiempo”, reconoce el Jefe de este servicio en el Hospital Universitario de Ceuta, Julián Domínguez.

Unos días que, hoy, parecen lejanos. Pero que ocurrieron. Aunque quienes han vivido la peor parte todavía los sientan como un sueño. Los pasillos de una casa de la Pantera vacíos, y el llanto de Pepi Martín, con los síntomas de COVID-19, al enterarse de que su marido había fallecido. Días después, ella se curaría. Como lo hizo Marilin Delgado, que forma parte de una nueva minoría: la de aquellos que han generado los dos anticuerpos (IgG e IgM: a corto y a largo plazo, respectivamente) del virus. Eso no quita para que siga pensando que, cualquiera de estos días, le “gustaría despertar” y pensar que la vida es sueño.

Tanto Pepi como Marilin llamaron al 061, desde donde puede que África Rodríguez o cualquier otro teleoperador les atendiera, tomara sus datos y, de ahí, valorase si pasaba la llamada a Ahmed Idris quien, posiblemente, estuviese en su turno de médico coordinador de emergencias. El primer filtro fue el 061: “Teníamos la responsabilidad de no colapsar los servicios de urgencias. De no colapsar los servicios sanitarios”, subraya Begoña Martínez, coordinadora en funciones del 061 durante el comienzo de la pandemia.

Homenaje de estado. Se celebra el próximo jueves 16 de julio en Madrid. Lo presidirá el rey Felipe VI

El próximo jueves, 16 de julio, será un punto y seguido. El homenaje de estado a las víctimas, a los sanitarios y a los servidores públicos como las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado servirá para recordar a aquellos más de 28.000 fallecidos en España a causa del virus.

Un recuerdo, justo o injusto según para quien, pero merecido. Porque atrás quedaron los balcones, los aplausos. Pero la pandemia sigue. Lo recuerdan quienes la han visto, vivido y pasado.

Estos casi cuatro meses desde que se decretara el estado de alarma han dejado en Ceuta un sabor agridulce: nadie imaginaba los pisos precintados; los sanitarios con trajes EPI que aparecían por sorpresa para muchos vecinos en sus barriadas; los vehículos militares patrullando y los controles. Todo pasó.

Pero aún queda el recuerdo, más allá de los homenajes. Y vivir con ello y por los que ya no están.

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