Hace unos días coincidí en una sala de espera del hospital universitario de Ceuta (HUCE) con una mujer ya mayor que me confesó:
“Tuve un tropiezo con la Diosa Fortuna hace unos años.
Mi único hijo tendría unos 35 años y le fue diagnosticada una enfermedad cardíaca tan mala que la única posibilidad que tenía para seguir viviendo era el trasplante del órgano central del ser humano.
A mí el mundo se me echó encima ya que por aquella época se habían hecho muy pocas intervenciones de esa guisa.
Yo empecé a rezar todo lo que sabía.
Me fui de peregrinaje a todas las capillas de Valencia donde estaba viviendo por aquella época.
Y cuál fue mi sorpresa cuando serían las siete y poco de la mañana me llamaron por teléfono. Yo no podía dar crédito a lo que estaba escuchando. Me dijo una enfermera que fuera preparando a su hijo ya que en breve llegaría un equipo de médicos para llevarlo al hospital y allí sería intervenido por un cuadro de médicos de lujo.
Yo no podía creerlo.
Hacía tan sólo dos días que me había trasladado a mi hijo a casa y que le habían traído un montón de cacharros para que dijera adiós a todos los suyos y ahora tenía esta noticia.
¡Yo no me lo creía!
Pero fue todo como lo he contado.
Estuve esperando como en esta sala para los familiares durante unas doce horas y por fin pregunto un médico por mí.
Me acompañó a su despacho y me dijo que la operación había salido muy bien. Ahora sólo quedaba esperar muchas posibles complicaciones. Los clásicos rechazos y muchas cosas más.
Salí de allí llorando de alegría.
Durante casi dos meses estuve viendo a mi hijo a través de unos cristales, no podía estar junto a él por precaución, pero me era suficiente.
Cada día le veía con mejores colores y así llegó el día primero de ir a planta y luego a casa. Reconozco que tengo una familia con muchos recursos económicos por eso creí que lo imposible había sido posible por algún contacto.
Busqué a un investigador privado para que me dijera algo sobre el paradero de su padre. Le facilité todos los datos que tenía.
Al cabo de unos meses me vino el mismo con la información de que había muerto hacía unos meses en un accidente de circulación.
Según decía la policía por culpa de un deslumbramiento debido al sol, se había saltado la mediana de la autopista y había colisionado con un camión provocándole la muerte. Mi hijo me empezó a informar que tenía un sueño reiterativo. Consistía en que estaba conduciendo y que por culpa del sol que le venía de frente no podía ver bien aunque pusiera el parasol y por culpa de ello saltó de carril y fue atropellado por un vehículo.
Yo la verdad que me quedé perpleja ya que era mucha coincidencia con lo que me había facilitado el hombre espía hacía tan sólo dos días.
Pero no le dije nada.
Yo empecé a deducir que podría ser tranquilamente su padre el que tuviera el accidente, era mucha coincidencia pero podría ser.
Mi imaginación voló y llegué a la conclusión que el donante de ese corazón había sido esa persona que nos había abandonado hacía la friolera de 34 años cuando mi hijo era un recién nacido.
Estuve investigando pero nadie me certificó nunca que ese corazón hubiera pertenecido al padre de mi hijo.
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