Opinión

Controversia sobre el progreso

Está claro que no podemos desembarazarnos de la visión temporal de la vida (pasado, presente y futuro) y sobre ello se ha pensado y escrito desde la antigüedad hasta nuestros días.
Nos puede servir de referente el pasado, siempre aleccionador y generador de la cualidad de la prudencia. El presente nos preocupa y nos mantiene alerta y activos; pero es en el futuro donde aparece la verdadera fuente de inquietud. El tránsito desde el “hoy” al “mañana” nos pasa desapercibido pero la mente no se aparta del devenir, sabe que todo está cambiando constantemente sin solución de continuidad y que nos afecta en todas las experiencias posibles (la realidad se nos manifiesta en el espacio y en el tiempo que son sus formas puras puestas a priori en nuestra naturaleza y tenemos la impresión de que ambas son infinitas).
Sin duda que en el caminar de la vida del humano primigenio ya se instaló, por instinto y necesidad la actitud de aprendizaje y progreso, es decir, la incipiente teoría de una síntesis de su efímero pasado, la vivencia sorpresiva de su presente y una previsión inquietante de su futuro.
Pero no siempre, a lo largo de nuestra historia, la percepción humana del transcurso del tiempo y su conclusión mental ha sido la misma. Situaciones comprometidas con la proliferación de la especie o de su exterminio, por razones geológicas o climáticas, o de conflicto social pudieron ir modificando su concepto de “futuro” considerándolo deseable o indeseable.
Pero si nos detenemos en el estudio de nuestra Historia se aprecia cómo ese devenir, en su conjunto, se ha orientado hacia situaciones y circunstancias de avance o retroceso que ponen en tela de juicio el concepto actual de progreso, es decir, que debemos imaginar a la humanidad caminando lentamente en una dirección a veces correcta y otras equivocada. Aunque esa idea o concepto de progreso está arraigada y estereotipada en el sentido de que en la comparación pasado, presente y futuro, el futuro pueda ser mejor o peor sin dejar de tener la apariencia de progresivo, lo que equivale a un juicio de valor entre lo bueno o lo malo. En cualquier caso la reflexión ha tenido y tiene tanta fuerza que puede afirmar o romper y desplazar los ideales de esperanza de felicidad de la sociedad.
En definitiva el progreso puede definirse como la creencia de que la humanidad avanzó en el pasado, avanza actualmente y seguirá avanzando en el futuro. Lo importante para los individuos de cada generación es que el progreso sea notado y percibido en el espacio-tiempo de su vida.
No en todas las generaciones el sentido de progreso se ha conceptuado de la misma manera; para unas, las más antiguas, pudo ser solamente en el ámbito de lo físico y material. Para la cultura helena se confirma el progreso cuando desde el siglo VI a.c. se empieza a arrinconar las leyendas y mitología y se apunta a buscar respuestas a las preguntas de modo razonable desde la naturaleza y la realidad, germen de las ciencias y las artes. En cualquier caso es imprescindible entender el grado de comprensión del hombre que subyace en cada periodo de la Historia.
En la Grecia Antigua, legendaria y mitológica, el concepto de progreso estaba limitado por una concepción cíclica de la historia, lo que significaba una repetición infinita y monótona del acontecer y por tanto sin una gran expectativa sobre el futuro que los llevaba a una resignación fatalista (la filosofía de “las moiras”). Es ya en la Grecia Clásica y en la Roma Imperial donde se inicia cierto interés en el progreso material y moral de las personas. Se emprende un progreso social y cultural de la humanidad donde a medida que los fenómenos de la naturaleza son explicados, los dioses se van retirando de la cultura.
Es el Cristianismo el que hace abandonar ese sentido cíclico, repetitivo y fatalista de la vida grecorromana introduciendo el concepto lineal de la Historia donde la vida es una oportunidad propicia y única para la salvación, sólo a través de la Gracia Divina, donde el progreso debe ser dirigido y gobernado por los Reyes elegidos por Dios, y la divulgación por la labor de profetas y sacerdotes. Así hasta el apogeo del Renacimiento (finales del siglo XV y primeras décadas del XVI) y la llegada de la Modernidad iniciada a finales del siglo XVIII, donde ya con cierta nitidez se refuerza la confianza en la razón y en la autonomía humana que definitivamente dependerá de la naturaleza y donde el concepto de Providencia Divina fue reemplazado paulatinamente por las fuerzas inmanentes de este mundo.

"La actualidad en el mundo civilizado (y en los otros mundos) se percibe llena de inquietudes y sombras, un mundo preocupante y desalentador. Si tenemos que vivir juntos, en paz y con seguridad en este planeta debe existir un mínimo de justicia social y de solidaridad"

Ya hemos visto cómo cambiado el paradigma también cambia el concepto de progreso; el hombre toma conciencia y ya sabe que su origen y realidad nada tiene que ver con lo divino y se inicia una nueva fase de progreso, es decir, un futuro con una ilusionada apertura intelectual que propició avances decisivos en todos los ámbitos de la experiencia: las ciencias , las artes y las técnicas, lo que nos lleva a la idea de progreso ilimitado, colocando al hombre como dueño del mundo y de su destino; es la idea de progreso indefinido, ordenado con método (Descartes) y acumulación del conocimiento que representa una doctrina eficaz y completa.
Es sorprendente la rapidez del cambio conceptual de progreso a medida que avanza el conocimiento, y fue La Revolución Francesa (1.789) la que marcó un hito con su lema: “Libertad, Igualdad y Fraternidad” que universalizó una revisión filosófica de los sucesivos avances de la sociedad: los adelantos tecnológicos y los descubrimientos científicos que se han desarrollado vertiginosamente a partir de entonces han creado la sensación de que mediante la razón, que avala a la ciencia, los humanos nos acercamos, sin dudas, a la verdad; incluso siguiendo a HEGEL llegaríamos al saber absoluto y a la perfección, resolver todos los problemas y alcanzar la felicidad. Los pensadores del siglo XIX tenían fe en el futuro humano y consideraban que los avances y progresos tecnológicos y económicos serían la panacea a todos los problemas.
El progreso del saber origina y da fundamento al progreso social cuya meta es la igualdad, igualdad antagonista de la estructura clasista de la sociedad actual.
Ensayos y realidades posteriores han ido desvirtuando esos ideales de armonía, fraternidad, solidaridad y felicidad esperanzada. El abuso sistemático originado por el auge del Capitalismo en la Revolución Industrial desde finales del siglo XIX y el XX sobre la masa obrera; dos Guerras Mundiales, una Guerra Española, con millones de muertos, transiciones monárquicas, escaramuzas republicanas y dictaduras han roto el esquema mental de progreso como tendencia hacia un mundo mejor en el que vivir.
Marxismo-Lenilismo, comunismo, socialismo, anarquismo, conservadurismo, liberalismo; repasando la Historia, al menos podemos dudar si todas esas ideas políticas posibles y sus formas de gobierno han mejorado o han deteriorado el concepto primigenio de progreso como la tendencia hacia algo mejor, o lo que es lo mismo preguntar si todos estos supuestos han influido mejorando o menoscavando nuestra forma de vivir. No obstante y desde siempre en todos se han evidenciado contradicciones, pues, los beneficios de tan reverenciado progreso nunca han sido iguales para todos los grupos de la sociedad.
La actualidad en el mundo civilizado (y en los otros mundos) se percibe llena de inquietudes y sombras, un mundo preocupante y desalentador. Si tenemos que vivir juntos, en paz y con seguridad en este planeta debe existir un mínimo de justicia social y de solidaridad. La globalización que es el emblema de nuestro tiempo ha traído grandes beneficios, pero ha sido mal instrumentada, pues, ha creado una gran fractura social: ha proliferado el consumismo entre “los de siempre” y la misma miseria entre los que nunca han tenido nada; y lo peor es que ni unos ni otros saben o pueden prescindir de ella.
Y llegados a este punto me hago las siguientes preguntas: ¿Dónde está el compromiso político al servicio de la comunidad? ¿Dónde están las ideologías políticas generadoras del bienestar y de la dignidad de las personas?
Mantenemos en cómodas poltronas y generosamente remunerados a miles de políticos en todos los ámbitos: mundial, europeo, nacional, regional y local cuya principal misión y compromiso es conseguir el bienestar, el orden y la seguridad de todas las personas que en ellos hemos depositado la confianza y la contribución de nuestros impuestos y esfuerzo para que sean administrados y crearnos una convivencia digna.
La respuesta es todo lo contrario: Guerras costosas y sangrientas, amenazas nucleares, separatismos, restricciones energéticas y económicas, desavenencia entre los órganos que imparten la justicia …. Y todo eso en el siglo XXI. En definitiva un futuro inquietante que los administrados no merecemos.
Y si se piensa que esta situación es la consecuencia del progreso, ese concepto de progreso debería ser modificado o borrado del ideario…..
Creo que si no se produce un cambio de paradigma …. la esperada “gran revolución en las conciencias”, y eso ya hay quien se ocupa de que no ocurra …. ¡Vaya basura de progreso!, ¡“ESTAMOS APAÑADOS”!

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