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Contra la exclusión

La asociación vecinal de Poblado de Regulares trata de cambiar “la realidad que existe aunque no guste”: una barriada marginada, azotada por el paro, las drogas y personas que piden oportunidades “para poder mejorar”

Luchar contra la exclusión es complicado y más cuando más del 90 por ciento de la población de la barriada está desempleada. Ese es el porcentaje que desde la asociación vecinal de Poblado de Regulares calculan existe en la realidad. “Sólo hay que visitar nuestras calles y hablar con la gente”. Todos dicen lo mismo: “estamos marginados”. Centenares de casas que salpican las calles que rodean la comisaría de Los Rosales cobijan a un vecindario “que está ya desesperado”. Aturdidos por el paro muchos jóvenes luchan por salir adelante en un mundo manchado ya por la cotidianeidad de la droga . “Muchos han caído pero otros no. Desesperados que ya no saben qué hacer y recurren a eso. No queremos que los jóvenes terminen así y por eso estamos trabajando”, explica el presidente de la asociación vecinal, Alí Hamido. Dice que en su barriada hay gente con cualidades, como en cualquier otra, pero lo que no hay son oportunidades. Por eso, desde la Asociación de Vecinos, luchan por cambiar las cosas desde el fondo de la cuestión: desde los más pequeños. Los que aún se esfuerzan en sacar buenas notas para participar junto a ellos en las actividades de tiempo libre que organizan cada fin de semana. Ven a sus hermanos mayores, a sus tíos y a sus vecinos perder las tardes apostados en la carretera viendo pasar el tiempo, buscando trabajo en lo que pueden, llegar a casa desesperados, comer, sentirse mal porque siguen viviendo de sus padres como la mayor parte de la población del Poblado de Regulares.
“Ni siquiera entramos en los planes de empleo”, explican. Sobreviven. Muchos dejan de estudiar. No saben explicar el por qué. “Porque no nos gusta”. Los que continúan tienen esperanzas de cambio y piden a las autoridades que fomenten la formación y el empleo para inyectar en la barriada aires de prosperidad. La Ciudad ha prometido que les concederá un local social en lo que hoy es un colegio abandonado. “Llevaríamos a cabo actividades, programas formativos, talleres, serviría para reunirnos y seguir trabajando unidos para mejorar las cosas”, explican. Dicen que “aquí hay muy buena gente. Somos humildes y queremos mejorar, pero necesitamos oportunidades”, lamentan. Es un barrio más. Con una realidad “que a nadie le gusta, pero es la que hay y la que queremos cambiar”.

Vivir con los padres con más de 30 años se ha convertido en la única salida para muchos

Pasar droga es prácticamente la única salida.  Con 33 años únicamente ha trabajado ocho meses cuando decidió irse a Holanda “a ganarse la vida, pero regresé”. A su vuelta se encontró lo que dejó cuando decidió irse, pero tiene ahora tiene un hijo y Mohamed sigue luchando por salir adelante y agradeciéndo a sus padres que hayan hecho todo lo posible para que él y sus siete hermanos vivan lo mejor posible. “Al menos tenemos un techo pero es vergonzoso seguir viviendo de mis padres con esta edad así que si no sale trabajo, no encuentro nada y busco desesperado el poder ganar dinero para dar de comer a mi hijo, si me dicen algo de pasar un coche cargado de droga... qué vas a hacer? es la única opción que te queda”, explica desesperado admitiendo que la situación de los jóvenes del barrio es “desesperada y son los gobernantes los culpables de seguir permitiéndo todo esto”.

Bilal vive junto a su madre y a su tía y con 337 euros al mes para los tres.  Asegura que como él hay muchos y a él no le da ninguna vergüenza reconocerlo ni dar la cara“porque es la realidad”. Que hay gente con trabajo sí “pero son los menos” y que muchos llevan esperando años una llamada del Inem o de alguna otra oportunidad laboral y no llega, aunque se vaya a buscar. Como sus vecinos, piensa que “el enchufismo es lo que vale para poder progresar” y que hay mucha gente válida que  no ha podido trabajar. ¿Irse fuera? “Claro que nos lo planteamos pero ahora la situación está mal en todas partes”. Asegura que “vivir con los padres con más de 30 años se ha convertido en la única salida para la mayoría de los jóvenes del barrio, que además somos muchos y aunque no quieren hablar, sienten que no encuentran motivaciones para levantarse sin un trabajo para ganarse la vida”, asegura. “Así no se puede”.

“Los chicos dejan de estudiar antes, pero nosotras soñamos con un futuro mejor”

Estudiar es una opción que no muchos se plantean.  Sumaya y Nabila son vecinas del Poblado de Regulares y les gusta su barriada. Cada día tropiezan con compañeros de colegio que decidieron abandonar los estudios sin terminar incluso el bachiller y pasan las horas muertas en las calles viendo pasar el tiempo. Ellas son mujeres. El mayor porcentaje de jóvenes que decide continuar con estudios superiores en el barrio lo es. “A los 15 años los chicos normalemente dejan de estudiar. No sé, quizá piensan que no van a llegar a nada”, explican. Ellas estudian educación infantil y grado medio de comercio y sueñan con trabajar algún día. “Y que no se nos discrimine por llevar pañuelo, que esas cosas suceden y los profesores también nos lo advierten”, comentan. Sueñan con trabajar y con no rendirse “como muchos amigos que están en la calle, piensan en salir y no tienen ilusiones”. De los políticos dicen que no dan soluciones al gran problema de su barrio: la desilusión”.

“Si volviera a nacer no probaría las drogas y estudiaría para ser alguien”

Prisionero de las drogas. Hamido nunca ha trabajado. Pasó muchos años en la cárcel. Los vecinos dicen que es bueno. Él reconoce que se equivocó. Era joven. Probó la droga, el caballo, la coca, la morfina.... estuvo mucho tiempo enganchado. Ahora asegura que se está rehabilitando, que sigue un tratamiento con metadona y que siempre se arrepentirá de haberla probado. Pide a su sobrino que le mire para que nunca le tenga de ejemplo. “Aquí hay muchos chavalillos que tontean con la droga y no deben hacerlo porque esto te destroza la vida”. Ahora vive con su madre, octogenaria “y muy buena”. Sobreviven con una pensión de 300 euros y él deambula por el barrio buscando trabajo. A veces va al centro y confiesa que “se me escapa la mano con algún bolso”, pero “se arrepiente aunque si pido y ni me dan de algo tengo que vivir. Quiero trabajar. De lo que sea. Pinto, limpio, arreglo... quiero salir de ésta pesadilla pero es muy difícil”.

“Vivo con mi hija, mis nietos y mi yerno en una habitación”

Una madre coraje. Divorciada cuando su única hija apenas tenía un año,  siempre ha sabido salir adelante, pero ahora siente que se ahoga en una casa diminuta con una única habitación en la que duermen sus dos nietos, su hija y ella mientras que el yermo utiliza un catre en el salón para pasar las noches. “Mi vida ha sido dura pero antes salía adelante y sacaba a mi hija y la educaba sin problemas. Ahora sobrevivimos con 420 euros todos y los puntos de los niños”, explica una madre que representa la situación que atraviesan “la mayoría de mis vecinas”. Hija de militar regular, sus padres lucharon por el porvenir de 13 hijos y si alguno pasaba dificultades “ahí estaban...pero ya no están”. Ella ha cocinado y se dedicó mucho tiempo a la hostelería. Las cosas empeoraron y ahora con la crisis y la realidad que se vive “consigo limpiar una casa cada 15 días y al menos es un pellizco para seguir adelante”. Su yerno, como casi todos los jóvenes del barrio, pasea buscando trabajo y su hija cuida de sus dos hijos “y hace lo que puede”. La situación es complicada. Sin espacio, sin dinero, cinco bocas que alimentar y desesperada cada día que se levanta “pensando en que tendrá que mejorar todo algún día”.

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