Consecuencias de la dejación

La Ciudad volverá a abordar la problemática de los perros salvajes después de que esta misma semana se conociera el ataque mortal perpetrado contra unas cabras. No es la primera vez que este asunto sale a la luz. Hay épocas en las que se tiene conocimiento de hechos similares, perros abandonados que atacan a otros animales o que incluso lo intentan con las personas. Detrás de estos casos no existe más que una auténtica dejación que nunca nos hemos cansado de repetir. Esos canes han sido abandonados y su vida en los montes, la falta de alimento y la inexistencia de un sistema eficiente para recogerlos y trasladarlos a la Protectora en busca de otro hogar, les ha convertido en animales salvajes que atacan a otros porque buscan comida. En el monte crían a cachorros que siguen el mismo destino, creándose pequeños grupos imposibles de controlar.
Como en la Ciudad nunca ha existido la sensibilidad necesaria para abordar estos asuntos, se acostumbra a echar mano de medidas drásticas. Del término perros salvajes pasamos a la alarma social, entonces siempre sale el consejero de turno que se muestra favorable a aplicar medidas de “eliminación de los molestos”. Claro, cuesta reconocer que lo han hecho siempre tan mal que han sido incapaces de disponer de un sistema ágil para evitar la generación de esos grupos asilvestrados y de controlar a la población de especies que están abandonadas en las calles. Es así de sencillo. Tan mal lo han hecho, que todavía nos andan mareando con el reglamento de protección animal, hasta el punto de que ha habido casos de denuncias de agresiones en la vía pública a perros y todavía desconocemos qué ha hecho la Ciudad al respecto. O podemos ser testigos de auténticos casos de maltrato animal que persisten en el tiempo porque gozan de una burocracia inútil que termina sirviendo para poner trabas al denunciante y beneficiar al maltratador.
¿Cómo acabar con el problema? Eliminación. No saben otro término. Y así nos hemos topado con que sospechosamente han desaparecido auténticas colonias de gatos que antes veíamos en las barriadas. Nos dicen que los han capturado, que no han matado a ninguno, pero el caso es que han desaparecido. Y ahora viene la segunda parte: las ratas. No estaría mal preguntar qué está pasando en algunas de esas barriadas en las que los gatos desaparecieron de la noche a la mañana. Sus vecinos se lo pueden decir: la presencia de roedores va a más.
En política no se puede funcionar a golpe de impacto, porque los problemas que este tipo de acción conlleva son de mayor gravedad. En materia de protección animal se lleva tiempo actuando así.