Opinión

Conociendo algo de Viena (y II)

En el centro de la ciudad vienesa, en la plaza Stephansplatz, de su nombre, se encuentra la Catedral de San Esteban, centro neurálgico de la religiosidad vienesa. Es un edificio gótico con aditamentos barrocos, cuyos orígenes se remontan a las ruinas, de una antigua iglesia románica del año 1137, dedicada a San Esteban. La nueva iglesia gótica, empezó a construirse en 1304 con posteriores ampliaciones y restauraciones. En la imponente edificación existen cuatro torres, destacando la enorme steffi, de aguja, con 137 metros−no se permite en Viena construir edificios con más altura− y un vistoso tejado de azulejos de colores, con más de 250.000, en la zona posterior. Una gran campana denominada Pummerin está en la torre norte, se fundió con el hierro de los cañones de los turcos, derrotados en 1683, aunque hubo de refundirse en 1945, con los restos de su rotura ocasionada por un gran incendio. La catedral tuvo protagonismo en la boda de Mozart y en su funeral. En su interior y en las catacumbas, reposan gran parte de los Habsburgo y cardenales y obispos.

Para los visitantes a Viena a los que la necrofilia− de alto standing, por supuesto− no les resulte poco atractiva, no deben dejar de visitar la Iglesia de los Capuchinos. Es una pequeña edificación de estilo barroco, construida entre 1622 y 1632, con un interior muy sencillo y desprovisto de abundante decoración. Su importante significación, está en que en ella se encuentra la Cripta Imperial, destino final del reposo de la nobleza desde 1633. Allí encontraron sepultura 12 emperadores y 19 emperatrices y reinas. El poder terrenal de los residentes, queda visible por las obras de arte que constituyen sus enterramientos. Anecdóticamente, quizá el más vistoso es el de la emperatriz María Teresa y también reposa allí el emperador Francisco José y por supuesto, la mítica Sisi.

En contraposición con los lujos finales que los adornan, merece la pena citar el protocolo tradicional de los enterramientos. A llegar la comitiva con el cadáver, llamaban a la puerta y el monje capuchino requería saber quién era. Los deudos respondían con la retahíla de títulos y distinciones del noble en cuestión y el monje decía no conocerlo y no les permitía la entrada. Repetida la petición y la contestación, continuaba la negativa. Solamente, cuando se respondía como identificación del difunto: “Un humilde servidor de Dios”, el venerable capuchino permitía la entrada. La última ceremonia se realizó el 2011, con el último miembro Habsburgo nacido durante la época de la monarquía.

El arquitecto, artista y ecologista austriaco Friedrich Stowasser que cambió su nombre por el de Friedensreich Hunderwasser, por el que se le conoce, realizó por encargo del Ayuntamiento de Viena, un conjunto residencial de carácter social, propiedad municipal, de 52 apartamentos, ocupando una esquina en una zona urbana de la ciudad. Aplicó en su creación arquitectónica sus planteamientos filosóficos ecologistas y, enemigo de las líneas rectas, dotó al edificio de componentes curvas y onduladas. Los suelos de los apartamentos no son planos, sino ondulados imitando la superficie del bosque, y en el interior de los mismos diseñó árboles, al igual que en la terrazas, que se asoman al exterior por las ventanas. La fachada es irregular, las ventanas son diferentes, y la de cada apartamento muestra un material, textura y color − azules, rojos, blancos o amarillo, a elección del inquilino− diferentes. Las aceras son asimismo curvadas.

Casas Curvadas hundertwassrhaus

La original creación que se llama Hundertwasserhaus − casa de las cien aguas− dicen que es el tercer lugar mas visitado de Austria. Lamentablemente, cuando estuve allí me pareció que la fachada−el interior no es visitable− quizá por falta de mantenimiento, cosa extraña por la imagen que recibe la afluencia de personas que acuden al lugar, daba un aspecto cutre al edificio. Frente al mismo existe una galería comercial con el estilo del autor y un museo con parte de de sus obras pictóricas.

El excéntrico Hunderwasser, falleció el año 2000 en Nueva Zelanda, donde se había nacionalizado y de acuerdo con su carácter, por lo visto, no quiso recibir honorarios por su trabajo en Viena.

Cuando se habla de Viena, siempre se relaciona con el impresionante río, de casi 3.000 kilómetros, que recorre diez países y que inspiró a Johann Strauss su mítica composición Danubio Azul. Sin embargo, la relación del río con la ciudad ha sido históricamente conflictiva y dañina en ocasiones. La causa, las inundaciones de los numerosos brazos en que se descomponía en la llanura una vez pasados los Alpes. Por esa razón los romanos construyeron su campamento Vindobona, en la zona protegida más elevada.

Uno de los brazos más estables pasaba por el norte de la ciudad y se convirtió en un canal relativamente controlado ya en 1598, con el primer intento de regulación. Las inundaciones seguían produciéndose y entre 1870 y 1875 se acometió con presas y diques una nueva regulación y el Donaukanal o Canal del Danubio con sus 17,3 km. Era el brazo que pasaba por el centro de la ciudad y lo suelen llamar Pequeño Danubio. La extensa isla entre el canal y el río principal, se convirtió en una zona activa y en la actualidad una de las más elegantes y divertidas. En ella se encuentra el Prater.

Sin embargo, las inundaciones de 1897 y 1899 y sobre todo la de 1954, mostraron ineficaces las medidas utilizadas y se acometió una regulación más efectiva, con un importante proyecto de ingeniería que aportó además una utilización recreativa. Entre 1972 y 1992, se construyó un canal paralelo en el lateral oriental de la corriente principal que denominaron Neue Donau o Nuevo Danubio. Tiene una longitud unos 21 km y una anchura de 210 metros. A través de unas presas, solo circula agua en la época de las inundaciones y el resto del tiempo las aguas son mansas, y tal vez azules, constituyendo una especie de lagos.

El espacio que quedó incrustado entre ambos márgenes dio lugar a una isla artificial, alargada, de unos 22 km y anchura entre 70 y 210 m, que recibe el nombre de Donauinsel o Isla del Danubio. Está dotada de abundante vegetación, senderos, restaurantes y 42 km de playas, algunas nudistas. El espacio supone una gran oferta recreativa para los vieneses, aparte de la función protectora de inundaciones.

El visitante de la ciudad, lo que encuentra en su habitual paseo por el centro urbano, es el llamado Pequeño Danubio que, por supuesto, al ser un canal, no tiene la majestuosidad que esperamos ver del gran río. Sin embargo es una zona dinámica, con numerosos bares y restaurantes.

El Prater, es un área de Viena en esta zona llamada Leopoldstalt, con fácil desplazamiento desde el centro, que habitualmente se identifica con el conocido mundialmente parque de atracciones. Sin embargo, el emblemático lugar solo ocupa una parte de espacio, en un extremo del Prater. El nombre de la zona viene del latín pratum que significa prado y pertenecía a la nobleza hasta que lo adquirió, en 1560, Maximiliano II y la dedicó a coto de caza imperial. En 1766, el emperador Francisco José I, la abrió al público. En 1895, se inauguró un espectacular parque de atracciones, el Wurstelprater, que es el más antiguo del mundo. Dos años después, en 1897, se inauguró la Noria Gigante, de 60 metros de altura, que se convirtió en un símbolo de la ciudad y a la que inevitablemente se la relaciona con Orson Welles, como protagonista del Tercer hombre. Inicialmente, tenía 30 cabinas pero como consecuencia de los bombardeos de la II Guerra Mundial, en 1945, hubo que reconstruirla y quedó reducida a 15 cabinas.

La visita al Prater es obligada, gratuita su entrada y aceptables precios para la multitud de atracciones del parque. Para los sofisticados está la opción de cenar a la luz de las velas, en una de las cabinas de la noria.

Aunque no se encuentra en el centro de la ciudad, es indispensable desplazarse al Palacio de Schonbrunn. Es considerado el Versalles vienés y declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1996. Se trata de un edificio barroco, con una hermosa construcción palaciega que constituye las estancias imperiales y un impresionante jardín con fuentes, esculturas y árboles. Era la residencia de verano de los Habsburgo y consta de 200 estancias, 40 de ellas visitables, e importantes salones de estilo rococó.

Su origen se remonta a la Edad Media y a principios del siglo XIV, era una pequeña edificación adosada a un monasterio. El emperador Maximiliano II mandó construir en pabellón de caza que luego fue arrasado. En 1569, a la esposa de Fernando II se le ocurrió construir un bello palacio, que ella misma bautizó como Schonbrunn o “fuente bonita”. Sin embargo, fue en 1696, después del asedio turco a la ciudad, cuando se inicio la construcción propiamente dicha del nuevo palacio y los jardines. Sin duda alguna, fue la emperatriz María Teresa quien lo reformó, lo amplió y lo hizo residencia veraniega, durante dos siglos, de los monarcas. Los bombardeos en 1945, durante la II Guerra Mundial, le afectaron, fue restaurado en 1947 y posteriormente en 1995.

En el interior del palacio se encuentran, entre otras estancias, la Gran Galería, el Salón Chino y el Salón Azul, donde abdicó el último Habsburgo, Carlos I, en 1918, finalizando el régimen monárquico. En el exterior pueden contemplarse los impresionantes y adornados jardines, el Museo de los Carruajes – con muchos de ellos referidos a su utilización por Sisi o Sissi−el Laberinto, la Casa de las Palmeras, la Casa del Desierto o el Zoológico más antiguo del mundo de 1752. Coronando una pequeña colina, se encuentra la Glorieta, edificio construido por María Teresa en 1775, que se utilizada como comedor, salón de baile y habitual lugar de desayuno de Francisco José I. Desde la Glorieta se divisan preciosas vistas del palacio, los jardines e incluso de la capital.

Quienes cada mañana del 1 de enero todos los años, formamos parte de los más de 1.000 millones de personas en el mundo, que disfrutamos del concierto que la Orquesta Filarmónica de Viena interpreta en la Sala Grande o Sala Dorada del Wiener Musikverein, literalmente Club de Música, de la capital austriaca, no podíamos dejar pasar la oportunidad de visitar el internacional escenario. En justicia, hay que agradecer, no obstante, a pesar de su bárbara biografía, al ministro nazi Joseph Goebbels la promoción del primer Concierto de Año Nuevo, celebrado el 31 de diciembre de 1939.

Catedral San Esteban

Contemplamos la fachada principal, del edificio, con características de arquitectura neoclásica griega, construido en un espacio donado por Francisco José I a la Sociedad de Amigos de la Música en 1863. Se encuentra cercano a la Ringstrasse y a la Karlsplatz.

En la tranquila ciudad de Viena, tienen lugar preponderante los parques y espacios verdes ajardinados, dotados con asientos para descansar del ajetreo, de visita ineludible. Sin intención de recogerlos todos ellos, citamos algunos. El Stadtpark, con estatua de Johann Strauss y otros personajes, fue el primer parque público de Viena. El Burggarten, donde se homenajea a Mozart. El Volksgarten con estatua de Sisi. El Rathauspark, cerca del Ayuntamiento, entre la Universidad y el Parlamento. El Sigmund Freud, que ya hemos citado, con 100 cómodas tumbonas de uso gratuito.

Si se tiene tiempo, al norte de la capital, existe un pequeño municipio, llamado Grinzing, rodeado de viñedos, integrado en la ciudad desde 1892, pero de características muy diferentes a la monumentalidad de la misma. Su naturaleza de pequeño pueblo, contrasta con la magnificencia de la capital y su visita puede servir para relajarse de tanta belleza y disfrutar de tranquilos paseos por sus calles, que por cierto eran muy habituales por el compositor Schubert. Gran parte de su atractivo está, sin duda, en las típicas tabernas o hauriger, donde sirven solamente vino joven de la última cosecha, agua o una exclusiva bebida sin alcohol. Se dice, que la tranquilidad del lugar sirvió de inspiración a Beethoven para crear su Sinfonía Pastoral e incluso la Novena.

Es una ciudad en la que se respira la música por los cuatro costados ya que incluso en algunos baños públicos, de estaciones de metro, puedes satisfacer tus necesidades con un fondo de música clásica. En ella residieron y compusieron Mozart−puede visitarse una de las casas donde vivió−, Strauss, Beethoven o Schubert, y es indispensable asistir a algún concierto. No es necesario acudir a una protocolaria sesión de ópera, porque proliferan las manifestaciones musicales, con multitud de ofertas. En la cercanías del Palacio de la Opera conocimos a un joven albano kosovar− que curiosamente era novio de una andaluza− y nos proporcionó las entradas para uno de estos concierto. Esa tarde noche, asistimos al mismo en un elegante salón del Palacio Eschenbach, con unas agradables y variadas interpretaciones del grupo Viena Supreme Concerts, que incluyeron operetas y por supuesto el Danubio Azul y la Marcha Radetzky

No cabe duda que Viena es una de las ciudades más elegantes del mundo. No solo por la riqueza arquitectónica de sus edificios, sino también por el educado urbanismo de sus habitantes. Las calles lucen una destacada limpieza, las papeleras callejeras llevan adjunto una especie de cenicero para depositar las colillas de cigarrillos. El agua de la ciudad es de alta calidad, procedente de depósitos subterráneos y manantiales. En verano instalan unas agradecidas fuentes en las calles, que proporcionan una reconfortante agua fría y una emisión de vapor refrescante. La circulación de vehículos es muy razonable, sin exceso de tráfico. Los desplazamientos son muy comunes en metro, autobus y tranvía, en los cuales curiosamente no existen revisores y el educado y responsable público los utiliza adquiriendo unos bonos. Distribuido en muchas zonas de la ciudad, está disponible wifi gratuito.

Noria Prater

En el aspecto gastronómico tiene ganada fama el llamado Wiener Schnitzel −su término identificativo data de 1865, aunque tiene una larga procedencia histórica− una especie de filete o escalope de ternera, frito, previamente adobado con harina de trigo, huevo batido y pan rallado.

En pastelería, tiene resonancia la llamada Tarta Sacher o Sachertorte, ideada en 1832, en Viena, por un aprendiz de repostero llamado Frank Sacher para el principe Klemens Wenzel von Metternich y sus invitados. Fue creador después del céntrico Hotel Sacher, que tiene la exclusiva de venta de la original tarta, de secreta receta. Básicamente, consiste en dos planchas de bizcocho de chocolate y mantequilla entre las que va una capa de mermelada de albaricoque y cubiertas con un glaseado de chocolate negro. Tiene tanta significación como símbolo, que cada 5 de diciembre se celebra el Día Nacional de la Tarta Sachel.

Otro elemento típico de la capital vienesa son los cafés, wiener kaffeehaus, locales donde los clientes se pasan horas charlando o leyendo el periódico y que Stefan Zweig describió muy acertadamente. Lo curioso del caso es que parece ser, que el origen de la emblemática institución, nace del inteligente aprovechamiento que los vieneses dieron a las enormes cantidades de café que abandonaron los turcos cuando fueron expulsados en 1683.

Sin duda, han quedado en el tintero, ahora más bien en el teclado, muchas cosas que pueden disfrutarse en Viena, pero creo que la visita que realicé con mi esposa fue bastante intensa y llena de magnificas impresiones. Después emprendimos camino hacia Budapest, otra joya que disfrutamos durante unos días.

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