La pena que se le ha impuesto es de medio año de prisión más el abono de una multa económica. El denunciante de los hechos es un agente de la Policía Nacional en Ceuta. El magistrado del juzgado de lo Penal número dos ha dictado sentencia condenatoria para el juicio en el que se acusaba a un agente de la Guardia Civil por un presunto delito contra la seguridad del tráfico. La pena que se le ha impuesto ha consistido en un año de prisión más el pago de una multa económica. Esta condena no supone, en ningún caso, su ingreso en prisión ni su inhabilitación, ya que no tenía antecedentes penales. Por este mismo motivo la defensa no ha interpuesto recurso alguno contra el fallo judicial.
Precisamente fue un miembro de la Policía Nacional el que había denunciado al hombre al entender que este podría haber conducido bajo los efectos del alcohol e incluso, según afirmó el policía durante la vista oral del pasado 18 de octubre, haber estado a punto de atropellarle cuando circulaba. El acusado negó rotundamente los hechos que se le querían imputar y aseguró que no condujo después de haber bebido.
El Ministerio Fiscal solicitaba un prisión para el hombre acusado, mientras que la defensa pedía la libre absolución de su representado.
Los hechos por los que el hombre se sentó en el banquillo tuvieron lugar el día 10 de junio de este año en las inmediaciones de la barriada Poblado Sanidad. Según denunciaba el agente de la Policía Nacional, él iba de paisano tras haber salido de trabajar cuando un coche se le acercó a toda velocidad y estuvo a punto de atropellarlo. Entonces intentó darle el alto, pero el conductor no paró, estacionando unos metros más adelante. Según relató en el juicio, se dirigió al acusado y, tras identificarse, le requirió al conductor su documentación. El hombre se negó y entonces pidió la intervención de la Policía Local, que corroboró, mediante la prueba de alcoholemia, que el hombre había tomado alcohol con anterioridad.
La versión del acusado distó de lo expresado por el policía nacional al afirmar que no había estado cerca de atropellar al agente, que no condujo de forma temeraria y que cuando le pidieron que se documentara iba andando porque había aparcado el coche hacía más de una hora. Sobre el positivo en el control de alcoholemia, el agente explicó que, tras dejar el coche aparcado, fue a su casa y luego se tomó “dos copitas de orujo” porque le habían sacado una muela y no tenía ni medicinas ni recetas adecuadas.
En el juicio participaron dos agentes de la Policía Local y una compañera del acusado. Ninguno de ellos vio al acusado conducir bajo los efectos del alcohol, según relataron.
A pesar de todo, el magistrado del juzgado de lo Penal ha entendido que existían pruebas suficientes como para imputar al hombre el delito contra la seguridad del tráfico y condenarle.