Categorías: Opinión

Concertinas con letrero

De entrada siempre he pensado que con esto de las concertinas muchos han hecho política. La queja civil, que por cierto siempre ha estado ahí, crítica contra la existencia de las alambradas, se ha visto empañada por las valoraciones políticas. Así, al final, hemos terminado viendo como una reivindicación social ha terminado manchada por unos partidos a los que nunca he visto protestar por las formas usadas al otro lado contra los inmigrantes. Ni populares ni socialistas han abierto la boca para denunciar las violaciones, abandonos en el desierto y demás barbaries ocurridas más allá de la frontera. Muy al contrario, han defendido la financiación y mantenimiento de esas prácticas. Ahora, en plena campaña mediática y populosa contra las concertinas, queda bien salir e incluso colocarse unos guantes para coger unas concertinas y decir que cortan.
Dentro de este ambiente, manipulado, prostituido y bajuno, nos topamos con la comparecencia de la senadora popular Luz Elena Sanín, esa mujer cuyo último recuerdo que tengo de sus comparecencias en la sede del PP fue aquella en la que luego el partido le dejó en la cuneta, sin apoyo alguno por sus manifestaciones. Ayer, a Sanín le tocó hacer balance de sus actuaciones y al final terminó haciendo alusión a las concertinas para dar su opinión que, a mi juicio, es de lo más equivocado que he escuchado por tonto junto a los drones defendidos por el PSOE.
A la parlamentaria no se le ocurre más que defender que se podrían colocar carteles en varios idiomas advirtiendo a los inmigrantes de los cortes que pueden hacerse con las cuchillas. Y yo ya me imagino a esos subsaharianos parándose a leer en plena noche lo que dice la cartelería antes de saltar. De la misma manera habría que colocar dichos carteles en el mar, para que los que parten en balsas supieran que están sobre un Estrecho convertido en una de las grandes morgues. También podrían ponerse a pie de frontera, para que antes de que el subsahariano sea introducido en un doble fondo de un coche sepa lo que le puede pasar.
Si dejáramos de ser hipócritas, quizá podríamos hablar de la problemática migratoria con cierto fundamento y no quedándose en los detalles. ¿Apostamos por colocar carteles?, ¿miramos a otro lado cuando mueren de sed hombres, mujeres y niños expulsados al desierto de manera irregular? ¿Les advertimos de los peligros que tienen si saltan la frontera?, ¿pero financiamos males mayores que los que puedan producir las alambradas?
Pensaba que en esto de la inmigración habíamos dejado ya los discursos de guardería y los enfrentamientos que solo causan risas. No es así. Realmente no interesa buscar soluciones -o al menos intentarlo-. Solo se quiere protagonismo mediático, aunque el mismo sea para echarse a llorar. Venga, toca cartelitos.

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