La campaña de presión sobre Ceuta y Melilla iniciada por Marruecos la semana pasada debe conllevar, a modo de respuesta, una postura clara y contundente por parte del Gobierno central. En estas historias no valen medias tintas, ni tampoco que se ‘olvide’ la condena al término ‘ciudades ocupadas’ con el que Marruecos se ha referido en sus últimos comunicados a Ceuta y Melilla. Si confundimos diplomacia con falta de firmeza se puede caer en el error de dar alas a este tipo de plantes que son muy peligrosos para el futuro de las hermanas. En su artículo de despedida como cónsul de Tetuán publicado en este medio, Javier Jiménez Ugarte ya avanzaba del complejo futuro que se avecinaba. Sin prodigarse en detalles innecesarios para quienes deben saber leer entre líneas, Jiménez-Ugarte no se equivocaba lo más mínimo. Sabedor como nadie de lo que puede moverse en ambas fronteras, atisbaba un problema que se nos viene encima a peso. Con dureza, con críticas tan falsas como aberrantes, manipulando incluso a la población subsahariana, Marruecos ha activado un juego en el que las fronteras ceutí y melillense y los agentes allí destacados salen muy mal parados. Estamos ante una campaña estudiada, que ya dio un giro radical con la creación de ese llamado comité para la liberación de Ceuta y Melilla o con apoyos a figuras tan patéticas y tremendas como Yahya Yahya. El Estado debe responder con una claridad que hasta ahora no se ha estilado. Debe ser así porque dejar ciertas lagunas en el camino pueden terminar pasando factura.
Los sindicatos se han posicionado claramente apoyando a sus compañeros, han difundido esa parte de la historia que Marruecos no desea narrar: la de que fue una guardia civil la agredida en el paso de Melilla y no a la inversa. Mientras el mensaje difundido a través de las delegaciones del Gobierno o son inexistentes o demasiado difusos... ¿acaso no son representativos de la figura de Zapatero en ambas ciudades? Quizá la imagen que de ambas esté llegando al otro lado no disponga del peso necesitado y eso es grave y peligroso. A nadie escapa que lo que estamos viendo no es una campaña normal y corriente, una agresión verbal más que cumple el ciclo establecido. La línea se ha burlado y la respuesta debía haber sido al menos tan contundente y clara como ha sido la agresión sufrida. España, en casos así, no puede aparecer con la debilidad por bandera.
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