Ni peste, ni tifus, ni malaria, ni lepra, ni difteria, ni meningitis, ni fiebre amarilla, ni cólera... Ceuta está sana a día de hoy. Eso sí, hace dos años hubo un caso de paludismo y otro de poliomelitis. Ambos importados, esto es, que no se ha dado en ningún residente o habitante ceutí sino que han sido patologías viajeras. Han llegado en todos los casos en el interior de los cuerpos de inmigrantes del África subsahariana.
Pero desde el Servicio de Epidemiología de la ciudad, rompen una lanza a favor de quitar el estigma a estas personas que en muchos casos son blanco de las miradas del resto de la ciudadanía que les achaca como causa prioritaria de transmitir estas “enfermedades raras de los países pobres” a los más desarrollados. “Esta idea es falsa”, argumenta tajante la jefa del Servicio de Epidemiología de la Consejería de Sanidad de Ceuta, Ana Rivas: “Ellos han venido desde muy lejos en unas condiciones que requieren una salud de hierro y una fortaleza física que sin duda les hace ser personas sanas. El que tiene algún tipo de enfermedad se queda por el camino. Así de claro”. La experta asegura que “somos mucho más peligrosos nosotros para ellos que ellos para nosotros” y que el hecho de estar geográficamente situados más cerca de estos territorios en los que aún existen muchas enfermedades que no se han logrado controlar, no significa que tengamos más casos en Ceuta que en el resto del país. Los datos del Centro Nacional de Epidemiología lo atestiguan.
Más que a la tan manida globalización, Rivas apunta al cambio climático como principal causa de la expansión de este tipo de enfermedades inexistentes ya en España. La vacunación es la clave para no sufrirlas, pero los enfermos que las trajeron hasta Ceuta no se habían vacunado. “Hemos tenido también un caso de tosferina, una enfermedad ya erradicada aquí, pero era también de un niño no vacunado y un caso de los denominados importados”. En el caso del paludismo que se registró hace dos años, la picadura de un mosquito genera un período de incubación amplio que tras el viaje del inmigrante, dio la cara ya en territorio ceutí. “No es contagioso, eso sí y cuando detectamos cualquier tipo de patología que requiere una vigilancia especial, aplicamos los protocolos de actuación establecidos y que van desde la toma de medidas medioambientales hasta del entorno de los enfermos, encuestas para investigar con quien ha estado en contacto, los lugares que ha visitado...”.
Otro caso diferente es el de la rabia. Ceuta sí ha registrado más casos que en el resto del país y la causa está clara: en Marruecos sigue existiendo esta enfermedad mortal. Los casos, “en animales siempre” se remontan a uno en 2009 y otro en 2007.
“Los animales cruzan la frontera, perros o gatos y provocan esta amenaza”, explica Rivas recordando que el último caso se detectó en Málaga de un perro procedente de Melilla que también cruzó la frontera del país vecino. Pero muerto el perro, se acabó la rabia.
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