Esta semana ha sido, como decía Super Ratón, supermineralizante. Por un lado, han llovido nuevamente piedras (minerales) desde el barrio del Príncipe y por otro nos han lanzado un pedrusco desde el vecino país de Marruecos, con el mismo, pesado, radical, ignorante y hastioso mensaje: “Que nos devuelvan Ceuta y Melilla”. La rueda delantera se nos quedó encajada entre ambas dosis de minerales indeseables. Y se quedó encajada porque ya se duda de si estas actitudes se fusionan entre sí y actúan simbióticamente o no. Ya no sabemos si los que tiran piedras lo hacen con la mente ubicada en este país o trasladada en el tiempo y el espacio al de al lado, o si Marruecos nos apedrea sin manos a través de cuatro garrapatas con DNI español. Una buena patada en los cataplines con efecto catapulta y al otro lado los mandaba yo, a ver si allí le levantan la mano a la Policía o la Guardia Civil como aquí.
Nos da asco tener que cruzar algunas carretera con la moto, sobre todo, aquellas en las que las cunetas sirven para albergar parásitos lanzadores de guijarros y/o acaban en una frontera que cada vez se extiende más hacia nuestro lado. Dicen que los turistas que van camino del vecino país sacan el pasaporte asustados y antes de tiempo, pensando: “!me he colado en Marruecos sin darme cuenta!”. Y que conste que no estamos en contra de la buena vecindad entre estados, por supuesto que no, pero ya podían extenderse hacia Ceuta sus buenas playas y ambientes como el de Marina Smir, con sus barquitos de lujo y su movimiento económico y no esa imagen de miseria arropada con cartones que se nos acerca peligrosamente.
Tan peligrosamente como peligroso es “el otro lado”, donde nos hieren con bates de beisbol, rompiendo la cara a los moteros que osan cruzar la… ¿frontera?. Que se lo pregunten al compañero atacado salvajemente mientras iba sobre su moto, al mismo compañero que con la nariz destrozada se dirigió, con la ayuda de su acompañante, hasta una frontera en la que tuvo que explicar una y otra vez entre borbotones de sangre que lo habían atacado y necesitaba pasar a Ceuta, donde lo atenderían correctamente.
Después de todo esto, y de algunas cosas más, no me digan que no es para pensar que hay algo de simbiosis entre ambos lados, que hay mentes fusionadas entre el Medievo y el Siglo XXI. Además, me juego la rueda de delante, la que se quedó encajada… a que los que tiran piedras en Ceuta tienen la misma cara que los que rompen narices con bates de beisbol en Marruecos.
Lo siento por los buenos vecinos de aquella zona, que son los que más sufren y los que más desean acabar con las intifadas que surgen continuamente a su alrededor.
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