Categorías: Opinión

Con comentarios

Saben que me dedico a esto desde hace tiempo, pues lo que más me gusta de este trabajo, son los lectores. Se lo confieso y no es peloteo, supongo porque en mi 99 por ciento sigo siendo lectora, muchas veces- hoy va de confidencias - porque lo soy de mis propios textos. No sé si sabrán cómo se hace un artículo y desde luego que depende de quién lo escriba, pero en mi caso , hasta que no lo leo en voz alta y muchas veces , no puedo terminar de darle forma, teniendo -con ello , obligatoriamente- que pasar de escritora a lectora. En el tiempo que llevo escribiendo para prensa he conocido muchos lectores, he intercambiado mensajes de texto con ellos y algunos se han convertido en grandes amigos, ya les he hablado de Ramón Corrales, colaborador del Ronda Información y erudito, que un domingo a la hora de la comida me llamó- a mi casa- para decirme cuánto le gustaba cómo escribía y dio lugar a una amistad que perdura aún después de su muerte.
Pero también hubo un prenda que empezó la relación por internet, siguiéndome en una publicación digital para la que ya no trabajo, que tenía muchos seguidores en Cataluña y Andalucía y que como el sistema informático te pasaba los comentarios a tus artículos, a tu propio correo electrónico , se me hizo cotidiano, día sí y día también, tener un mensaje suyo –esperándome- en la bandeja de entrada. Era afectuoso, cortes y educado, por lo que pasé a agradecerle su seguimiento y de ahí me hizo confesiones -de todo tipo- quedando para conocernos, “cita cultural”, con la excusa de un café. Pero antes de que se diera esta circunstancia , me hizo una advertencia que tengo que decirlo dejé pasar, sin darle importancia, diciéndome;
-Lo mismo una vez que me conozcas -en persona- no te caigo bien , porque ya me ha pasado más de una vez.
Sucedió que, por aquel entonces , tenía un bló que era muy popular entre mis amigos , en el que recibí, sin venir a cuento, un comentario suyo, poniéndome a caer de un burro, porque no le había gustado una noticia que yo había publicado y me añadía en mi correo electrónico, por si no me había enterado bien,  una sarta de barbaridades del tipo que yo debía escribir… más o menos , para que les quede claro, lo que a él le diera la gana. Y se los admito a ustedes , a mí, en esto de escribir, no me manda ni mi padre que algunas veces me llama y me dice y se queda tan pancho:
-Este articulo no ha estado mal-y sigue con retranca gaditana- lo mismo de aquí a veinte años ya te sale uno bueno.
Así que les diré lo que me podía importar las exigencias de este anónimo internetiano con el pretexto de una amistad, lo que sí les digo, es que en este tiempo , he agradecido , aunque no haya contestado, porque ya el agua fría me escalda, cada uno de los comentarios que ustedes han sembrado bajo mis artículos, que algunos de ellos me han hecho hasta saltar la lagrimas de agradecimiento y emoción, porque estén ahí y me leen y hay veces, que este débil línea que nos separa - que no es más que la pantalla de un ordenador o la página de un periódico- se pandea y nos vemos las caras reales , porque usted me dice a mí lo que piensa de mi trabajo y aunque sea reprobatorio , mientras no se meta con la que me parió o con mi estado físico, me parece a las mil maravillas, porque realmente yo no escribo, para jorobar, sino para alegrarles la vida, y de paso, alegrarme la mía.
“La escritura es ingrata”, será seguramente la última frase que diga y no puede ser más cierta, es solitaria, egoísta, obsesiva y miserable, difícil de cumplir y mucho más de darle gusto a  ella , en su cuerpo literario, porque es etérea y como tal joroba de día y de noche , pero cuando ustedes están ahí y son capaces de decir las cosas que a veces me dicen , me merece la pena casi todo, hasta levantarme de la cama por la noche o dejar a mis hijos viendo la televisión, para enhebrar el hilo con ustedes, porque sé que están ahí, aunque no los vea, sé que existen y eso me hace seguir, a mí y a muchos otros , que sin ustedes , no seríamos más que la nada.
No sé si inventar es vivir, pero que abran un periódico y se paren en tu columna, es la leche y si te comentan tu trabajo - mientras no sea ofensivo y personal-gloria bendita, aliñada de cielo puro.

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