La comunidad yemení del CETI de Ceuta ha arropado este sábado a su compañero Rashad Ameen Mohammed Mohammed Al Qasem, quien ha sido enterrado en el cementerio de Sidi Embarek. Tenía 28 años, los había cumplido el pasado 22 de enero, poco antes de emprender una travesía hacia nuestra ciudad que terminó con su vida.
Rashad Ameen intentó entrar a nado junto a otros compañeros, bordeando el espigón del Tarajal. Hoy, quienes sí llegaron a Ceuta han contado a FaroTv cómo perdieron de vista a Rashad en el mar.
Acompañados de subsaharianos de este centro, los yemeníes han estado presentes en el rezo por su compañero que ha sido realizado por uno de sus compatriotas. Después, han portado el ataúd a hombros hasta ser enterrado en la tumba 4735.
Las pertenencias de Rashad en plena travesía
Rashad cruzó a Ceuta enfundado en traje de neopreno. Dentro de una bolsa protegía sus pertenencias. Había iniciado esa travesía llevándose su tarjeta de identificación, su carné de conducir, sus diplomas de estudio, un poco de dinero e incluso una máquina para cortarse el pelo. Todo lo que pensaba que podía hacerle falta en un viaje que nunca terminó con vida.
Nunca pensó que aquella salida se fuera a truncar en el mar arrastrado por una ola. Su entierro ha sido recogido por sus compatriotas con sus teléfonos móviles para que su familia pueda ver la dignidad con la que se le ha dado el último adiós.
Esos mismos compañeros son los que lo estaban buscando desde hacía días, cuando comprobaron que él era el único que no logró alcanzar la orilla. Su cuerpo desapareció en el mar hasta esta semana cuando un pesquero lo encontró a una milla de la playa del Chorrillo.
La historia de este yemení
Rashad no estaba casado, tenía estudios y había huido de Yemen por los conflictos que marcan a un país que se ha convertido en un lugar imposible para vivir. Huyó con sus amigos hacia el norte de Marruecos, buscando las puertas de Ceuta o de Melilla para emprender una vida nueva en Europa.
En el espigón del Tarajal, en sus inmediaciones, quedó para siempre. Hoy sus restos descansan junto a otros inmigrantes que han terminado su periplo clandestino en nuestra ciudad, en plena frontera sur.
El cementerio de Sidi Embarek ha sido escenario ya de demasiadas tragedias, muchas de ellas con un mar de escenario y una frontera que se convierte en la línea que separa la vida de la muerte.