Durante los días 2,3 y 4 del pasado agosto la Comunidad Ahmadía del Islam celebró, en un paraje natural en la campiña británica, cerca de la ciudad de Guildford, su Jalsa Salana 2019 –en urdú significa Reunión Anual− que constituía la 53ª edición de la magna convocatoria. Unas cuarenta mil personas participaron en la misma y más de cinco mil voluntarios estuvieron a cargo de la organización y la seguridad. Asistimos como invitados− entre otras de diferentes países− una delegación española de unas treinta personas, en la que formaban parte varios diputados, alcaldes y representantes de instituciones.
Los actos y conferencias se desarrollaron con normalidad y brillantez. Fuimos atendidos con una exquisita amabilidad, con total libertad en la elección de asistencia a los actos y conferencias. Nuestra presencia, como la de las otras delegaciones −según las intenciones de los organizadores− solamente pretendía que los conociésemos y, en cierto modo, encontrar solidaridad y apoyo por las circunstancias de persecución a que están sometidos, en especial en su lugar de origen, Pakistán.
La Ahmadía fue fundada el 23 de marzo de 1889 por Mirza Ghulam Ahmad y constituye una visión reformista del Islam. Aunque sus dirigentes manifiestan que la siguen unos 150 millones de fieles, la verdad es que es difícil precisar su número por la situación de persecución que sufren y el peligro de manifestarse seguidor. En alguna referencia, he leído una cifra estimada de unos diez millones y presencia en más de 190 países.
El fundador Ghulam Ahmad nació en Qadian (India) en 1835 y murió en Lahore en 1908. Su padre formaba parte de una elite musulmana partidaria de aprender lo positivo de Occidente, para el desarrollo. Proporcionó a su hijo una educación islamista, pero no en las madrasas sino con dos preceptores, aunque al poco tiempo fue autodidacta.
Se casó dos veces y de ambas esposas tuvo dos y diez hijos. Trabajó algún tiempo en la administración colonial, hasta 1867. Tuvo la primera revelación del profeta Mahoma en 1865 y empezó a gestar la creación de su Comunidad. A partir de las sucesivas revelaciones se afirmó como Reformador, en 1882, como Mesías Prometido y Mahdi en 1890 y como profeta.
En sus textos − escribió más de 80 obras− confirma su carácter de Mesías Prometido por revelación divina. Censura y discrepa tanto de los clérigos musulmanes como de los cristianos por las erróneas interpretaciones de los textos sagrados. Aunque confirma − y ello debe ser la finalidad− que el mundo y especialmente Occidente debe ser convertido al Islam, según el Corán no debe imponerse la conversión de una manera coactiva y violenta, sino por la convicción pacífica. No abjura de la yijad pero matiza que solo hay tres motivos para ejercerla: la guerra defensiva, la de castigo a la tiranía y la defensa de la libertad. Afirma, por tanto, que por ningún otro motivo el Islam permite la guerra de religión.
Un elemento significativo en su doctrina está relacionado con la figura de Jesús. Los musulmanes creen que no fue crucificado, sino que un ángel de Dios lo elevó en cuerpo terrenal a lo que llaman segundo cielo y allí permanecerá hasta su venida. El cristianismo postula que fue crucificado y muerto en la cruz, resucitando y ascendiendo a los Cielos.
Por el contrario, el Mesías Prometido asegura que Jesús, aunque fue crucificado no murió en la cruz, no subió a los cielos y tampoco descenderá a la tierra. Intenta demostrar en su libro “Masíh Hindustan Mein” − “Jesús en la India”, en la traducción española− escrito en 1899, que curaron sus heridas y vivió en Cachemira hasta los 120 años, donde se casó y tuvo descendencia. Su tumba se encuentra en la capital, Srinagar.
Su demostración la basa en testimonios de la Biblia, Santo Corán y Hadiz, literatura médica, registros históricos testimonios orales, pruebas circunstanciales, argumentos racionales e incluso testimonio de nuevas revelaciones divinas.
Justifica la aseveración arguyendo que al producirse la crucifixión el viernes a mediodía, puesto que la ley judía no permitía la presencia de crucificados el sábado − que comenzaba al atardecer del viernes− Jesús solamente estuvo en la cruz dos o tres horas. El mismo Pilatos se extrañó que hubiera muerto en tan breve espacio de tiempo, cuando José de Arimatea fue a reclamar su cadáver. El propio lanzazo recibido − del que el evangelista dice que manó agua y sangre− parece confirmar que no estaba muerto. Fue trasladado a la tumba propiedad de José, un espacio amplio y solamente cerrado por una piedra desplazable. Pudieron curarse sus heridas con una medicación que incluso aparece en tratados médicos y en el Canon de Avicena, denominado bálsamo de Jesús.
El encuentro con sus apóstoles a los que pidió comida, justifica, según Gulam Ahmad, que se trataba de un cuerpo humano y en modo alguno un espíritu.
Por una parte la necesidad de no ser apresado de nuevo y fundamentalmente el mandato del Antiguo Testamento de encontrar y predicar a las diez tribus perdidas de Israel − que emigraron hacia Oriente, Irán, Irak y Siria tras su cautiverio en Asiria y donde se convirtieron al Islam− justifican la marcha de Jesús a Cachemira, donde predicó, vivió y falleció.
Por atribuirse su fundador y compartido por sus seguidores, ser el Mesías Prometido −cuando el Islam proclama que el último fue Mahoma− y la interpretación sobre la figura de Jesús, llevó a ser declarada la Comunidad como herética y apóstata. En Pakistán, en 1974, fueron catalogados constitucionalmente como no musulmanes. En 1977 esta calificación fue corroborada por el Consejo de Jurisprudencia, dentro de la Liga Islámica Mundial. En consecuencia se les prohibió rezar en mezquitas, construirlas, declararse públicamente como musulmanes, participar políticamente e incluso ir a la Meca.
La inicial Ahmadía, por razones de discrepancias teológicas, se fragmentó en dos tendencias en 1914, aunque una de ellas, actualmente, es puramente testimonial con solo unos 30.000 seguidores.
La visión evangelizadora del Fundador llevó a crear mezquitas en Woking, cerca de Londres, en 1913, en Berlin, en Londres en 1926, en Zurich, 1963 o en Copenhague, 1967. En 2003, se ubicó en Morden, barrio cercano a Londres, la Baitul Futuh Mosque, la mayor mezquita en Europa Occidental. La Mubarat Mosque Islamabad, en Tilford, condado de Surrey, se inauguró en mayo pasado por el V Jalifa. En España existe la mezquita de Ahmadía desde 1982, en Pedro Abad (Córdoba), con el lema “Amor para todos, odio para nadie” y recientemente se abrió el segundo templo, en Pobla de Vallbona (Valencia), en marzo de 2013.
A la muerte del Fundador, la cabeza visible de la Comunidad es el Jalifa, elegido por un órgano colegiado, aunque consideran que lo es por inspiración de Alá. En la actualidad, desde 2003, rige los destinos de la Comunidad, Mirza Masrur Hamad, Quinto Jalifa.
A pesar de las diferencias sustanciales con la cultura occidental − poligamia, separación de hombres y mujeres y otras − no cabe duda que la Comunidad Ahmadía es contemplada con simpatía por su preocupación por la paz mundial, por la oposición al terrorismo y a todo modo de imposición violenta del Islam y por el respeto a los gobiernos e instituciones. De ello nace también una solidaridad por la persecución a que son sometidos.
En España no tienen una gran cantidad de seguidores, rondando la cifra en unos cuatrocientos. En Ceuta no tengo noticias de su presencia y precisamente en mayo del 2016 el Portavoz de la Comunidad en España realizó una visita a la ciudad, aunque parece ser solo se limitó a difundir su mensaje de paz con una distribución de folletos.
Finalizo a título anecdótico refiriendo que al final de la audiencia que nos ofreció a la representación española en su sede de Islamabat, el V Jalifa Masrur Ahmad y habiendo tenido conocimiento de que poseía la titulación de Ingeniero Agrónomo, le hice entrega de un ejemplar facsímil - editado por el Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos de Andalucía- del libro “Material Agrícola” de Don Pedro Julián Muñoz y Rubio, publicado en 1864.