Opinión

La complejidad de la ignorancia o la complejidad del conocimiento

Mucho se ha escrito en relación con el tema de la financiación de la Ciudad Autónoma y muy poco, por no decir casi nada, sobre el sostenimiento financiero de su puerto. Sería excesivamente largo comentar en un único artículo todos los aspectos y problemática del funcionamiento, organización y administración Portuarias, por eso y con el fin de no aburrir al lector me centraré en trasladar los aspectos fundamentales.
Unidos de la mano van la ignorancia y el conocimiento. A primera vista los dos conceptos, ignorancia y conocimiento nos aparecen como en clara contradicción y como tal suponemos conceptos irreconciliables; pero en cuanto a ambos le aplicamos el calificativo de “complejo”, quedan en cierta medida relacionados por una circunstancia que los compara, y eso ya puede suponer un hilo conductor que nos avisa de que tienen algo en común que dificulta su entendimiento. Pero esto no ocurre con todos los conceptos rotundamente opuestos en su significado. Este es un caso especial, pues con la negación del primero que es la ignorancia, argumentando su opuesto que es el conocimiento, no aparece, no se crea un tercer concepto abarcador que signifique un avance conceptual como ocurre, como ejemplo, al negar el concepto de “noche” con su contrario que es el concepto “día”, pues de esta negación aparece un nuevo concepto que no excluye ni a la noche ni al día sino que incluye a los dos en un nuevo concepto que es “la jornada”, en este caso, la suma de la noche y el día.
En el caso que nos ocupa de la ignorancia y el conocimiento, el proceso dialéctico (HEGEL) tiende a “arrinconar”, anular a la ignorancia y a ampliar el conocimiento, que es el proceso de la formación del concepto estricto Hegeliano que da lugar a la formación del conocimiento hasta un grado que podría ser absoluto y al que el citado filósofo también llama la formación del ESPIRITU y de la CONCIENCIA.
En el caso de la ignorancia y su contrario el conocimiento no existe conciliación posible, y es por la cualidad de su antagonismo y por la complejidad de los dos conceptos. En definitiva un “tira y afloja” entre ambos y tan interesante que constituye una parte importante en el progreso de la humanidad.
Si partimos de tesis científicas evolucionistas, como es mi intención, y apartados ya de elucubraciones y de creencias sobrenaturales de origen divino, hay que entender al ser humano actual, desde la biología, como el resultado de cambios graduales a partir de antecesores comunes (homínidos) que marcan un avance también gradual tanto en su desarrollo físico como intelectivo; esta es la tendencia intrínseca de la naturaleza hacia el aumento de la complejidad; es un tronco ascendente que se ramifica desde los organismos más sencillos hasta los más complejos, y que los acomoda a las circunstancias externas y en las que también tiene un papel fundamental el efecto de la herencia genética (a veces mutante y azarosa) : desde la célula original hasta el ser más completo y complejo que es el ser humano.
Para entender con cierta amplitud el concepto de ignorancia y el de conocimiento, habría que situarse en ese espacio-tiempo, tan impreciso, gracias a la ciencia arqueológica, (se especula que en el Sur de Africa, hace 200.000 años) donde se reconoce a un homínido con características mentales y físicas que lo diferencian notablemente de los demás, que le permite una evolución consecutiva y rítmica de facultades y atributos y con cierto grado de socialización que lo sitúa en franca diferencia con el resto de los seres vivos conocidos y lo pone en disposición destacada para comunicarse entre sí, entender, aprender, razonar, tomar decisiones y formarse una idea determinada de la realidad. En ese instante hipotético en la que sólo posee la disposición, estaríamos ante el momento preciso de la creación del concepto de IGNORANCIA ABSOLUTA. Un instante después …..si ya lo consideramos humano, ese ser distinto de los demás y privilegiado, pondría en marcha la aventura del conocimiento: la percepción de la realidad circundante a través de los sentidos que traducida por los distintos mecanismos de transmisión de cada uno llegarán a un cerebro ya suficientemente desarrollado que se presta a una organización seleccionando sensaciones en tiempo y espacio para cada fenómeno percibido ….para cada experiencia; experiencias que quedarían registradas y archivadas para referencias futuras.
En el principio toda la realidad sería ignorada que es lo mismo que decir que no existiría ningún conocimiento. Y es una reciprocidad “ interesada”: si se pierde ignorancia, en la misma medida se gana conocimiento. Ignorancia y conocimiento no tienen realidad física, son conceptos metafísicos que forman parte esencial del hombre y de su evolución. La lógica más trivial confirmaría que la ignorancia es negativa y el conocimiento es positivo para el interés general del humano individualizado, de tal manera que la ignorancia suele ser pasiva y el conocimiento activo, es decir que necesita el estímulo o la motivación necesaria de las facultades físicas y mentales ya reseñadas que son: adecuada disposición de los sentidos para la percepción, capacidad de comunicación (lenguaje), entendimiento (pensar) y razón. Así es de Perogrullo que es el grado de conocimiento quien determina el grado de ignorancia del sujeto. Y ha sido esta conjetura muy interesante, a lo largo de la Historia, para entender el progreso y la evolución de la Humanidad …..
Y puesto que como hemos visto la ignorancia en el ser humano está inscrita y rotulada con tal arraigo desde que era prehumano, situemos en ella, en la ignorancia, las primeras reflexiones:
Si somos humildes debemos aceptar nuestras propias limitaciones y trazar nuestras pretensiones de conocimiento adoptando una resignada actitud con respecto a la opuesta contradicción del saber, es decir, a la ignorancia, que no es otra cosa, que no la causa sino la consecuencia del conocimiento (para conocer fue, primero y necesario ser ignorante); conocimiento que es una facultad imprescindible para poder transitar por este mundo con cierta libertad y sobre todo con esperanza. Si hacemos esa afirmación nos podemos preguntar hasta qué punto la ignorancia es rotundamente negativa ….. de hecho por su naturaleza nunca podrá ser totalmente superada …. siempre, siempre, ante la perspectiva infinita del universo, conocimiento e ignorancia también serán infinitos. En la historia de la humanidad ha sido el anhelo de conocimiento, de saber más y más, esa lucha del saber absoluto contra la ignorancia la que marca nuestra manera de ser y nuestro propósito de actuar en la sociedad en que vivimos.
Es por eso de que somos seres inteligentes, sociables y de relación por lo que la ignorancia ya nunca es absoluta, sino que respondiendo a las diversas circunstancias se podrán distinguir diversas formas de ignorancia al objeto de desechar las más perniciosas y aceptar, sin más remedio, aquellas de las que resulta imposible desembarazarse y de las que dependerá la calidad de nuestras vidas.
La existencia de la ignorancia ha jugado un papel tan crucial en nuestro devenir que filósofos y pensadores se han atrevido a clasificarla atendiendo al efecto que causa en todas las relaciones humanas, sociales, políticas y morales; y lo han hecho distinguiéndolas en “IGNORANCIA REPROCHABLE”, “IGNORANCIA INEVITABLE” y “IGNORANCIA BIENHECHORA”.

“En el caso de la ignorancia y su contrario el conocimiento no existe conciliación posible, y es por la cualidad de su antagonismo y por la complejidad de los dos conceptos. En definitiva un “tira y afloja” entre ambos y tan interesante que constituye una parte importante en el progreso de la humanidad”

Haciendo un ejercicio de síntesis podríamos citar entre las reprochables a la llamada “IGNORANCIA EXCUSANTE” que es aquella que justifica las acciones que se ejecutan con cierta ignorancia, es decir cuando en la acción no existe voluntariedad y por tanto desconocimiento. La ignorancia excusante es una ignorancia parcial que sólo justifica una parte de la involuntariedad de las acciones; es la involuntariedad del acto realizado “con” ignorancia (que no “por” ignorancia), el matiz es importante, pues el “por” indica que de ninguna manera la situación concreta se debería ignorar. No se puede ignorar que en España los vehículos deben circular por el carril derecho de la vía. Sin embargo los actos realizados “con” ignorancia son fundamento de excusa y de reducción de responsabilidad moral y jurídica, aunque en cualquier caso es una ignorancia reprochable.
Sin paliativos, otra ignorancia reprochable es la “IGNORANCIA CULPABLE”, aquella que resulta del autoengaño, que a su vez necesita de condiciones suficientes y necesarias, es decir que sea fácilmente superable (los conocimientos básicos de relación) o simplemente porque su superación pueda precisar un esfuerzo o tener un efecto desagradable que no queramos asumir. Es el caso del indolente que pretende alegar ignorancia de lo que sí debe saber (Exigencia del Estado de Derecho del país donde vive)
Es muy importante considerar la “IGNORANCIA INEVITABLE”, por desgracia sumamente extendida, y es aquella en que el individuo está sujeto a una circunstancia o disciplina mental que le impide o le reprime las facultades o hábitos de acceso al conocimiento. Se da en Estados con Gobiernos Dictatoriales y actualmente en países de arraigada tradición islámica de Oriente Próximo y Medio como los Países Arábigos, Irán, Irak, Siria y otros de su influencia, que afecta a todos los ciudadanos pero especialmente a la mujer. Un caso de “IGNORANCIA INEVITABLE” es el de la enfermedades mentales y en su extremo, a la locura donde el sujeto llega a la ignorancia de sí mismo. En este sentido quiero hacer una crítica a todas las instituciones del Estado, al nivel que sea, relacionadas con la enfermedad mental sobre la escasez de recursos disponibles para su atención, sobre todo para las incapacidades mentales notables, que aunque no signifique en los afectados la ignorancia total, sí que equivale a la negación de parte de la racionalidad en las que las medidas paternalistas no sólo están permitidas sino que son moralmente obligatorias. En general para los sumergidos involuntariamente o por la fuerza en la ignorancia, creo que deben escapar a toda evaluación moral negativa.
En el casos de las que se llaman “IGNORANCIAS BIENHECHORAS” citaré la “IGNORANCIA RACIONAL” pues en este caso y aunque parezca una paradoja, la razón, a veces, se niega y rechaza el conocimiento, pero se justifica: es el caso de la recepción de información; aquí la razón discrimina y valora el coste de su tiempo, desechando lo que no le interesa, pues no hay información exenta de coste, y si no se quiere sucumbir bajo una avalancha de datos hay que recurrir a información filtrada que en cualquier caso estará dirigida por grupo de intereses, por partidos políticos o por el propio Gobierno. Es seguro que en una sociedad como la que nos acontece sometida a grandes incertidumbres, a una desigualdad social y a la lógica división del trabajo, no todos estarán igualmente informados.
No obstante los grupos interesados en la difusión de su mensaje insisten hasta la saciedad creando el empacho y el hartazgo del ciudadano, que aunque racional, no está dispuesto a invertir esfuerzos para comprender asuntos con respecto a los cuales no tiene el menor interés o sabe de antemano que su comprensión requiere una preparación de la que carece. En ese momento justificadamente recubre su ignorancia con lo que podría llamarse “el velo de la irrelevancia” y adopta una actitud diametralmente opuesta a ciudadanos de otras épocas como por ejemplo la del ideal ilustrado del siglo XVIII, o a la del erudito de nuestros días….
Otra forma de ignorancia bienhechora sería la “IGNORANCIA QUERIDA” que es aquella que también considera plausible el autoengaño …. Ignorar aquel conocimiento que nos es desfavorable, es decir, una especie de maquillaje de la realidad donde generalmente se recurre, como excusa, al determinismo, es decir, “lo que tenga que ser, será”. Un ejemplo objetivo común y cercano sería no querer conocer los antecedentes negativos de las personas con las que nos relacionamos, con las que empatizamos o por las que sentimos afecto, agradecimiento e incluso, amor. La ignorancia querida nos envuelve en una niebla protectora de la que no podemos prescindir mientras seamos como somos, es decir, vulnerables a la verdad desnuda; somos racionales pero no siempre la razón es suficiente y nos mostramos vacilantes e inseguros en nuestras conjeturas.
Existe una ignorancia “suprema” que es la llamada “DOCTA IGNORANCIA” y es reconocer que ni aun los hombres ni las mujeres más estudiosos del mundo pueden llegar a un grado más alto de perfección en la sabiduría que el de ser el más docto en el conocimiento de su propia ignorancia, que tan suya es, y que cuanto mejor la reconozca más docto será. Esta afirmación la refuerza la famosa frase atribuida al filósofo griego SOCRATES “ sólo sé que no sé nada” en la que expresa que a pesar de ser un sabio de su tiempo, es consciente de su propia ignorancia.
También Ortega y Gasset nos ilustra la tesis con su sentencia, ya más cercana: “No hay nada más fecundo que una ignorancia consciente de sí misma”.
Todas estas reflexiones no son del presente, aunque tienen en el contenido cierta dosis de vigencia pero estimo que habría que actualizarlas a nuestros días y preguntarnos, interesados, si ahora vivimos en la sociedad del conocimiento o de la ignorancia, o al menos, cuál es la tendencia.
En mi condición de observador sólo tengo opinión pero con los años de vida y la consecuente experiencia creo que se percibe un cambio de paradigma: lo que hace poco tiempo era referente y firme, ahora está bajo sospecha y se tambalea, rápidamente pierde vigencia y valor. (¿Se confirma el devenir de Heráclito o la anaciclosis del viejo Polibio? ) ¿Se acentúa el escepticismo hasta el punto de las tesis nihilistas nietzcheanas?.
Observo en las generaciones recientes más que una tendencia, ya es un hecho constatado donde una gran mayoría (y eso es lo preocupante) infravalora el preciado tiempo, la capacidad de esfuerzo y el mérito, y sin embargo premia conductas que a mi parecer sólo en ciertos momentos debieran ser elogiadas, e incluso premiadas, que son la espontaneidad y la singular buena ocurrencia….pero en su justa medida. Esto significa una homogeneización de valores donde la opinión del sabio y la del oportunista, valen lo mismo.
Al respecto y rememorando paradigmas pasados, me surge las siguiente preguntas, ¿Se puede reproducir la paradoja de que se estimule el auge de la indiferencia, de la ignorancia?. ¿Se puede pensar que la astucia maquiavélica (siempre solapada pero vigente) se actualiza al amparo y auspicio de la clase dominante …. capitamismo globalizado y obsoletos y ancestrales residuos religiosos?, que como estrategia nos intoxican impidiendo así discriminar entre lo importante y lo superfluo.
Paralelamente, y es de agradecer, a un amplio sector de la sociedad, exponente del ser humano integral: hombres y mujeres que con su talento, esfuerzo y dedicación palian el sufrimiento y otros que nos hacen avanzar en el campo científico facilitando la existencia, pero son muy pocos los que nos hacen ver qué es lo que hace feliz al hombre (el conocimiento y cumplimiento de la Ley Moral Natural) qué lo lleva hasta su final y cuál es la verdadera naturaleza de ese final.
Nos hacen navegar a gran velocidad, pero no nos explican….. y deberíamos saber, sin dudas, al puerto al que nos dirigimos…..

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