Deberíamos hacer un ejercicio sereno de introspección colectiva sin intención predeterminada. Sin más ánimo que iniciar la reconstrucción de nuestra autoconciencia.
Nos hemos acostumbrado a explicar con desdén y tópicos huecos (que no alcanzan la categoría de argumentos) conductas y actitudes que se apartan significativamente de los parámetros considerado normales en nuestro país.
¿Por qué nos negamos a investigar las causas de esas “diferencias”? Una de esas anomalías, asumida ya con tediosa resignación, es que “en Ceuta no existe cultura de la movilización”.
“La gente no sale a la calle”. Como si se tratara de un fenómeno natural (similar al levante o al poniente). Y sin embargo, se trata de una rareza que requiere una explicación racional y convincente.
La movilización, que no es otra cosa que una acción colectiva para expresar opiniones o reivindicaciones, es un consustancia con la vida en sociedad. Atemporal y universal. Diversa y multiforme.
Y en este axioma irrumpe Ceuta como una enigmática excepción. Tomemos como ejemplo la movilización que se está desarrollando en toda España para defender las pensiones.
Las previsiones más optimistas y las expectativas más halagüeñas, han quedado pulverizadas. Hemos visto las calles de todo el país abarrotadas de gente manifestándose.
Un clamor. Sin embargo, en Ceuta, a penas doscientas personas se congregaron para reivindicar la dignidad presente y futura de las pensiones.
¿Por qué funcionamos de manera distinta a nuestros compatriotas? Se podría argüir que es una Ciudad pequeña y con poca predisposición a exteriorizar sus sentimientos, sin embargo, no es verdad (basta con observar actos de tipo religioso de cualquiera de las confesiones mayoritarias, o cualquier convocatoria de carácter lúdico o deportivo para descartar esta hipótesis).
Otra línea argumental podría ser que esta movilización se interpreta como una crítica al Gobierno y Ceuta es “muy de derechas”; pero tampoco es suficientemente explicativo.
En otros muchos lugares, en los que gobierna el PP con mayorías muy parecidas a las de aquí, las manifestaciones a favor de las pensiones han sido igualmente masivas. Se podría imputar las causa del fracaso a la poca credibilidad o poder de convocatoria de los sindicatos; pero aunque así fuera, no justificaría la desidia. De hecho, esta movilización está siendo fundamentalmente heterogénea.
En cada territorio fluye de una manera diferente. En algunos casos son los sindicatos los que asumen el protagonismo, en otros han surgido plataformas, coordinadoras o movimientos independientes.
Se han sumado, coordinado, o incluso competido. Pero al final, todos han confluido por una causa indiscutiblemente justa. Menos Ceuta.
No, ninguna de estas hipótesis tiene la fuerza necesaria para explicar nuestro comportamiento. Yo pienso que estamos ante un fenómeno social de mucho más calado y trascendencia. Apunto para el debate.
Los ceutíes hemos perdió la conciencia de sujeto político. Nos sentimos como españoles en el exilio. Se ha producido una desconexión psicológica que ha cortocircuitado el elemental sentimiento de “pertenencia al grupo”.
Los “nuestros” están en otra parte. Habría que pensar. Sin miedo. Porque ese es un comportamiento propio de un régimen colonial.
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