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Comestibles Chipolina, 70 años de vida

Antes de adentrarnos en el lugar protagonista, es necesario conocer la historia de este negocio familiar de Ceuta que ahora pertenece a Francisco Gutiérrez.

El padre de Gutiérrez vivía en Málaga, al igual que sus tíos, pero en tiempos de Guerra Civil española, tal y como cuenta el propietario, “cuando llegaron los rojos a un colegio de Málaga, mis padres estaban allí y vieron cómo comenzaron a matar a curas y destrozar todo a su paso”.

Esta situación los hizo huir de la guerra y decidieron emprender rumbo a Ceuta en un barco de pesca. Gutiérrez, de 57 años y nacido en Ceuta, en el Morro, es de padre malagueño y madre caballa.

Se puede decir que el pequeño local ubicado en la carretera de San Amaro nació de la Guerra Civil española. Aunque, no siempre fue el la tienda de comestibles fusionada con Estancos que conocemos.

Este lugar cuyo servicio era únicamente de comestibles, era propiedad se uno de sus tíos, Ángel Luis Gutiérrez, quien tenía alquilado el espacio a su cuñado, Pepe Vega, cuyo fallecimiento por infarto ocurrió en la tienda mientras trabajaba.

Los negocios de Ángel Gutiérrez, Pepe Vega y Francisco José Gutiérrez podrían englobarse como uno, pues al fin y al cabo, en palabras del actual dueño del local, “todo quedaba en familia”.

Es por ello que, pasando de tío a sobrino, este negocio acumula unos 70 años de historia.

Con 16 años, Francisco José Gutiérrez decidió unirse a su tío Ángel Gutiérrez para iniciarse en el negocio. Tras esto estuvo trabajando en una pizzería local de la ciudad, pero al llegar la jubilación de su tío, decidió hacerse con la tienda de comestibles y tabacos.

Ángel Gutiérrez enseñó el oficio a su sobrino, y cuando ya estaba preparado, lo dejó comenzar su andadura en el mundo del emprendedor de manera autosuficiente.

Hace 30 años que Francisco José Gutiérrez decidió hacerse cargo del negocio de su tío y, a día de hoy, ha creado un espacio con un ambiente familiar y de amigos que, según los propios clientes, “el día que no esté, lo vamos a echar de menos”.

Según cuenta el actual dueño de Comestibles Chipolina, “la forma de comprar ha cambiado. Ya quedan pocas personas mayores en el barrio, ahora hay más gente joven. Todo es distinto”.

“Las personas mayores eran las que hacían las compras grandes, acudían más a las tiendas de barrio. Con los jóvenes es distinto. La mayoría compra tabaco, pan y cosas sueltas”, explica Francisco José Gutiérrez.

Este negocio se mantiene gracias a la barriada de San Amaro, San Antonio y “a los que vienen de paso”. Además, tiene su clientela fija, que más que clientes, ya son amigos.

Estos consumidores amigos dejan una imagen muy especial a las puertas del negocio, en el que Gutiérrez les ha acomodado un banco en la puerta para que disfruten de sus cervecitas o refrescos mientras charlan con él y le agilizan la mañana, o la tarde.

Este banco de madera lleva el cartel “uso exclusivo de clientes”, para que todos sepan que está puesto por el dueño de este negocio y que solo los clientes pueden hacer uso de él.

Gutiérrez tiene dos hijos (un chico de 20 y una chica de 25) y dos nietos de 4 y 2 años.

Cuenta que sus nietos van a visitarlo todos los días. “Sus padres los crían y yo los mimo. Vienen y cogen lo que quieren”.

¿Qué niño no querría tener un abuelo con gusanitos y golosinas disponibles en cualquier momento?, pues los nietos de Gutiérrez están encantadísimos con su abuelo y su tienda a la que acuden a visitarlo.

El aspecto actual del negocio, cuyas rejas son visibles desde el exterior, se debe a tres robos que sufrió en sus inicios y que lo obligaron a equipar la tiendas con más elementos de seguridad.

Hasta aquí la historia del negocio más santiguo de San Amaro, cuya historia viene de la península y el traspaso familiar marca lo más importante de las tiendas de barrio, el cariño y la cercanía.

La relación con los clientes es lo más importante

La relación con los clientes es muy importante para la supervivencia de un negocio, y la de Gutiérrez debe ser muy buena. “Aquí hablan, cuentan cosas, pero siempre hay que escuchar y callar. Si se puede ayudar, se ayuda, si no, siempre habrá un consejo”, relata.

De sus clientes dice haber conocido a padres, hijos y nietos. “La diferencia entre una gran superficie y una tienda de barrio siempre será el contacto humano, la cercanía”.

José Salvador, cliente habitual y uno de los que ocupa un lugar en ese banco facilitado por Gutiérrez para los clientes amigos, ha querido dar su testimonio sobre este emprendedor de San Amaro. “Es muy bueno y servicial. Yo vengo desde los Rosales todos los días”,

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