Pues al parecer hemos sobrevivido a otro verano. Pese a las predicciones del canal franchute Metèo. Sí, ese que nos proponía sacar los gorros de astracán y las estufas en pleno mes de agosto. Lo cierto es que celebrar la navidad en pleno verano no era una idea que me sedujera. Aunque con el cariño que nos profesan desde la tierra de Obelix, no me extrañó lo más mínimo la noticia. Y no se nos ha ocurrido otra cosa a los españoles que batir nuestra propia marca de ocupación en alojamientos turísticos. Esta vez sin sus impagables predicciones.
Continuamos en este puzle conocido todavía como España. Mientras el gobierno de turno intenta montarlo, a pesar de que está demasiado deteriorado. Se proponen ideas del todo brillantes. Desde los que pretenden poner las piezas a martillazos, pasando por los que quieren recortarlas para que encajen, o por los que piensan que aplicándoles vaselina pues como que todo mejor. Está claro que aquí algunos listos han robado más de una pieza. Que hay partes del puzle que se quieren construir por separado. Y algo llamativo del todo es que los fueron incapaces de poner algo de orden en las piezas, se postulan como arquitectos del nuevo intento.
Pues eso, que andamos todos ya un ‘mucho moscas’ con nuestros lideres políticos -esos que cual Moisés pretenden guiarnos por esta travesía del desierto-. Aunque realmente no me imagino al señor Moisés presentando su renuncia en mitad de la travesía después de embarcar a toda la peña, y no precisamente a hacer un fin de semana de senderismo. Todo por un ‘siroco’ que aparentemente le diera, sin una explicación comprensible. Con eso de: ¡Ahí os quedáis! ¡Qué sea ahora alguien más joven la que porte mi báculo! Aunque si éste hubiera vivido en nuestro tiempo se habría pirado y seguramente le habrían dado un puesto en el Senado. Algo que todo el mundo coincide que no sirve para demasiado pero que viste mucho. Imagínense esa presentación, del todo exquisita, entre gente importante: ‘Le presento a don Moisés. Aquí un aforado, aquí su señora’. Pero bueno, a los que tenemos unos años ya, nuestra capacidad para sorprendernos anda muy mermada. Es preferible intentar disfrazarse de ingenuo y ver la parte positiva. Es cómo una noche que empapados en güisqui un compadre y yo estábamos a punto de escuchar tocar a los cien gaiteros. Mientras, éste se lamentaba de que con su señora sólo había practicado un misionero en todo el año. Yo, para intentar animarlo, le dije: ‘Dinero que te ahorras en preservativos’.
Todo continúa casi igual, a la caza del que cae. En un tiempo en el que un montón alababa las maravillosas telas y filigranas inexistentes de la vestimenta del rey. Ahora son demasiado los que han abierto la veda al grito de: ¡Está desnudo! Pero vamos, esperemos que el dolor de la cadera de la yaya no sea de bisturí porque seguro que ella se come, la nada corta, ‘Lista de Espera’. ‘
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