Este viernes las Murallas y la fortaleza del Hacho se sumaban a la celebración del Día Internacional del Orgullo LGTBIQ+ mostrando los colores de la bandera arcoíris. No hubo más actos. Las instituciones no agendaron las tradicionales lecturas de manifiestos y los partidos -solo algunos- se ciñeron al envío de comunicados enlatados.
Ceuta volvió a quedarse en la superficialidad, en la nada más absoluta. Sacó la patita un poco para que no la tacharan de ‘contraria a’ y se conformó con una iluminación que ya vale para todo: para el día del Orgullo, para la celebración del Bicentenario de la Policía o para cualquier petición que aparezca en el calendario...
No hubo valentía, tampoco un posicionamiento a la altura de lo que necesita urgentemente esta ciudad dados los comentarios que pudieron leerse en redes sociales.
Comentarios que recogen puro odio, comentarios que demuestran que existe un rechazo, que no hay respeto. Eso se escribe porque eso se siente; eso se expresa porque queda mucho por avanzar.
No hay respeto, ni tampoco parece que importe demasiado. 24 horas después de las continuas salvajadas manifestadas porque las Murallas y la fortaleza se iluminaron el día del Orgullo ningún partido político ha expresado el más absoluto rechazo. Y eso es peligroso porque normalizamos las aberraciones que otros exponen en público ante aplausos de los que piensan igual.
Importan unas banderas, también que pintemos un banco en San Amaro o que iluminemos las Murallas. Pero más que todo eso importa que asumamos que no todo vale, que hay expresiones y pensamientos que no tienen cabida y ante los mismos hay que alzar la voz porque, si no lo hacemos, somos cómplices en el silencio.
Algo no estamos haciendo bien cuando callamos, cuando no visibilizamos nuestra queja mientras convivimos con pensamientos indignos para esta sociedad.