Los padres del colegio Ortega y Gasset quieren que sus niños estudien en condiciones dignas. No piden nada más allá que tener un centro en el que sus hijos no tengan que complementar las clases con ir sorteando goteras por los pasillos, por ejemplo. O quedarse tranquilos con que el famoso amianto no les va a pasar factura. Lo que se ha dicho de forma oficial hasta la fecha es de chiste, carece de fundamento además de tener muy poco que ver con una realidad con la que no debería jugarse. Antes de que Educación se atreva a decir y asegurar que no debe haber temor entre los padres por este material, tendría que justificar adecuadamente sus respuestas.
Estamos acostumbrados a tener barriadas y ‘barriadas’. Acostumbrados a vivir en una ciudad en la que se permiten sangrantes diferencias, aunque la clase política diga lo contrario. Porque vivir en un distrito u otro marca hasta la forma de desarrollo de sus vecinos y anula incluso las posibilidades de los que allí se crían. Hay una brecha entre unas zonas y otras en la que se ahonda año tras año, por muchos planes dotacionales y muchas inversiones que se anuncien. Ceuta no se lo debería permitir pero, incongruentemente, nada hace por eliminar esos errores.
Al igual que hay diferencias vergonzosas entre barriadas también las hay en colegios
En los colegios ocurre lo mismo. Nuestros niños deberían tener los mismos derechos pero no es así. Estudiar entre goteras, hacerlo sin un gimnasio cubierto porque este se eliminó para convertirlo en aula, pasar frío hasta el punto de escuchar la lección con el abrigo puesto no debería ser normal pero lo es, por mucho que el diputado Juan Bravo se enoje cuando otra diputada nos saca los colores porque dice, y con razón, que los recursos educativos en Ceuta y Melilla no se equiparan a los del resto de España.
Será que nuestro representante en la Cámara -lo hayamos votado o no, pero lo es y de todos los ceutíes- no se ha paseado por aquellos centros en los que da vergüenza entrar y en donde tienen que estudiar nuestros hijos, sin gozar de las mismas condiciones que otros.
En el ‘Ortega’ bien lo saben, pero no es el único centro escolar marcado por la desidia de la Administración. Hay más. Demasiados como para que sus remodelaciones no hubieran sido prioritarias antes de otras acciones urbanísticas fundamentadas más en el orgullo de unos cuantos que en el interés y beneficio general de la población.
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