El pasado 29 de septiembre, el marroquí A.E.M. se vio en la posibilidad de ganar un dinero traficando con drogas. Se lo habían prometido y el cometido no era otro que embarcar con su vehículo forrado de hachís: en concreto con 40 kilos de droga repartidos en el interior del suelo, puertas y vigas de su coche. La meta: llegar a Algeciras.
Pero A.E.M. no contó con que el control ejercido a pie de embarque por los agentes de la Compañía Fiscal de la Guardia Civil podía terminar siendo demoledor y así lo fue. Los agentes, ayudados del can del Servicio Cinológico, no tardaron nada en advertir de la presencia de droga, en concreto de 93 bloques de hachís que alcanzaron un peso de 40 kilos, y valorados en 67.000 euros.
Las pruebas de su implicación en un delito contra la salud pública han sido determinantes para que A.E.M. haya sido condenado a tres años y medio de cárcel, amén del pago de algo más de 150.000 euros en concepto de multa que se subsana con el cumplimiento de días privativos de libertad. El día en que el condenado quiso traficar con droga iba acompañado de una mujer, D.M., sin que haya constado la existencia de indicios de su participación en los hechos por lo que no se ha procedido penalmente a actuar contra ella.
El condenado estaba en la prisión de Mendizábal desde la tarde en la que fue interceptado por la Benemérita, siendo un eslabón más de la cadena del tráfico de drogas que se produce entre Ceuta y Algeciras, canalizando el hachís que procede de las plantaciones de Marruecos.
Ese embarque se convierte en una particular autopista que quieren burlar las personas que son engañadas para servir de transportistas de la mercancía. Son las famosas mulas, que llevan el hachís bien oculto entre sus propias pertenencias u organismos o bien a bordo de vehículos, como ha sido este caso.