Me encuentro en el parque de perros, allí paso todas las horas que me permite el reloj robando el tiempo a los días .
El parque es una dimensión distinta a la que habitamos. Abrir la puerta es traspasar un estado de conciencia difícil de definir.
Mientras los perros se organizan en pequeñas jaurías de juegos ,imponen sus leyes no escritas, sus estrategias mezcladas con los instintos, sus códigos, su territorio marcado en un terreno de césped artificial.
Nuestras mascotas reflejan cómo nos comportamos con ellos, qué hay en nosotros que suelen captarlo en un mimetismo perfecto. Navegan en el alma, en los recuerdos, en las profundidades de las tristezas y las alegrías que vivimos: captan, usmean, huelen el dolor, la angustia, la incertidumbre.
Los humanos deambulamos, charlamos unos con otros, entablamos relaciones circunstanciales o silencios en compartimentos estancos. Hablamos sabiendo que cuando salgamos del parque todo volverá a ser igual pues despertaremos del sueño canino envolvente y protector.
Desde que visito este lugar me abrazo a una tranquilidad sosegada, a una reflexión interior mientras veo a mi Abby corretear de un lado para otro sin pedir nada y dándolo todo. Se acerca a mí, la acaricio y da vueltas mientras me vigila sin quitarme el ojo.
Hoy toca denunciar el abandono de los responsables del recinto, la dejación en el mantenimiento, el despropósito de no contar con unas instalaciones adecuadas.
El césped despegado, boquetes, puertas oxidadadas y lugares en los que los cánidos pueden escapar.
Lástima que Juan Vivas no tenga perro; de todas formas los políticos en las elecciones suelen hacer visita a sitios que no vienen nunca.
Hay perros azules: son nuestros psiquiatras, terapeutas, compañeros, amigos. Los perros azules nos guiarán en cualquier recorrido que nos espere.