Tanto el general Silvestre como el prestigioso coronel Morales, profundo conocedor de las fuerzas indígenas, sabían la delicada situación en que se encontraba todo el sistema de posiciones y blocaos que jalonaban el camino desde Melilla a Annual, última posición avanzada española frente a la cábila de Abd-el-Krim. Morales, además, había sido jefe y protector del rifeño que incluso le dio clases de árabe en Melilla, para ser destinado a las fuerzas de Policía indígena y sabía de su inteligencia, astucia y atractivo personal.
Silvestre, sin embargo, inició una huida hacia adelante. El 1 de Junio de 1921 ocupó Monte Abarran, a unos 6 kms. de Annual, para protegerse y garantizar un posterior avance, pero la posición se perdió tres horas después de ser ocupada. La harka de Tensaman considerada amiga, atacó a los españoles, desertaron la mayoría de las fuerzas indígenas y, ante los aterrados ojos de los soldados de Annual, cayó la posición y lo que resultó igualmente grave, se perdió la artillería emplazada allí. Habían subido 250 hombres al mando del capitán Salafranca y constan como supervivientes dos sargentos y un soldado. Los demás o murieron o desertaron, en el caso de los indígenas. El expediente Picasso recogería años más tarde este grave suceso, reconociendo que existía un informe del coronel Morales contrario a estas iniciativas y tratando severamente al comandante Villar que dirigió la operación y no prestó ayuda cuando empezaron a sonar los primeros disparos.
El general español movió de nuevo sus piezas en el macabro tablero de aquellos días de Julio. En otra de sus bigotadas ocupó Igueriben, una loma que pretendía igualmente proteger la importante base de Annual. La fortificó, dejando allí una guarnición de 300 hombres, sin agua cerca y renunciando a sostener una loma cercana llamada de los Árboles, cuya posición era dominante e imprescindible para asegurar su defensa.
En docenas de reuniones junto a las hogueras, Abd-el-Krim había conseguido unir, tras el éxito de Abarrán, a tensamanis, bocoyas, beni urriagueles y otras cábilas del Rif, a veces paseando los cañones capturados por los zocos, o haciendo demostraciones con su guardia personal perfectamente uniformada, que, al mando de Ahmed Budra, causaba admiración entre los montañeses. Cientos de noticias fueron captadas aquellos días por los servicios de información españoles que gastaban grandes sumas en confidentes. Se decía que numerosos desertores de la Legión Extranjera francesa habían huido y, pasándose a Abd-el- Krim, estaban instruyendo sus fuerzas; que el teniente Flomesta, prisionero en Abarrán, se había dejado morir de sed antes de enseñar el manejo de las piezas de artillería a los bereberes; que desde Gibraltar estaban llegando armas y municiones a través de conocidos contrabandistas de la zona; que se estaba predicando la Yihad o Guerra Santa contra los españoles…
Era difícil separar la verdad de los simples rumores. Lo cierto es que Abd-el-Krim pasó a la acción. En una serie vertiginosa de hechos, mientras el calor aumentaba con el avance del verano, atacó la posición en Sidi-Dris en la costa. El comandante Benítez, con ayuda de la Marina, sostuvo a duras penas el punto de apoyo de Silvestre junto al Mediterráneo, pero comunicó que el enemigo estaba organizado militarmente, encuadrado por jefes de 25, 50 y 100 hombres, con abundantes armas y municiones y, lo que era definitivo en aquellos momentos, contaba con algunas piezas de artillería que usaba cada vez con mayor precisión.
Ante el momentáneo fracaso frente a Sidi-Dris, los rifeños comenzaron primero a hostilizar Igueriben y después a cercarla, atacándola frontalmente.
Los convoyes de aprovisionamiento se abrían camino cada vez con mayor dificultad desde Annual a la posición de Igueriben. Cuando los defensores estaban en un momento crítico, la arriesgada carga del capitán Cebollino Von Lindeman con sus Regulares, consiguió introducir 72 mulos cargados de provisiones, munición y agua, perdiéndose bastante carga en el camino. Fue lo último que recibirían. Sin posibilidad de cobijar a los animales en la posición, éstos fueron muertos a tiros por los rifeños o los españoles. Al implacable sol de julio, los cadáveres se descompusieron rápidamente y el hedor se hizo insoportable
Los días 19 y 20 de julio de 1921 fracasaron varios intentos de llegar de nuevo a la posición. Silvestre, angustiado, salió de Melilla y se incorporó a Annual. Su segundo en el mando el general Navarro, Barón de Casa-Davalillo fue llamado para que suspendiendo sus vacaciones en Granada se presentara con urgencia. Se rebañaron hombres de todos los destinos, reforzándose el frente a toda prisa. Los soldados no calibraban la gravedad de la situación, pero el Estado Mayor y los jefes de unidades comenzaron a preocuparse. Sin embargo, la llegada del general Fernández Silvestre junto a su hijo, alférez de caballería a la avanzada posición, tranquilizó algo a las tropas.
Silvestre, junto a los coroneles Manella y Morales, observó como en Igueriben los defensores se batían contra sucesivas oleadas de infantería rifeña muy cohesionadas que utilizaban bombas de mano y protegidas por una cobertura de ametralladoras razonablemente bien emplazadas. Los barrancos hasta la posición cercada hervían de hombres armados que esperaban otro convoy. El bizarro general de otros tiempos dirigió el último intento de aprovisionar Igueriben. Y fracasó aquel 21 de julio.
El comandante Julio Benítez Benítez que después de su éxito en Sidi-Dris mandaba la posición sitiada, tras llamadas angustiosas de su heliógrafo, dio instrucciones a Annual para que su artillería disparara directamente sobre Igueriben. Benítez, a sus 33 años, tiene fama de pesimista, pero es que sabe lo que está pasando. En realidad, la guarnición agotadas las municiones, se habían bebido el líquido de las conservas, el vinagre, la colonia, la orina endulzada con azúcar, habían aguantado el hedor de los mulos muertos, no pudieron enterrar las bajas propias por la dureza del terreno, llevaban días sin dormir y habían visto fracasar los últimos esfuerzos por aprovisionarles… Demasiado para no intentar una salida desesperada.
Entre el fragor de las explosiones y la lucha cuerpo a cuerpo, se ordenó el repliegue sobre Annual. Algunos oficiales, dirigiendo la retirada, aguantaron todo lo que pudieron y después parece que se suicidaron. Los cañones fueron inutilizados a toda prisa. Docenas de soldados presos de pánico corrían hacia Annual y fueron cazados por el camino. Algunos desgraciados, enloquecidos, atravesaron las alambradas de la posición principal y varios murieron en Annual al beber agua en exceso. Quedaron vivos en el campamento base un sargento y diez soldados de los últimos casi doscientos cincuenta hombres. Un silencio de muerte, presagio de la gran tragedia, se extendió sobre las montañas entre el terrible hedor de la muerte, que comunicaban al ambiente cientos de muertos insepultos, tendidos al sol.
Eran las tres de la tarde del 21 de julio de 1921.
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