Para comenzar este CAÑONAZO de salvas a su majestad Felipe Sexto me permito la licencia de acudir a la historia.
El duque de York se convirtió en rey de Inglaterra con el nombre de Jorge VI (1936-1952), tras la abdicación de su hermano mayor, Eduardo VIII. Su tartamudez, que constituía un gran inconveniente para el ejercicio de sus funciones, lo llevó a buscar la ayuda de un experto logopeda que consiguió, empleando una serie de técnicas poco ortodoxas, eliminar este defecto del monarca. ¡Dios salve al Rey!
La tartamudez de Jorge Vl y su empeño; así se salvó la monarquía, de otra manera me ahorro de pensar qué hubiera pasado.
Todos los 24 de diciembre España comienza su cena de Nochebuena esperando que el Rey de el pistoletazo de salida simbólico para que comience la bacanal y nos podamos jalar al Cristo bendito si fuera necesario.
Me he permitido ir a videoteca y repasar los discursos navideños de Don Felipe y he estudiado su estructura esencial: La unidad de España, el paro, la grandeza de nuestro pueblo, las tradiciones, la transición, la constitución, los males que nos acechan, el futuro que nos espera, la fortaleza de la monarquía como garante de la Nación y veinte cosas más que eludo por no aburrir hasta la ostra que me voy a zampar
Reflexiono si esto no será producto de una tartamudez filosófica en que todo se repite de pe a pa. Sigo en esta hernenéutica y aparece lo correcto, lo que el ejecutivo supervisa con lupa de miles de aumentos, lo que le ordenan y mandan y nuestro coronado lee siguiendo una pantalla gigante para evitar el error.
Al día siguiente tendremos los comentarios de urgencia de los políticos: “Discurso extraordinario, valiente, emotivo, repaso y propuesta para solucionar lo que no funciona, nos hemos quedado con la boca abierta por las fenomenales ideas del contenido”. Los partidos republicanos y nacionalistas echarán peste como todos los años al ser preguntados por los ávidos periodistas.
No hay una tartamudez metafísica, una especie de “metástasis que afecta a la sordera de los cuarenta millones de comensales que aplauden o silvan diga lo que diga.
¿Qué pasa con el emérito? ¿qué sucede con la corrupción palaciega? ¿qué críticas hace a la renovación del Tribunal Constitucional o a la amenaza de los derechos conquistados?
Ningún comentario de Urdargarín y su hermana Cristina, nada que decir sobre Marichalar o la titulación exprés de su sobrino Felipe, Juan Froilán de todos los Santos. Punto en boca.
Y el soniquete, como los niños de San Ildefonso retumbará en nuestras orejas pero sin esperar la alegría del Gordo o el consuelo de la pedrea.
A ver quién es el logopeda que intenta sanar la tartamudez del coronado.
Me temo que esta noche me toca dormir en el trullo con el rapero Valtónyc.