Opinión

La cola

Por un error informático, la Dirección Provincial del Ministerio de Educación y Formación Profesional estuvo a punto de provocar una hecatombe en la ciudad.

Siguiendo instrucciones de Madrid y sin ser conscientes de una interpretación errónea, el programa informático saltó por los aires y se armó la de “Dios es Cristo" en el ámbito docente.

Nunca podríamos imaginar que este “cruce de cables” sería el trending topic a lo largo de los cuatro días que duró la zapitiesta.

El ministerió convocó todo al mismo tiempo y con la premura de tres días hábiles lo que no está en los escritos: 55 bolsas de trabajo, oposiciones, ratificación de los profesores interinos para seguir en la bolsa, concurso de traslados, presentación de méritos para la consolidación de puestos de trabajo, comisiones de servicio, requerimiento a los funcionarios a presentar su acreditación académica para la habilitación en materias afines...y todo lo que uno pueda imaginar.

Para más INRI, el programa de nóminas saltó por los aires y nadie cobró un céntimo de los haberes mensuales.

La Red Sara saltó por los aires y se produjo un apagón informático. Las farmacias hicieron su agosto y se forraron vendiendo ansiolíticos para parar un tren.

La Dirección Provincial cerró sus puertas a cal y canto; es más, el guardia de seguridad que flanquea la entrada sufrió un jamacuco pensando que tenía las horas contadas viendo lo que se le venía.

Profesores y maestros comenzaron a hacer inmensas colas en la puerta del sindicato. La calle Fructuoso Miaja fue cerrada al tráfico después de formarse unos tapones descomunales y algunas caídas de transeúntes por empujones en cadena.

Las filas de trabajadores de la enseñanza comenzaron a hacerse infinitas, crecían de manera exponencial: Plaza de los Reyes, calle Real, Palacio de la Asamblea, Puente del Cristo, Polígono Virgen de África, Morro, Hadú.. Los rezagados aprovecharon la espera para tomarse un té pues hasta el cafetín de Benzú había llegado el tumulto.

Los periodistas de prensa, radio y televisión entrevistaron a las personas que guardaban un orden marcial: “La culpa es los sindicatos”, “los liberados son unos vividores”, “los sindicatos no hacen nada” ,“que se pongan a trabajar” “¿Para eso pago yo mi cuota de doce euros al mes?”, “Ellos han cobrado y les importamos un comino”, “ y eso que yo estoy en cuatro sindicatos”.

Durante tres días con sus tres noches Protección Civil proporcionó mantas, sacos de dormir, agua y alimentos básicos pues nadie estaba dispuesto a perder su turno.

Mientras tanto, con megáfono en ristre los pobres sindicalistas se desgañitaban explicándoles el error miles y miles de veces pues siempre los afiliados volvían a repetir como un mantra las mismas preguntas.

Muchos docentes abandonaron instantáneamente la fila al paso de los liberados para saber cómo iba el asunto de sus trienios o sexenios o por los atrasos que les debían.

Ha sido la primera vez que la Ciudad no escuchó el CAÑONAZO de las 12 por el griterío ensordecedor.

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